La Jornada Semanal, 11 de julio de 1999
En lo que Octavio Paz titula ``El llamado y el aprendizaje'', prólogo a la publicación de Miscelánea I. Primeros Escritos que abarca el tomo trece de la colección Obras Completas del Fondo de Cultura Económica, Paz advierte haber corregido ``escritos primerizos y de épocas tempranas, no por motivos de ideología política sino por sed de perfección''. Esta es la respuesta para quienes lo acusaron de que esas enmiendas habían obedecido a la intención de borrar las huellas de ideas y sentimientos que, dice, ``me movieron y me conmovieron en mi juventud''.
Casi trescientas páginas más adelante, leemos un artículo, publicado sesenta años antes en la revista Ruta, que dice así: ``Y allí junto a las lágrimas, en el corazón secreto de la madera, en el canto agrio y desgarrado de los panes, allí, en el mundo de lo real, de lo real hasta la desesperación, encontró la Poesía a Pablo. A Pablo, llamado poéticamente Neruda. Y su poesía no fue nunca un poema, un hermoso poema, sino un fluir vivo, vencedor, apasionado hasta hundirse en el fondo de la materia sonora y silenciosa; un fluir espeso, impuro, como una gran y confusa corriente trágica, semejante al parto de las mujeres, al fuego de los volcanes, al esperma del hombre, persistente como la sangre, poderoso como la lava o el aire de transparente pecho y con el candor, el misterio inocente de la piel del mundo: la piel del hombre, la piel de los caballos, la piel del vino, la del mar, la de la melancolía. Poesía lunar y solar, del cielo, del subcielo y del sobrecielo.''
Este inmenso elogio, despojado de toda segunda intención, de una prístina honestidad y de una clara admiración expresada sin ambages, fue publicado en 1938, y ha llegado hasta las páginas de este volumen incólume, intacto, como si hubiera sido escrito ayer, como si después de eso no se hubiera dado, entre Paz y Neruda, un alejamiento que los colocaría casi en las antípodas del pensamiento político. En ``Pablo Neruda en el corazón'', que es el título de este artículo, dice Paz del poeta chileno: ``Cuando quiso dar su testimonio encendido del amor, fue el amor, el amor desesperado. Cuando quiso penetrar la madera, fue la madera. Conciencia del mundo, es el mundo.''
Difícilmente puede uno imaginarse que se haya hecho una corrección en este texto, que no fuera -tal como lo afirma Paz- por un prurito de perfección. Y no hay notas al pie de página con las que Octavio hubiera querido señalar una exageración o precipitación en su juicio, al llamar a Neruda ``conciencia del mundo''. Una conciencia que, como sabemos, no tardó mucho en ser subyugada por Stalin.
Toca a los acusadores a los que Paz se refiere sin mencionar sus nombres, presentarnos, antes y después de ser corregidos, los textos que se supone cambió Paz por motivos políticos. Sólo entonces sabremos qué tan cierto fue eso y, de serlo, qué tan grave.
Por lo pronto, sólo puedo atenerme al volumen presente que, sin embargo, algo dice, o mejor, mucho, de esa generosidad de Paz hacia otros escritores, artistas e intelectuales, que brilló, intensamente, en numerosos escritos suyos. Esta colección de textos nos habla, también, de su sentido común: él mismo nos recuerda: ``Se acostumbra publicar ahora todos los textos de un autor, incluso si en vida prohibió expresamente que se dieran a la publicidad algunas de sus obras. Repruebo la costumbre pero, no tengo más remedio, me pliego a ella: si yo no publico estos poemas y artículos, lo harán otros.''
Esta actitud, además de responder al sentido común, como decíamos, obedece también a la astucia. Octavio no menciona escritos inéditos: de hecho todos los textos del presente volumen fueron publicados alguna vez, tanto en periódicos -El Nacional y Novedades entre ellos- como en revistas: Futuro, Artes Plásticas y, desde luego, las propias que fundó o contribuyó a fundar el poeta, como Taller y Barandal.
En otras palabras, no sabemos, no sabremos quizás nunca, si hubo textos inéditos de los que se avergonzara Octavio y que él haya eliminado, si bien sí nos advierte: ``no guardo los poemas escritos antes de los 17 años: algunos los destruyó mi mano: los más, la del tiempo''.
