Invenciones inservibles que complejizaron el espacio social
Juan Soto Ramírez
Intuitivamente se ve que la estructura según
la cual se organizan estos indicadores de los diferentes estilos de
vida se corresponde con la estructura del espacio de los estilos de
vida tal como ha sido establecida, y por consiguiente con la
estructura de las posiciones.
El estilo es algo que caracteriza un espacio
social y permite establecer diferencias entre uno y otro conjunto o,
más aún, entre los miembros de clases o
categorías distintas. Sirve, antes que nada, para diferenciar
lo bueno de lo malo (la política), lo bello de lo horrible (la
moda), y lo verdadero de lo falso (la publicidad).
Es un límite que opone izquierda con derecha,
delante con detrás y arriba con abajo, por lo que es imposible
no ser diferenciado por el lugar que uno ocupa en el espacio. Sin
embargo, también divide en fracciones conjuntos más
amplios, es decir, conjuntos en subconjuntos, formando cúmulos
hechos de gusto.
El buen gusto, por ejemplo, es el gusto dominante cuyas
variaciones viajan por los tres continuos antes mencionados, haciendo
de los contornos del espacio social una forma completa llamada vida
cotidiana. Más que un límite, el gusto es una
barrera que separa lo bueno de lo malo otorgándole al espacio
dimensiones políticas.
Al ser una barrera, el gusto termina por diferenciar el
espacio social en casi todas sus presentaciones de la peor de las
formas posibles, porque para hacerlo debe apelar al más
anquilosado y reverberante racismo pues, de alguna u otra manera,
genera reglas que versan sobre la buena utilización del espacio
(por ello existen reglas para casi todo tipo de comportamiento en
público).
La distinción entonces es producto de una
tensión que se libera entre lo alto y lo bajo, la izquierda y
la derecha o el delante y el detrás, pero debe funcionar de
acuerdo con las variaciones temporales del gusto dominante, y
éstas ųafortunadamenteų desaparecen o se modifican
con el paso del tiempo. El enemigo público número uno de
la moda es el tiempo.
La moda constituye una de las peores y más
rudimentarias facetas de la distinción, porque no apela ni
siquiera a la apropiación de capital cultural. Mientras la moda
y el poder se expanden, la razón se contrae: el tributo a la
delgadez del cuerpo implica el tributo a la delgadez de la
razón.
Quien sólo se preocupa por distinguirse gracias a
la moda, se convierte en un desecho escatológico de la
publicidad. Quien no está "a la moda", queda fuera del mundo de
la publicidad que es, en el primero y último de los casos, el
mundo de lo banal y lo trivial, de lo simple y de lo light, de
lo primitivo y lo inservible. Aunque la moda cumple funciones
sociales, no sirve para nada y podría ser el peor de los
inventos de la humanidad.
La distinción podría comprenderse como un
límite simbólico que define el estilo, pero que
sólo sirve a ese conjunto de extraños seres que siguen
creyendo que el mundo se ha complejizado gracias a la moda, la
política o la publicidad, mientras sólo ocurre que las
sociedades se trivializan y caen en lo más bajo que
podría esperarse de ellas, es decir, en vez de evolucionar,
involucionan.
La moda, la exclusividad, el buen gusto y, en general,
cualquier forma que restrinja la utilización del espacio social
son buenos ejemplos de que la distinción es el más
trivial de los inventos de la historia y eso ha complejizado el
espacio de la peor de todas las maneras posibles.
No obstante la distinción también tiene un
enemigo que se llama juego. Por eso es bastante divertido ver
cómo a través de la moda los de abajo juegan a ser como
los de arriba, aunque sepan que tienen todo
perdido.
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