* A dos años de su partida, persiste su labor
Cristina Stoupignan de Payán ''se fue sin haberse ido''
* El centro Culhuacán albergó todo lo que para ella fue la vida
Mónica Mateos y Angel Vargas * Para muchos de los hacedores de la cultura popular, Cristina Payán ''se fue sin haberse ido". Y es que la memoria de esta mujer, para quien lo imposible era casi inexistente, aún es guía de diversos proyectos.
A dos años de su fallecimiento, el Centro Comunitario Culhuacán se llenó de ''todo lo que para ella significaba la vida". El homenaje a la ''incansable promotora cultural" y educadora convocó la presencia de alegres bailes folclóricos, a cargo de un grupo femenil del Instituto Nacional de la Senectud (Insen); la música, en la sabrosa y pícara interpretación del son jarocho del cuarteto Los Parientes de Playa Vicente, Veracruz, así como los colores y el movimiento festivo de las artes escénicas del Laboratorio de Teatro Campesino Indígena.
''Una flor para Cristina'' fue el nombre de este programa interdisciplinario, que lo mismo reunió a familiares, amigos y allegados que a diversas personas que gustan de la cultura popular.
''Arte cultura y canto/ recuerdos de una mujer/ a la que el supremo ser/ le dio el poder sacrosanto/ para llenarnos de encanto/ a todo cuanto miró/ y al final nos apartó/ de su quehacer constante/ pues la vida fue un instante/ que la muerte le prestó", según la décima de Luis Ramírez, integrante de Los Parientes.
Fiesta de alegría, color y música
Con una misa en recuerdo de Cristina Stoupignan de Payán, oficiada en la iglesia del Señor del Calvario, se inició la fiesta. Sí, la fiesta, ya que ''la maestra gustaba de la alegría, del color y la música. Nunca quiso que se le recordara con llanto", indicó Francisco Ramírez Chicolín, integrante también del grupo veracruzano, quien además recordó cómo todavía en la víspera de su muerte ella escuchó los sones que tanto le gustaban.
Luego de que con gran entusiasmo las 20 integrantes del grupo de baile folclórico del Insen zapatearon al ritmo de La chipizahua, Las chiapanecas y El buey, el Laboratorio de Teatro Campesino Indígena escenificó Los colores de Federico y Guillermo, obra de María Alicia Martínez Medrano, también directora de esa compañía.
Inspirado en el poeta andaluz Federico García Lorca y el escritor inglés William Shakespeare, el montaje cuenta la historia de un par de niñas que dan vida a sus sueños mediante el dibujo.
Guiado por los deseos de las pequeñas, un puñado de arlequines baila y baila hasta que el cansancio los agota. Del mambo al swing y de lo clásico a Cri-Cri, los personajes dan vida a los trazos infantiles en un ambiente colmado de alegría, festividad y risas.
Para culminar las actividades, las jaranas, el mosquito y el arpa de Los Parientes de Playa Vicente imprimieron el espíritu jarocho que tanto agradaba a Cristina Payán, como lo manifestó en diversas ocasiones:
''Yo sería la mujer más feliz si pudiera andar cantando con los jaraneros."
Entre canción y canción, los músicos declamaron décimas en honor de su desaparecida amiga e impulsora. ''Cual recuerdo que fascina/ y hace más grande el momento/ como un niño en crecimiento/ así te has vuelto, Cristina,/ como la luz que ilumina/ el florecer de una planta./ Esta ya es tu suerte santa/ a dos años de tu ausencia/ se nota que tu presencia/ cada día más se agiganta", recitó Enrique Barona.
El trabajo emprendido por Cristina Payán sigue su curso, como es palpable en el ex Convento de Culhuacán, actual sede del centro comunitario.
Ese sitio en el que ella impulsó los trabajos de rescate arqueológico, iconográfico e histórico, así como su vinculación con la comunidad, presenta actualmente la exposición fotográfica sobre los wixarika, titulada El pueblo del quinto sol (hasta el 18 de julio), además de continuar con los talleres de son jarocho, jarana y zapateado, entre otras actividades.