Enrico Mario Santí es una de esas personas que, supongo, habría recopilado y publicado los escritos primerizos de Octavio Paz, si se le hubiera ocurrido tal cosa una vez desaparecido el poeta. Por fortuna Octavio disfrutó, como sabemos, de una existencia longeva y Santí obtuvo de él la autorización para publicar los textos juveniles. Octavio Paz cuenta que se dejó ganar por la idea tras pedirle a Santí una selección rigurosa. ``Leí la recopilación -nos dice Paz- con sorpresa, rubor, angustia, incredulidad...'' Agrega después que apenas si se reconoció en esos escritos, pero que negarse a publicarlos habría sido una ingratitud y falta de respeto a los desvelos de Santí, cuyo ensayo preliminar merece sus elogios. Desconozco este ensayo y me queda una duda: ¿Es ésta una rigurosa selección de los escritos juveniles de Paz, como éste lo solicitó a Santí, en cuyo caso la obra estaría incompleta en este sentido... o fueron publicados en este volumen en su totalidad?
Esos escritos y textos de juventud se dividen en poesía y en prosa. De poesía, el tomo 13 de las Obras Completas contiene los ``Primeros Poemas'', ``Luna Silvestre'', ``Primer Día'', ``Raíz del Hombre'', ``Bajo tu Clara Sombra'', ``Noche de Resurrecciones'', ``A la Orilla del Mundo'', ``Entre la Piedra y la Flor'' y ``Cantos Españoles''. La segunda parte contiene la prosa -Primeras Letras- y también ``Vigilias: Diario de un soñador'', ``Testimonios'', textos que aparecieron en las revistas mencionadas y en otras como El hijo pródigo, Tierra nueva y Letras de México, y una amplia sección de los artículos publicados en el diario Novedades. Textos, todos, que están incluidos en el periodo que va de 1930 a 1943. O sea, la obra producida por Paz de los 16 a los 29 años de edad.
La publicación de un volumen como éste resulta siempre en una paradoja: es lo primero que escribió el poeta; es lo último que leemos de él. Y esto nos hace caer en ciertas interrogantes, algunas un tanto cuanto ociosas. Por ejemplo, preguntarnos si podemos descubrir algunos atisbos del genio en esos escritos juveniles. En otras palabras, si encontramos ya allí la madera del gran poeta y ensayista. O preguntarnos en qué enciclopedia de hoy día, en cuál antología, en cuál historia de la literatura aparecería el nombre de Paz, si su vida hubiera sido tronchada a los treinta años de edad.
Otra alternativa que podría plantearse sería la siguiente: la publicación póstuma de unos textos juveniles, ¿ilumina la obra posterior o es iluminada por ella? ¿La ensombrece o es ensombrecida por ella? Desde luego, reitero, son preguntas más bien ociosas, y nadie nos obliga a sujetarnos a estas situaciones extremas, sin matices.
En mi opinión, la palabra ``madera'' y su entrada en ella, a propósito del poema de Neruda, y de su significado metafórico de ``cualidad'', le viene como anillo al dedo a Paz, cantor por excelencia del árbol y sus infinitas ramificaciones, símbolos, voluptuosidades y significados verdaderos o inventados, y él mismo, el poeta, árbol gigantesco de las mil ramas: una por cada poema, árbol del millón de hojas, una por cada palabra, árbol del sol y de la luna, de frutos redondos como la noche y como el día y siempre de concisa y suculenta pulpa deslumbrante.
Pero vuelvo a poner los pies en esta realidad, en este trozo de realidad que, por lo pronto, existe, y que es la publicación del tomo 13 de las Obras Completas.
No encuentro -ésta es mi humilde opinión-, en estos poemas primerizos ninguno al que se le pueda considerar cursi, por ejemplo, o flojo. Salvo, quizás, los ``Cantos a España'', que se antojan tibios, ante la inevitable tentación de compararlos con los poemas que, sobre la misma España de la guerra civil, escribieron poetas como el propio Neruda y César Vallejo. Pero entonces Vallejo tenía 42 años, Neruda 34 y Octavio 24. De modo que, por lo que al resto se refiere, yo diría que la madera, sí, la materia del poeta, está aquí. Verde, pero sustanciosa y perfumada: promete lo que después cumplirá con creces. Bien plantadas en la tierra, están las raíces de ese futuro tronco del poeta y del hombre, y él lo sabe: afirma su vocación al escribir, y más tarde descubrir él mismo los poemas que, bajo el título Raíz del hombre, publicó en Ediciones Simbad en 1937. Es en estas páginas donde por primera vez, con una fuerza definitiva y nítida, se encuentran en la obra del poeta la mujer y la muerte. Es también él mismo quien, en la parte primera de los textos titulados ``Vigilias'', cita fragmentos del poema y lo glosa: ``Estamos -dice- cercados por la muerte, y cuando queremos huir de su sitio terrible caemos, otra vez, en sus aguas desiertas, en su sueño suavísimo...'' Y más tarde se pregunta: ``¿Quién conocerá los límites de la muerte? ¿Quién los del amor?... Sus aguas se juntan en un solo sitio, más allá de todo tiempo; se confunden, se mezclan, y siempre, a través del amor, como una secreta e invisible presencia, escuchamos, palpamos la muerte.''
