Eduardo Montes
Alianza difícil pero conveniente

Poco a poco se va creando el consenso favorable a un compromiso democrático de los partidos de oposición, PAN y PRD los principales, para presentar candidato y plataforma comunes en las elecciones federales del año próximo; de esa manera se crearían las condiciones mejores para derrotar a la todavía poderosa maquinaria electoral oficial, casi invencible cuando la oposición se presenta dividida. La de la alianza es un asunto de máxima importancia nacional: tiene que ver no sólo con cambios de hombres y partido en el gobierno, sino con la posibilidad de producir una verdadera ruptura política por la vía electoral para dar un impulso decisivo a la larga transición a la democracia, lo cual es imposible sin ponerle fin a la etapa de dominación priísta.

Que esa posibilidad de compromiso de la oposición se materialice depende de la voluntad política de los partidos y los candidatos. Todos o casi todos dicen que sí a la alianza, pero la trayectoria y posiciones de cada fuerza frente a los principales problemas políticos, sociales y económicos del país, así como las legítimas ambiciones de cada formación y candidato, pueden convertirse en un freno e incluso en obstáculo infranqueable para luchar juntos en las elecciones del 2000.

Alentado por el éxito indudable como candidato presidencial solitario en campaña desde julio de 1997 y por su mentalidad mesiánica (acertó Sánchez Rebolledo con lo de iluminado), Vicente Fox, por ejemplo, ha afirmado en más de una ocasión que puede ganar las elecciones sin necesidad de alianza. Cárdenas, quien lanzó la iniciativa de la alianza hace un par de meses (otros lo hicieron en otros momentos), aseveró recientemente que el PRD podría ganar solo las elecciones. Los dos pueden tener razón. Ganar sin alianza es una posibilidad, pero unidos los principales partidos de la oposición crearían las mejores condiciones para asegurar la victoria frente a un PRI y un gobierno que en el 2000 va a hacer todo lo inimaginable para mantenerse en el poder. Es una batalla decisiva para el grupo en el poder, pero también para la oposición.

Aunque la lógica política parece indicar que lo más conveniente en las circunstancias actuales sería la alianza, esta lógica puede ser barrida sin contemplaciones por los enfoques de fondo, los intereses y las ambiciones de partido y personales. En las negociaciones de la alianza, según filtraciones de los negociadores, lo principal ha sido la discusión del procedimiento para elegir al candidato común; ocupa un lugar secundario el programa y ya se descartó por completo la posibilidad de un gobierno de coalición, en su lugar se habla de un vago protocolo político.

El procedimiento es lo que más interesa a las direcciones de los partidos, dominadas por visiones de corto plazo, pero seguramente no es el mismo enfoque de millones de electores que empiezan a ver en los comicios la posibilidad de cambios de fondo, no sólo de hombres en el gobierno, sino sobre todo en su situación económica cada día más agobiante, como fruto del modelo económico de extrema explotación social impuesto al país en los años recientes, ese modelo que según el presidente Zedillo no está a discusión.

De tal suerte, sería poco atractiva una alianza sólo para postular a Fox o a Cárdenas o algún otro candidato, y deja de lado algunos de los problemas económicos sustanciales para la gente. Ciertamente, no es fácil que PAN y PRD lleguen a un acuerdo amplio en esa materia, su diferencias son grandes, pero no es imposible una plataforma económica común de los partidos. En estas páginas y en otros diarios, Julio Boltvinik y Orlando Delgado han anotado los puntos de una posible plataforma suscribible por fuerzas diferentes como el perredismo y el panismo.

En suma, la alianza es necesaria pero enfrenta serias dificultades para su rea-lización, no sólo las de método, sino las de fondo, de programa y de gobierno que no debieran ser eludidas por los negociadores de los partidos, pues si bien la alianza es necesaria, no debe ser a costa de reducirla a la simple nominación de un candidato sin más compromisos. ¿Se imaginan cómo sería Fox en el gobierno sin otros compromisos que los que pueden surgir de sus frases de caudillo de derecha iluminado?

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