Mientras la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) emitía, el 12 de mayo, el fallo que permite la libre sindicalización, Fernando Espino Arévalo empezaba a sentirse incómodo. Antes, no le importaba que sus eternos opositores en el sindicato del Sistema de Transporte Colectivo Metro solicitaran una y otra vez su registro ante el Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje. Sabía que siempre se les negaría.
Sabía también que la posibilidad de que formaran otra organización existía desde 1996, año en que -también la Suprema Corte- determinó que los sindicatos de organismos descentralizados pertenecientes al apartado B de la Ley Federal del Trabajo, podían pasar al apartado A. Pero además tenía conocimiento que hacer ese movimiento implicaba reducir sus prestaciones laborales.
Sin embargo, el día en que la SCJN determinó que en el apartado B podían coexistir más de un sindicato se preocupó y comenzó a tomar medidas preventivas.
Por ejemplo: ``El director de recursos humanos, Rubén González, ha comentado que el sindicato de Espino lo ha presionado para que no exista otro interlocutor ante la autoridad que no sea el oficial'', dice el secretario general de la Asociación Sindical de Trabajadores del Metro (ASTM), José Antonio Rojas, una de las organizaciones que demandó su registro.
La víctima
El sindicato que hoy encabeza Espino ha servido para apoyar a candidatos priístas. Su lealtad ha sido redituada. El dirigente se mantiene en la dirección nacional de la Federación Sindical de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE) desde hace 19 años y ha sido dos veces diputado federal. Una tercera posibilidad la perdió en 1997, ante el perredista Benito Mirón Lince.
Como brazo del PRI en el Metro, detalla Stalin González, otro de los disidentes, Espino Arévalo formó la asociación de profesionistas técnicos, ``y a todos los registró en el Revolucionario Institucional el día en que se constituyeron como grupo''.
Más allá de los beneficios políticos, el sindicato ha servido -según los opositores- para encubrir actos de corrupción, amenazar a la disidencia de los trabajadores de base, y forzarlos a desistir de sus movimientos democráticos.
Sus formas de presión han sido, por ejemplo, no pagar horas extras, solicitar cambio de horarios, o en su caso exigir su despido, como ocurrió con Stalin González, Horacio Jiménez e Ignacio Iyescas, miembros de una de las corrientes disidentes.
La historia de corrupción es vasta, pero a la fecha ni disidentes ni autoridades la han podido comprobar.
Espino Arévalo responde: ``Son tantas las cosas que se dicen. Pero pregunto, ¿cómo un representante sindical tiene injerencia en las compras? ¿Cómo?''
Ante la oportunidad, tres grupos opositores han decidido solicitar su registro como nuevos sindicatos.
Una opción, no mayoría
En 1977 Carlos Estek Díaz, quien encabezaba la directiva del sindicato del Metro, dejó en su lugar a Fernando Espino Arévalo mediante unas elecciones amañadas. Desde entonces, la lucha de los trabajadores en contra del ``líder moral'' no ha parado.
Ignacio Iyescas, Pedro Moreno, Jesús Garrido, Angel Jiménez, Horacio Juárez y Gloria Delgado, entre otros, han intentado acabar con ``el cacicazgo'' de Espino, pero todo ha sido en vano.
Durante el reciente cambio de directiva, el grupo disidente intentó participar. Sin que se enterara, el 15% de firmas de apoyo que requería aumentó a 25%. Con ello la disidencia no pudo participar.
Cuando ello ocurría, la SCJN ya había fallado en pro de la libre sindicalización. ``Así es como decimos crear el Sindicato Democrático de Trabajadores del Sistema de Transporte Colectivo (SDTSCT)'', explica Stalin González.
El 2 de julio, el Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje respondió a su petición de registro: ``Faltó enviar los objetivos de la organización y el nombre de sus integrantes''.
Pedro Moreno, secretario general del sindicato, está feliz. Dice que ello no es una negativa y confía en que pronto se les dé el registro.
``Nuestro objetivo no es pelearle a Espino las condiciones generales de trabajo. Sólo queremos la interlocución con las autoridades'', dice.
El SDTSCT cuenta con 150 seguidores, ``pero cada día vienen más. Nuestro interés no es reivindicarnos como mayoría, sino como una opción'', dice Pedro Moreno. Y es cierto. Por lo menos en número de afiliados nada pueden hacer ante los 9 mil 425 votos que logró Espino en las pasadas elecciones de junio.
La otra disidencia
El segundo grupo es encabezado por María del Carmen Servín.