Y a esto, renglones más adelante, sigue la cita, completa, del poema número quince de Raíz del Hombre:
Curiosamente, según se nos dice sin mayor explicación en esta edición del Fondo de Cultura Económica, y a excepción de los poemas, I, III y IV de Raíz del Hombre, todos los demás -incluido por lo tanto en ellos este decimoquinto texto- fueron eliminados de las sucesivas ediciones de Libertad bajo palabra -después de la edición de 1960-, así como de la Obra poética.
En los textos en prosa, Octavio se ocupa de numerosos personajes mexicanos y extranjeros. La lista es larga. Podemos mencionar algunos de ellos: Max Aub, Xavier Villaurrutia, Rafael Solana, Bergamín, José Moreno y Villa, D. H. Lawrence, Neruda desde luego, Manuel José Othón y Leopoldo Zea. Y por primera vez escribe no sobre pintura, pero sí sobre pintores, los dos jaliscienses: Juan Soriano y Guerrero Galván.
También en estos textos se perfilan, se asoman, algunos de los temas que después habrá de desarrollar Octavio Paz en ensayos magistrales que nunca dejarán de tener un alto valor poético. No es difícil, por ejemplo, descubrir aquí las semillas de El laberinto de la soledad. Es en las páginas que dedica a Bergamín, cuando a propósito de una frase de éste: ``Los tres enemigos de la novela son la moral, el psicologismo y la historia'', Paz dice: ``La historia, en México, se llama costumbrismo realista, fidelidad a una realidad falsificada.'' Antes, en un texto sobre el Régimen de Vichy, Paz había fustigado al nacionalismo, calificándolo de estafa, tal como lo hará después en el artículo titulado ``Arte tricolor'' en el que ataca el nacionalismo a la fuerza y a ultranza, así como lo que llama ``el afán de nacionalizar el arte''.
Varios artículos más de estos textos primerizos se ocupan de la realidad -y, podríamos decir, de la irrealidad y la surrealidad mexicanas. Muchos años antes de la aparición de la Fenomenología del relajo de Jorge Portilla, Paz se ocupa del nacimiento y auge de un fenómeno mexicano ingrediente de aquél: el ``vacilón'': ``A los mexicanos -dice- nos han vacilado mucho a través de toda la historia... nosotros mismos nos vacilamos''... Y agrega: ``México es un país vacilante, donde vacilan el suelo y el subsuelo, las leyes, las instituciones, los decretos, las conductas, las convicciones....''
En una época -1943- en la cual la palabra ``chingada'' no podía aparecer impresa en un periódico (hoy, por desgracia, nos hemos ido al extremo y la vulgaridad triunfa en todas sus formas), Paz titula un artículo: ``¡Viva México, hijos...''; en él afirma que esta exclamación -completa, desde luego-, no es sino un grito vacío lanzado en el vacío... ``A veces -escribe- sacrílegamente he pensado que ese grito, allí frente a la iglesia, madre de los hombres (se refiere en realidad a las iglesias de las plazas principales), era la respuesta nihilista de un pueblo desamparado... El mexicano se proclamaba -o proclamaba a los que lo rodeaban- descendiente de una palabra vacía, hueca, inefable como la nada...'' Mucho debió, sin duda, meditar Paz sobre esta palabra, porque siete años más tarde, en El laberinto de la soledad, no sólo aparece llena de sentido, sino también expone sus múltiples derivaciones.
Asimismo encontramos los orígenes de este ensayo magistral en artículos como el titulado ``La mentira en México'', donde Paz dice: ``Somos un pueblo triste, pero nadie gasta más que nosotros en fiestas; somos un pueblo manso, pero todos los días nos matamos.'' Palabras aparecidas hace 56 años. Y cito una vez más: ``Nuestra vida diaria sería inexplicable sin la mentira que la alimenta, la hipocresía que la vela y la complicidad de todos los que no nos atrevemos a denunciar nuestra miseria y pequeñez. La mentira inunda la vida mexicana: ficción en nuestra política electoral; engaño en nuestra economía, farsa en el movimiento obrero, mentira en la política agraria, en las relaciones amorosas, en el pensamiento y en el arte...''
Y bueno, muchas cosas más se pueden decir de estas obras primerizas. Quisiera terminar con uno de los varios sonetos que aparecen en el tomo trece de las Obras Completas, y que muestran la madera que ya tenía Octavio Paz para la rima, la métrica y la acentuación. Materia y madera de orfebre, y de genio de la literatura de habla castellana...