* Treinta años no es una novela exaltada ni violenta, dice la narradora
Los lectores me infunden energía, impulso y temor: Carmen Boullosa
* ''No quiero repetirme y tampoco escribo en función de gustarle a los que leen mis libros''
César Güemes * Si fuera posible colocar una al lado de otra todas las libretas que ha llenado desde hace 21 años de su puño y letra, la fila le daría una vuelta entera a su casa. A cambio de esa constancia de todos los días y de mantener su trabajo como poeta, novelista, dramaturga y cuentista, el dios de los que escriben le confirió el mejor de los regalos: la asiduidad de los lectores. Carmen Boullosa inició su trayectoria con El hilo olvida, en 1978, y hoy es posible encontrar ejemplares de sus libros en alemán, inglés, italiano, francés, holandés y chino. Es parte de la mesa directiva del Parlamento Internacional de Escritores, que preside el Nobel Wole Soyinka, y ha merecido premios como el Xavier Villaurrutia o el Anna Seghers, de la Academia de las Artes de Berlín, y becas como la Guggenheim. Y aun así es difícil hacerla aceptar que en ella y en tres o cuatro plumas más descansa la representación de las letras mexicanas en el mundo actual.
De lo complejo a lo sencillo
ųEs peculiar que en este libro parte de los agradecimientos sean por un lado a instituciones literarias y por otro a su señora abuela. ƑLa ve como una institución?
ųDesde luego que lo fue. Y más que eso, fue una especie de universidad de la fábula. Era una extraordinaria conversadora. Contaba unos cuentos muy complicados de forma muy simple. Todos llenos de dobles mensajes y de cosas escondidas que ella no quería formular directamente. Casi todas sus historias me las vendía como si fueran verdad, muchas pensé que eran mentira y luego me di cuenta de lo contrario y viceversa. Aunque todos sus cuentos estuvieron eternamente botando en una cancha que era mitad real y mitad ficción, siempre tenían un sentido.
ųƑEs posible que Treinta años esconda una novela detrás de la aparente?
ųCreo que en comparación con el arte de fabular de mi abuela, esta novela es bastante simple. Claro, como todos los cuentos que escuchamos desde que éramos niños, tiene un sustrato y éste se podría contar de otra manera. Escribí este libro después de Cielos de la tierra, que es una novela compleja, con tres historias sobrepuestas. Pienso que un autor se va volviendo hijo de su propia obra y en ese sentido, la aguja de novelar en Treinta años se fue al otro polo: de lo muy complicado a lo sencillo.
ųSin embargo, ciertamente la obra comprende tres décadas y construir todo ese pasado no puede ser sencillo.
ųEscribir una novela no es fácil de suyo. Tienes que respetar las propias leyes que la novela te exige y entonces es como hacer un edificio: poner los cimientos y luego levantar cada frase que respete la estructura del todo. Vista así, nunca es sencilla una novela, no es un cuento arrojado como botella al mar. Una novela es algo afincado con su propia base y que crece. Treinta años, de esta forma, es una visita a lo que ocurrió efectivamente en el pasado de los personajes, a partir de un arco introductorio y de cierre que comienza y termina en Alemania. Ahí se habla de la infancia del personaje femenino como si fuera una confesión, como si ella lo estuviese contando para un extranjero que no conoce nada de lo que la mujer vio. No es una visita a ella misma en la cual reflexione sobre lo que le pasó, sino una invitación a quien está a su lado para darle noticia de su vida. La novela en este sentido es un artículo verbal.
ųSostener la primera persona, como sucede en su novela, debe ser complejo. Sin embargo la estructura de capítulos breves y rápidos soluciona en buena medida ese aspecto técnico.
ųIntencionalmente quería que fuera una novela murmurada. Cuando se recurre al murmullo no puedes tomar demasiado aire en los pulmones y aventarlo a grandes bocanadas. El personaje está haciendo una confesión, platicando cómo fue su mundo cuando era niña, por eso requiere narrar los hechos al ritmo del murmullo. Y es por esto que se permite incorporar las historias de otros, la descripción de su pueblo o de lo que le sucede a su cuerpo. Para mí este tono de murmullo es el más difícil. Cuando digo que es una novela sencilla es por la visita a posteriori que hice al libro. Lo más difícil para mí es ser sencilla y adquirir este tono. Mi manera narrativa natural es violenta, exaltada. Treinta años no es una novela ni exaltada, ni violenta, sino en baja voz, casi con el tono de mecedora. Conseguir eso y sostenerlo fue un reto, un ejercicio de la profesión, una novela que hice muy cerebralmente.
Conservar la emoción
ųTiene en su haber una considerable cantidad de libros. ƑEn qué momento se descubrió lo suficientemente segura para escribir uno después de otro?
