Cuando era pequeño vivía en Jinotepe, departamento de Carazo. Mi madre era muy pobre. Me metió en un internado de niños huérfanos allá en San José Comapa, departamento de Madriz, que es el pueblo más alto de Nicaragua. Mi padre era jugador de beisbol. De su vida no sé mucho. Nunca conviví con él. Mi madre era auxiliar de enfermería. Tampoco supe de ella durante cinco años. No me visitaba. Ahora siento la tristeza de no haber estado con ella.
Entré al orfanato a los cinco años. Allí crecí solo y sin estudio. El trato era... mira, voy a decirte algo: una noche me orinaba. Era meón. Entonces me levanté a orinar. Yo dormía en una tabla con un pedazo de cobija meada. Si me orinaba, me pegaban, y si me levantaba por las noches para mear, me caían a fajazos y me mandaban a bañar con agua helada. La comida era una taza de atole, harina con agua, azúcar y un pedazo de tortilla o galleta. A mediodía arroz revuelto con frijoles en sopa y, a veces, hortalizas que cultivábamos en un huerto. Todo era feo, feo, feo. La disciplina no era disciplina. Era la ley del más fuerte. No aprendí a leer ni a escribir. Con el padre Fabretto, que era salesiano, aprendí algunas letras. Pero nunca pasé los grados. Solamente aprendí a montar bien a caballo.
A los 10 años me fugué. Me fui por la montaña con cinco compañeros más. Yo era el jefe. Llegamos primero a Chinandega y después a Managua. Yo estaba muy emocionado porque iba a ver a mi madre. Pero me perdí. Una tía me reconoció en "Fantasías españolas", "šWalter, idiay! ƑQué andas haciendo?". Y me dio vergüenza, porque andaba descalzo y con calzoneta sucia.
Le dije: "Me fugué". Mi tía me compró un pantalón, zapatos, una camisa y me llevó a ver a mi mamá. Como siempre, ella me volvió a despreciar. Tal vez no me quería. Le decía: "...a mí me gustaría verla a usted vestida de blanco ųella siempre vestía de blancoų con una canasta de cebollas y repollos, que estuviera con todos los hermanos...". Pero ella le daba vueltas al asunto. Nunca se quiso poner realista. Era "nerviosuda", bien "sofocada". Yo insistía: "Mamá, Ƒcómo se llaman mis hermanas?".
Me quedé en Managua, "vagueando". Cuando el Mundial de Beisbol de 1972 vendí repostería y después jugo. Era la primera vez que se daba a conocer el jugo en Nicaragua, el descartable pué... Yo fui de los primeros que supe abrirlo. Había personas que me decían: "ƑY cómo se abre?". Así. Ah. De la punta de la bolsita. Por aquí. Y lo compraban. También me saqué la quiniela cuando Rafael Obando anotó la primera gran carrera en el Mundial y Nicaragua le ganó a Cuba.
Como el Mundial se llenaba de gente yo escondía las sillas y después las alquilaba. Pero antes contrataba con alguien: "Ve, yo te traigo una silla, cuánto me das, tu esposa no puede estar parada".
Leía poco. Conocía las sílabas pero no entendía el significado de las palabras. No leo rápido, pero puedo leer más que escribir. Yo sabía, sentía que en Nicaragua había opresión. Luego supe que el director del internado era sandinista. Lo mataron en un contrabando de armas.
Siempre me las rebusqué. De hambre no iba a morir. Robaba, pedía, pero siempre comía. Lo que más envidia me daba era cuando despertaba en las calles y veía a otros chavalos con sus libros, rumbo a la escuela. Yo quería aprender. A veces mis amigos de la calle querían que entrase con ellos en las casas para robar. Me decían "Vení...". Pero nunca entré. Me daba vergüenza. A los 13 años empecé a participar en las manifestaciones. Escuchaba a los curas que hablaban de injusticia, de represión. Después fui a reuniones. Me daban folletos que leía despacio. Iba a la Universidad. Oía a los estudiantes en la discutidera. Les pedía que me explicaran y que me leyeran. Supe de Sandino y empecé a pintar con "spray" en las calles. "Pft, pft! Y es estaban puestas las letras que había aprendido: Viva Sandino, Patria Libre o Morir, Juramos vencer.
Así entré en el Frente Sandinista de Liberación Nacional. Yo sabía a lo que iba, Sabía que si me agarraban me mataban. En la guerra maté a algunos guardias. Conté hasta 20. Después perdí la cuenta, pero creo que fueron menos de 40. Yo quería derrocar a Somoza, capaz de matar a su propia madre para quedarse en el poder con su dinero. El dinero enloquece al hombre.
En el Frente me "esclarecí" la mente. A los compas siempre les interesó mi superación. Cuando no entendía preguntaba. Siempre pregunto yo. Porque para eso estamos los hombres, Ƒverdad? Para enseñar a quien no sabe. El año que viene cumpliré 20 años. Desde niño me decían Walter. Nunca supe cómo se llamaba mi padre. Yo me puse Nicaragua. Walter Nicaragua.