Invenciones inservibles que complejizaron el espacio social

Juan Soto Ramírez

Intuitivamente se ve que la estructura según la cual se organizan estos indicadores de los diferentes estilos de vida se corresponde con la estructura del espacio de los estilos de vida tal como ha sido establecida, y por consiguiente con la estructura de las posiciones.
Bourdieu, P. (1979):
La distinción: criterio y bases sociales del gusto

El estilo es algo que caracteriza un espacio social y permite establecer diferencias entre uno y otro conjunto o, más aún, entre los miembros de clases o categorías distintas. Sirve, antes que nada, para diferenciar lo bueno de lo malo (la política), lo bello de lo horrible (la moda), y lo verdadero de lo falso (la publicidad).

Es un límite que opone izquierda con derecha, delante con detrás y arriba con abajo, por lo que es imposible no ser diferenciado por el lugar que uno ocupa en el espacio. Sin embargo, también divide en fracciones conjuntos más amplios, es decir, conjuntos en subconjuntos, formando cúmulos hechos de gusto.

El buen gusto, por ejemplo, es el gusto dominante cuyas variaciones viajan por los tres continuos antes mencionados, haciendo de los contornos del espacio social una forma completa llamada vida cotidiana. Más que un límite, el gusto es una barrera que separa lo bueno de lo malo otorgándole al espacio dimensiones políticas.

invenciones Al ser una barrera, el gusto termina por diferenciar el espacio social en casi todas sus presentaciones de la peor de las formas posibles, porque para hacerlo debe apelar al más anquilosado y reverberante racismo pues, de alguna u otra manera, genera reglas que versan sobre la buena utilización del espacio (por ello existen reglas para casi todo tipo de comportamiento en público).

La distinción entonces es producto de una tensión que se libera entre lo alto y lo bajo, la izquierda y la derecha o el delante y el detrás, pero debe funcionar de acuerdo con las variaciones temporales del gusto dominante, y éstas ųafortunadamenteų desaparecen o se modifican con el paso del tiempo. El enemigo público número uno de la moda es el tiempo.

La moda constituye una de las peores y más rudimentarias facetas de la distinción, porque no apela ni siquiera a la apropiación de capital cultural. Mientras la moda y el poder se expanden, la razón se contrae: el tributo a la delgadez del cuerpo implica el tributo a la delgadez de la razón.

Quien sólo se preocupa por distinguirse gracias a la moda, se convierte en un desecho escatológico de la publicidad. Quien no está "a la moda", queda fuera del mundo de la publicidad que es, en el primero y último de los casos, el mundo de lo banal y lo trivial, de lo simple y de lo light, de lo primitivo y lo inservible. Aunque la moda cumple funciones sociales, no sirve para nada y podría ser el peor de los inventos de la humanidad.

La distinción podría comprenderse como un límite simbólico que define el estilo, pero que sólo sirve a ese conjunto de extraños seres que siguen creyendo que el mundo se ha complejizado gracias a la moda, la política o la publicidad, mientras sólo ocurre que las sociedades se trivializan y caen en lo más bajo que podría esperarse de ellas, es decir, en vez de evolucionar, involucionan.

La moda, la exclusividad, el buen gusto y, en general, cualquier forma que restrinja la utilización del espacio social son buenos ejemplos de que la distinción es el más trivial de los inventos de la historia y eso ha complejizado el espacio de la peor de todas las maneras posibles.

No obstante la distinción también tiene un enemigo que se llama juego. Por eso es bastante divertido ver cómo a través de la moda los de abajo juegan a ser como los de arriba, aunque sepan que tienen todo perdido.

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