ųEn realidad nunca me he sentido segura y no tengo la sensación de que escriba rápido. Lo que pasa es que escribo siempre, todos los días y un libro me lleva al otro. A Treinta años me llevó un pasaje de Cielos de la tierra, el cual desde que escribí supe que de él iba a desprenderse una novela. Soy aplicada, me gusta mi oficio. Encuentro en eso una pasión mecánica, por una parte, al corregir la frase o el párrafo, y por otra nunca pierdo la emoción, el asombro y el sentido de la escritura. No escribo con facilidad, me cuesta mucho trabajo, no tengo el puño suelto. Sé de narradores que hacen una plana prácticamente sin corregir; yo no soy así, hago una cuartilla y tengo que corregirla diez mil veces. Nunca me he sentido segura, ni creo ser una escritora en plena madurez. De forma contraria al oficio del bailarín o del futbolista, el del escritor es para viejos, uno ha de trabajar décadas para por fin conseguir lo que busca. Empecé a publicar hace sólo 21 años y espero que me resten muchas décadas para decir entonces cuál es mi libro de madurez. Quiero creer que todavía me queda mucho por delante.
ųHace ya algún tiempo me mostró ciertas libretas o cuadernos pequeños en los que iba trabajando sus libros. ƑMantiene el sistema?
ųSí, en esas libretas escribo todo, poemas, narraciones o conferencias. Luego viene el paso a la computadora, versión que imprimo y sobre el papel la vuelvo a corregir.
ųEn algunas ciudades de Europa, durante diversos festivales, hay carteles con su imagen y su nombre. ƑQué sensación le despierta un hecho así, Carmen?
ųNo es algo que se perciba de manera concreta. El escritor quiere un lector y lo necesita para tener sentido. Si hay lectores, sabes que no hablas solo. No soy una escritora de best-sellers, pero afortunadamente cuento con varios lectores en distintos lugares, que a su vez observan diferentes aspectos de mis libros.
''Sé que los lectores me proporcionan energía, me empujan y me hacen también más temerosa. Hoy ya las cosas no son como cuando publiqué mi primera novela, Ƒqué tal si doy a conocer algo nuevo y no llena el espacio de lo anterior? Además, no me quiero repetir ni escribo en función de gustarle a los lectores.''
ųƑSe sabe igualmente leída en México que fuera de él?
ųEs muy arbitrario, cada libro tiene su propio destino. De pronto cuento con más lectores en Alemania de cierta novela y menos en castellano de esa misma obra. Duerme está en segunda edición en francés, por ejemplo, mientras que en Holanda sólo tuvo una. Siento que mis libros en particular tienen un destino extraño, son intelectuales, literarios y están lejos de la fórmula para vender. No sé cómo el azar influye en todo esto. Tampoco sé a qué responde el que los lectores te sigan en varios países, y no es algo que me despierte mucho interés. Lo que me importa es saber que puedo publicar mis libros porque de otra manera me asfixiaría.
''Sé que tengo un editor porque detrás hay lectores, es una ley que prevalece hoy. Antes a la literatura no la regía el mercado. Por fortuna he sobrevivido modestamente a esa ley. Creo que eso se debe a que hay muchos dioses, uno de ellos es el de la literatura, que cuida de los escritores.''
La certeza de un oficio
ųVamos a ver: está dentro del primer circuito de la literatura mexicana, incluso fuera del país, Ƒy no lo acepta del todo?
ųSoy una autora que escribe a contrapelo. No hablo de las cosas que debería tratar una mujer escritora, no me parezco a quienes hacen artículos de exportación. Me interesan otras cosas y a pesar de eso tengo editores fuera de México. Eso se debe a un misterio. No me llego ni a intrigar sobre ello. Casi me lo pregunto hasta ahora que me lo planteas. Lo único que sé es que no tendría caminos si no contara con los editores; necesito publicar mis libros para continuar con el trabajo, para entender que la literatura es un diálogo con los otros libros y con los lectores. Ahora, soy una mujer rara, mis novelas lo mismo y también hay lectores raros. Somos muchos dentro de este otro círculo. Eso me da una alegría jubilosa. Vivimos en una época en que se habla de la aldea global, en la cual al parecer se han homogeneizado todos los gustos, y no, no es verdad. Todavía hay espacio para los diferentes, extraños, locos, perturbados o de malas costumbres. Yo soy todo eso.
ųƑNo será que quiere verse así?
ųDe veras que no, me encantaría ser sensata y tener sentido común, pero no es mi caso. Mira, cuando empecé a escribir y a publicar, mi papá cuestionaba que me fuera a dedicar a esto. Entonces hacía mi propio retrato de cómo iba a ser de más grande y me veía a mí misma sin un clavo, sin un lector, pero haciendo lo que me gustaba. Ya con eso el corazón se me llenaba de júbilo. Yo quería eso: escribir aunque nunca nadie me publicara. Tenía una certeza ciega y loca de que ese era mi oficio. En ese futuro imaginario me observaba sin hijos, sin dinero, sin compañero, y no me importaba. Y es lo que he hecho, escribir, que a su vez me da lectores y ellos me llevan a nuevos libros. Tengo hoy más ganas de escribir que cuando contaba con 15 años, más necesidad de producir novelas que a los 18, más pasión por el oficio que cuando tenía 21 y más emoción para mi siguiente libro que cuando cumplí 40.
(Treinta años se presentará el jueves 15 en el Caustro de Sor Juana ųIzazaga 92, Centro Históricoų, con una lectura a cargo de Claudia Ramírez y los comentarios de Sergio Pitol y Mario Bellatín.)