De la dispersión a la concentración. Concentrado, sólo el caldo de pollo Knorr Suiza, diría mi mamá; sin embargo, este es el subtítulo del ciclo Narrativa mexicana y rock, que el Instituto
Fiebre de fin de milenio. Cómo estará la cosa, que hasta la Delegación Coyoacán y Los Folkloristas andan anunciando que estos primeros dos mil años (y si nos apendejamos, los últimos) de nuestro calendario occidental se nos van. Los Folkloristas, por lo menos, apelan a nuestra Memoria milenaria (así se llama su nuevo espectáculo), que evocan este sábado 17, a las 17 hrs., en la Casa de la Cultura Ricardo Flores Magón (Calzada de la Virgen y Canal Nacional, Col. del Carmen, Coyoacán), y el sábado 31, a las 13 hrs., en la Alameda Sur (Canal de Miramontes y Calzada de las Bombas). La entrada es libre. Si queremos seguir subsistiendo como comunidad, sean cuales sean las formas que adopten las nacionalidades, las etnias o las repúblicas, sería bueno recordar que parte de nuestra identidad subyace en el fondo común que compartimos en estas tierras americanas: el ritmo, la cadencia, la nostalgia de las numerosas etnias que las fatigaron (y aún malamente las fatigan), para la indiferencia de los unos y el ferviente sectarismo de los otros. Asista usted, posmoderno(a) lector(a), para comprobar que si algo tenemos de milenario es nuestro pasado. (Aclaro que no es el bucolismo -que algo tiene de inmovilismo y, por tanto, de reaccionario- lo que ensalzo sino la memoria de la especie, simplemente.)
Más allá del 2000. La revista Generación nos envía su número 23, correspondiente a mayo-junio, que luce en su portada un modelito (de ropa) muy futurista pero un poco incómodo, pero una modelito (de carne y hueso, sobre todo lo primero) muy atractiva, cuyo bien diseñado ombligo de entrada agradecemos. Todo ello, con pretexto de sus ``Historias del 2025'' (de los androides a la Guerra de las Secuelas). Para los fans de la generación beat, hay un inédito de Jack Kerouac, traducido por su infatigable divulgador Jorge García-Robles. Colaboran en este número, entre otros, Juan Villoro, el único y original Joserra, Guillermo Fadanelli, Lourdes Almeida con un portafolios paladeable, Macario Matus con las predicciones juchitecas del 2025 (que deben estar llenas de güeva y sensualidad, como corresponde a esa región del Istmo), y un cuento de Sandra Bermúdez cuyo título nos cuachalanga: ``Unas enormes, enormes TETAS'' (una tímida crítica: la foto que lo ilustra, aunque muy bien tomada por Ernesto Lehn, nos presenta unas desas para nada enormes, más bien de un tamaño muy manipulable, si mi mujer me permite la expresión). En resumen, que el número está bien balanceado y agradable, además de que la edición y el diseño son impecables.
Saber sirve. El Instituto Mexicano de Cooperación Internacional, dependiente de la Secretaría de Relaciones Exteriores, tiene el gusto de invitarlo a usted, jicarero(a) lector(a), al Reconocimiento al Maestro Gorky González, alfarero mexicano de fama internacional. Su obra se ha exhibido en Estados Unidos, Japón, Francia, Brasil, Costa Rica, Egipto, Alemania, España y Canadá, entre otros países. Instalado en su taller de Guanajuato, el Maestro González exporta a todas las regiones del mundo. La cita es en Paseo de la Reforma 175, esq. con Támesis, Col. Cuauhtémoc, el jueves 15, a las 18 hrs.
