La Jornada miércoles 21 de julio de 1999

Víctor M. Godínez
La política financiera en el banquillo

Una privatización mal hecha, prácticas crediticias irregulares que fueron recurrentes durante varios años, bajos niveles de capitalización que magnificaron los riesgos, incapacidad y negligencia de la autoridad supervisora, ineficacia y baja calificación técnica de los órganos encargados de la regulación, ausencia de criterios institucionales de intervención, acciones tardías, administración inadecuada de la crisis, frecuentes cambios de interventores y falta de evidencia de que la intervención haya sido económicamente menos onerosa que el cierre oportuno de algunos bancos. Tales son algunas de las apreciaciones del informe rendido por el auditor canadiense Michael Mackey sobre la gestión del rescate bancario realizado en el marco del Fobaproa. No se dice en el documento que la costosa crisis de los bancos que estalló en 1995 fuera producida por la política financiera del gobierno, pero no cabe duda que la censura duramente.

Las autoridades financieras han hecho un gran esfuerzo por reducir al mínimo sus responsabilidades políticas y administrativas tanto en lo que hace a la génesis como al rumbo cobrado y a las dimensiones económicas y financieras alcanzadas por la crisis bancaria. Su estrategia es presentada como la mejor opción posible y el momento de su intervención como el más adecuado. En la versión oficial de la crisis, ésta tiene su origen en factores estrictamente bancarios y, cuando mucho, algunos funcionarios han llegado a admitir que en la privatización se cometió el error de vender los bancos a personas "no calificadas" y sin experiencia. No obstante, el informe Mackey confirma con información de primera mano lo que muchos observadores y analistas mexicanos han señalando hace mucho tiempo y en varias ocasiones: la política financiera de los últimos dos gobiernos es un factor que si bien no produjo necesariamente la crisis, sí en cambio contribuyó a su incubación y posterior difusión al conjunto del sistema bancario. De igual forma, la política financiera fue un factor determinante en la configuración de la estrategia de salvamento que finalmente fue adoptada, cuyas supuestas bondades hoy también son puestas en duda en el informe del señor Mackey.

Un quebranto financiero como el que enfrenta la economía no se genera de manera espontánea ni de la noche a la mañana. El informe señala que las autoridades financieras no desconocían los riesgos inherentes al bajo nivel de capitalización de los bancos privatizados. También muestra que algunos de éstos incurrieron desde el inicio en prácticas irregulares, como la concesión de créditos sin las debidas garantías. La llamada cartera de mala calidad se amplió de manera constante. La autoridad financiera no frenó en su momento la indisciplina de los bancos, pero en cambio alentó una expansión crediticia que, como la del periodo 1991-1994, fue una de las más intensas de la historia económica reciente de nuestro país. En un periodo muy corto, el endeudamiento de los agentes económicos privados alcanzó niveles muy elevados. Bastó que el peso se devaluara y con ello que las tasas de interés subieran en flecha para provocar la quiebra bancaria.

La intervención que siguió para evitar el derrumbe total del sistema financiero fue tardía. Si las autoridades hubieran ajustado el comportamiento de los bancos privatizados a los criterios de eficiencia del mercado ųcomo era su deber y responsabilidadų no se habría evitado la crisis cambiaria de fines de 1994 ni la recesión que le siguió, pero sin duda sus dimensiones no se habrían magnificado y, sobre todo, los costos directos e indirectos del quebranto bancario hoy serían menores.

Un economista italiano de finales del siglo XIX, Amilcare Puviane, decía que las acciones de gobierno conducen naturalmente a buscar efectos de ilusión económica y fiscal. Este efecto se produce bajo el impulso de quienes gobiernan a minimizar (y a veces ocultar) ante los contribuyentes el costo verdadero de sus decisiones, al tiempo que buscan exagerar los beneficios que de ellas se esperan. Un efecto de este tipo parece haberse buscando con respecto a la estrategia de salvamento bancario. El informe Mackey contribuye con su lenguaje técnico y cuidadoso a prevenirnos. Los costos fiscales de la crisis de los bancos pudieron ser más bajos, y aunque el sistema bancario no se derrumbó, las funciones financieras de la economía siguen atrofiadas y no es razonable esperar su pronto restablecimiento.