Carlos García-Tort
Estimulado por los planes de Luis de Tavira y su monasterio para actores (ojalá que le salgan bien), me puse a recordar algunos momentos de mi errático paso por los escenarios. Pensé primero en ``Los Cómicos de la Legua'', grupo que eché a andar a fines de 1959 en el atrio de ese prodigio del barroco semimorisco que es la iglesia de Santa Rosa de Viterbo en Querétaro. El grupo todavía funciona en su ``corral'' queretano. Poco queda del proyecto original que incluía obras de Lope, Ruiz de Alarcón, Cervantes, Quiñones de Benavente, Quevedo, Lope de Rueda; farsas francesas de la Edad Media y una amplia miscelánea compuesta de obras del Teatro del Absurdo (Ionesco, Adamov, Beckett, Tardieu), algo de Pirandello, Betti, Baroja, García Lorca, Schwartz, Albee, Chéjov, Moliere, Sastre, Novo, Azuela, Mendoza, Arriola, Alcocer... La poesía en voz alta fue muy importante para la tarea de formación actoral. Se teatralizaban poemas de Manrique, Garcilaso, Sor Juana, San Juan de la Cruz, García Lorca, Thompson, Eliot, Claudel, López Velarde... Se recorrían los barrios de Querétaro, se giraba por el estado y se acabó visitando todo el país, muchas naciones de América y varias ciudades europeas. No veo en todo esto grandes aportaciones al arte teatral de parte de los ``cómicos'', pero sí un trabajo honesto, digno, entusiasta, que lleva ya cuarenta años y ha resistido fracturas internas, presiones sociales, agresiones institucionales y numerosos fracasos teatrales que contrastan con un pequeño grupo de aciertos (su permanencia es en sí una virtud, como lo fue su presencia en la vida social de Querétaro. Hace poco recordábamos que los niños del barrio de Santa Rosa tenían memorizadas obras como la farsa de Pathelin y, a veces, acudían en auxilio de los actores desmemoriados). Los pueblos del estado esperaban las periódicas visitas del grupo y gozaban de manera muy especial las obras que integran el Retablillo jovial de Casona, adaptaciones de textos clásicos que fueron estrenadas por las ``Misiones Populares'' en la época de la República Española. Este grupo, junto con ``La Barraca'' de García Lorca, fue la inspiración primordial de los ``cómicos''. Nada piensan hacer los actuales miembros del viejo grupo para celebrar los cuarenta años de su institución. Hacen bien. Nada agregan a esta historia la pompa y la circunstancia de las recordaciones. Tal vez lo mejor que puedan hacer sea meditar en la ya larga trayectoria de lo que podríamos llamar un grupo teatral comunitario (recordemos que en los Estados Unidos, estas organizaciones realizaron una interesante labor de difusión cultural. Es ocioso decir que fueron desmanteladas por el ogro neoliberal). Por esta razón forma parte de la vida de su ciudad y, entre otros aspectos pintorescos, provocó en los escenarios españoles una reacción de perplejidad al decir el verso clásico con el acento regional. Paco Rabell, Ignacio Frías, Roberto y Juan Servín, María Elena Cisneros, Aurelio Olvera y los ya idos Carmen Cepeda, Raúl Lucio y Manuel Losada, fueron algunos de los iniciadores y continuadores (un continuo hecho de rupturas y restauraciones) de la idea del grupo. Mucho aportó Jorge Papadimitriou Galván, delegado del INBA, al unirse generosamente al esfuerzo cómico y entregar sus conocimientos y su talento creativo a unos aficionados casi profesionales. A esos nombres se unen otros muchos (tal vez cientos) para dar los testimonios de cuarenta años de ``recorrer la legua''. Con tres barbas postizas, una iluminación (salud, Luis Rabell y Eduardo Guillén) de milagrería y un par de capas, los cómicos cumplieron alegremente su vocación teatral. Tienen razón Zermeño, Obregón y otros críticos del grupo: nada ha aportado al teatro universal... sólo su amor a ``la farándula y a la carátula'' y su voluntad de ``jugar'' en el más arriesgado sentido de esta palabra que, en otras lenguas, significa ``hacer teatro'' y entregarse sin reticencias al fantasma, al personaje, a la máscara, a la vida que dura lo que dura la puesta en escena y es, en ese momento, más intensa que la vida cotidiana. Mejor así, en silencio. Algo hay que celebrar, pero... Hugo Gutiérrez Vega
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Para insultar a Venustiano Carranza, Salvador Díaz Mirón, que era poeta y huertista, es decir, eximio artista y confuso ciudadano, rebuscó entre las palabras y desenterró la ofensiva voz ``iguedo''. Y, al fin poeta, así le decía en sus artículos del Imparcial, que, por mandato del dictador, dirigía, ``iguedo''. Curioso denuesto, porque si a ti te dicen, con brusquedad, ``eres un iguedo'', no sabes qué pensar ni hacer. Es decir, no es un buen insulto. ¿Qué clase de injuria es la que tienes que descifrar en el diccionario? ¿Y qué dice el diccionario? Dice: ``Igüedo, voz de origen incierto, animal cabrío de unos dos años.'' ¿Cabrío?, ¿dos años ya? Ah, vamos, te están diciendo, mutatis mutantis, que eres un ``cabrón''. Palabras de la Revolución Mexicana. A mi abuelo materno, que peleó en la Revolución del lado del señor Carranza, como él le decía, le molestaba que se hubiera acuñado el verbo ``carrancear'' como sinónimo de ``robar'', así en ``se lo carranceó'' como diciendo ``se lo quedó de mal modo''. Pero volvamos a Díaz Mirón. Como era colérico y violento, hablar con él tenía sus riesgos. Era escrupuloso hasta el delirio en puntos de honor y podías ofenderlo fácilmente, aun sin querer. Y una de sus máximas fue ``al que me ofende, le pego, y al que me pega, lo mato''. Ahora, supongamos que estás tú hablando con él y algo le dices en mala hora y él se vuelve pálido, irritado y te grita, como solía gritar: -Me está ofendiendo usted, retráctese incontinenti. Tú, claro, te quieres retractar, no querías ofenderlo ni quieres pleitos (un duelo a primera sangre, imagínate), pero ¿qué quiere decir eso de incontinenti? A ti te suena a ``incontinencia'', como en ``incontinencia urinaria'', pero ¿cómo se retracta uno sin continencia?, ¿está pidiéndote acaso que te retractes y te orines? No, no puede ser. Y no puedes decirle: -Me retracto, señor, pero ¿qué quiere decir eso de incontinenti? Porque puede creer que te estás burlando de él, así que lamentas haber estudiado tan mal etimologías griegas y latinas en la preparatoria. ¿Qué quiere decir, pues, incontinenti? Nada del otro mundo: incontinenti viene del latín y quiere decir ``al instante'', ``de inmediato''. Esto es, lo que te exige el iracundo poeta es que te retractes al instante, sin dilación ninguna. La combinación ``igüedo incontinenti'' no hace sentido. Equivale, por ejemplo, a ``ganso incontinenti'', esto es ``ganso al instante''. ¿Por qué no hace sentido? Porque ``al instante'' modifica verbos y ``ganso'' no es verbo. Así, ``vete al instante'' tiene cabal sentido. Pero podríamos construir fácilmente una situación en que ``ganso incontinenti'' tenga sentido. Por ejemplo: -¿Qué va usted a comer? -pregunta el mesero. -Ganso incontinenti -responde Díaz Mirón, que trae hambre. Y el mesero, que fue seminarista y aprendió sus latines, comprende la orden y se apura con el pedido. Entonces, ¿``ganso incontinenti'' tiene sentido? Sí y no: sí cuando la construcción es elíptica de ``traigo ganso al instante''. Esto es, el mesero pudo comprender la orden porque incluyó mentalmente el verbo ``traer'' al oírla, es decir, la entendió elíptica. Qué curioso es el idioma: si a algo suena incontinenti es a desbocado, sin control, ingobernado. Y esto ofrece posibilidades más interesantes, creo, que entenderlo rectamente como ``al instante''. La frase ``el fantasma apareció al instante'' es trivial y predecible; no así el endecasílabo: Apareció desbocado el fantasma, Un ``fantasma desbocado'' es intrigante, esto es, un fantasma sin control, ingobernado (lo que da por hecho que los fantasmas obedecen no sé qué control o gobierno de naturaleza desconocida). ¿No busca la poesía estas combinaciones inesperadas, sugerentes, sonoras? Eso es lo que Díaz Mirón sabía hacer. Pellicer lo visitó emocionado en su destierro en La Habana (a donde huyó cuando el Iguedo derrotó a Huerta) y esto cuenta en una carta ya célebre: ``Allí tuve la dicha insigne de conocer al y tratar al colosal y maravilloso Salvador Díaz Mirón. De su conversación torrencial y deslumbrante, guardo un recuerdo cenital. Me recitó muchos poemas nuevos, que me hicieron afirmar mi creencia de que Díaz Mirón es un poeta sin decadencia, a pesar de sus sesenta y cinco años. `El vespertino viento mueve ánima y hoja.' ``Con este hermosísimo verso se inicia uno de los poemas nuevos que el gran poeta me recitó en una noche viva por siempre en mi existencia. Esa noche lloró él mucho por México, y yo me conmoví hasta los abismos.'' Aquí lo dejamos.
Habla mucho y no necesariamente bien de nuestra sociedad, que el asesinato de Paco Stanley haya levantado tantas olas. A estas alturas, nuestro status quo es tan delicado, que cualquier desajuste leve a la tapadera de la atarjea provoca que la mierda salga como de un géiser, manchando docenas de reputaciones. Bastaba apreciar la cobertura televisiva del hecho para darnos cuenta de ello. Aún tibio el cadáver del animador, ya se había echado a andar un fascinante circo de morbo, amarillismo, histeria colectiva y oportunismo político. Según se ha comentado ampliamente en los medios más diversos, las dos principales televisoras protagonizaron un vergonzoso mano a mano para ver quién aprovechaba mejor las trágicas circunstancias. Que Televisa se haya visto sobria fue una mera consecuencia del contraste. TV Azteca fue tan excesiva en sus catilinarias contra el gobierno del Distrito Federal, culpándolo casi directamente de la muerte de Stanley, que la indignación semejante de los Zabludowsky y Guillermo Ortega, entre otros televisos, pasó inadvertida. La agenda política de la llamada televisora del Ajusco se hizo bastante clara. Una vez que Javier Alatorre y ese Savonarola de cuarta, Jorge Garralda, hicieron su numerito, lo que siguió fue un espectáculo grotesco e involuntariamente chistoso: en el mismo foro donde Stanley grababa su programa, se reunió a varios conductores y actores telenoveleros de la empresa para que, al aire, expresaran su duelo e indignación dentro de una insólita partida de linchamiento, salpicada con lágrimas de cocodrilo. Unos sacaron a relucir una ideología que hubiera parecido extremista en el medioevo, otros apenas consiguieron ligar dos frases coherentes, mientras algunos actores parecían sentirse en un taller de improvisación: ``A ver, este es un ejercicio de Rabia Consternada.'' Al menos esos oradores tienen la excusa de no haber preparado su discurso. No puede decirse lo mismo del presidente de TV Azteca, Ricardo Salinas Pliego, quien pronunció una filípica tan vehemente como irresponsable (``¿de qué sirve votar?, ¿para qué pagamos impuestos?''), bajo un ensayadísimo juego de cámaras para efecto dramático. Afuera, en las calles, las cámaras registraban entre la gente una manifestación similar de indignación. En este caso, la motivación no era tanto política sino emocional. La brutal muerte de un personaje popular como Paco Stanley, de presencia diaria en los hogares mexicanos, se sintió mucho más cercana que la de un político como Ruiz Massieu. Y, en el contexto palpable de la inseguridad y la ineficacia policiaca, sirvió para detonar un sentimiento colectivo de frustración e impotencia. Lo que las televisoras decidieron ignorar fue la evidente naturaleza del asesinato de Stanley: una ejecución planeada, susceptible de ocurrir en el lugar más civilizado y seguro del mundo, según lo demostró el asesinato de Olof Palme en Suecia, por ejemplo. Ese detalle permitió a las autoridades una pronta revancha. No se necesitó buscar con ahínco para descubrir que la víctima tenia mucha (coca) cola que le pisaran. El día de los hechos, un telespectador ignorante de la realidad nacional hubiera pensado que el asesinado era el equivalente mexicano de Gandhi. Un día después, revelados los posibles nexos de Stanley con el narcotráfico, el tono cambió radicalmente. En plena campaña ``Vive sin drogas'', TV Azteca hizo lo posible por salvar el honor, con un comunicado cuyo argumento, en pocas palabras, era que un drogadicto necesitaba ayuda, no balazos. (Posteriormente, la entrevista sumisa a Salinas de Gortari no ayudó a restaurar la credibilidad de la empresa.) Esa es apenas una revisión somera de lo ocurrido en la primera semana. Pero el fenómeno da para un libro, en el que debe incluirse la prioridad que tuvo la noticia en los medios, desplazando hechos algo más importantes como el cese al fuego en Yugoslavia; el cuestionamiento a la postura de TV Azteca desde el programa Entreversiones de Canal 40, ahora de su propiedad (las contradicciones del sistema, digamos); y el efecto macabro de ver al difunto en acción, en repeticiones luctuosas de algunas emisiones de Una tras otra (¿quién escogió ese segmento donde un brujo le auguraba a Stanley un propicio y afortunado 1999?). Ni en sus fantasías más narcisistas, Paco Stanley pudo haber adivinado que su muerte provocaría un show complejo, polémico, entretenido... y con tanto rating.
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