Apoyada por Francisco Ortiz Ayala y Francisco Serna, diputados locales del PRD, Servín se define como ``democrática''. Critica abiertamente a Espino Arévalo y asegura que su única pretensión es destituirlo para encabezar las demandas de los trabajadores.
Expulsada del sindicato oficial desde 1991, Servín es considerada por Espino Arévalo ``una floja que tiene 18 años laborando en el Metro y de los cuales ocho se los ha pasado incapacitada''.
Servín formaba parte de la llamada Alianza -grupo opositor a Espino que surgió en 1997-. En ella también estaban quienes hoy encabezan el SDTSCT; sin embargo, la cercanía de la joven dirigente con miembros del PRI provocó que caminaran por rumbos distintos.
En una ocasión, ``Servín dijo a los trabajadores: `Ya tenemos la anuencia de la FSTSE, del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y de la Secretaría de Gobernación para destituir a Espino Arévalo'', recuerda Stalin González.
``Incluso, a nosotros mismos nos llegó a comentar que ya traía línea de Gobernación para dar el charrazo'', recuerda.
Servín lo niega. Asegura que detrás de ella hay 10 mil trabajadores de base que la apoyan. Pero esos trabajadores no aparecieron el 5 de julio, cuando tomó protesta como nueva secretaria general del Sutrad. Si acaso asistieron 100 trabajadores. Quien sí hizo acto de presencia fue un supuesto ``representante'' de la Secretaría de Gobernación, Ernesto Marcelín Román, quien avaló al nuevo sindicato y no escatimó halagos para Servín.
El sandwich
``No tenemos los salarios de los directivos ni las prestaciones de la gente de base. Somos el jamón del sandwich del metro'', dice José Antonio Rojas Herrera, secretario general de la naciente Asociación Sindical de Trabajadores del Metro.
Trabajadores de confianza, los miembros del ASTM están hartos de su situación laboral indefinida y del acoso de Espino Arévalo, quien insiste en ``basificarlos''. Por ello, aproximadamente 400 empleados iniciaron el año pasado el trámite para obtener el registro de su sindicato.
``El interés de Espino por nosotros no es para ayudarnos, sino para que no constituyamos un sindicato alterno al suyo'', dice Rojas Herrera.
La animadversión de Espino Arévalo hacia los empleados de confianza no es gratuita. Fueron ellos quienes a inicios de la administración y ante la amenaza del ``líder moral'' por parar el metro, presentaron a las autoridades capitalinas el plan de contingencia que permitiría la continuidad del servicio.
Del plan tuvieron conocimiento Rosario Robles, secretaria de gobierno; Saúl Escobar, subsecretario de Trabajo, y Pedro Luis Benítez, entonces director del Metro.
``Ahí decíamos que con la participación de 300 trabajadores -nosotros y los democráticos- podíamos mantener el servicio''.
Los trabajadores de confianza, respaldados en el fallo de la SCJN de 1996, solicitaron su registro ante la junta Local de Conciliación y Arbitraje en 1998.
La junta se declaró incompetente. Entró al quite la SCJN, que determinó que es aquella la que debe dar cauce al registro. A pesar de que el fallo ocurrió el 9 de abril, hasta el momento la decisión de la Corte no ha llegado a la junta. ``Creemos se trata de un problema político, porque las mismas autoridades del Metro nos han dicho que hay mucha presión de Espino para que no se no reconozca'', dice Rojas Herrera.
El conflicto entre los tres grupos que esperan su registro y Espino Arévalo tiene su origen no sólo en las diferencias sindicales, también en el apoyo que la disidencia ha dado al gobierno.
En enero pasado, luego de que el gobierno federal había anunciado un aumento salarial de 14% a los burócratas, Cuauhtémoc Cárdenas ofreció 18% a los empleados del gobierno capitalino. Espino Arévalo aprovechó una marcha de Antorcha Campesina para exigir un incremento mayor.
Absurdo. Como miembro de la FSTSE había aplaudido el incremento de apenas 14%. Mientras Espino Arévalo marchaba en contra de Cárdenas, los democráticos lo apoyaban.
``Todo esto tiene una intención política: debilitar la imagen de Cárdenas, quien ya entonces había anunciado que no aumentaría el precio del boleto del Metro y en contraparte el gobierno federal informaba del incremento al rsto del transporte'', explica un funcionario del gobierno capitalino.
Otro ejemplo del apoyo de los trabajadores democráticos sucedió meses antes, en septiembre de 1998, cuando Espino amenazó con ``dejar sueltos'' los torniquetes del metro en represalia por el despido de cuatro gerentes de operación afines a él.
En medio de su lista de frases contra el PRD, Fernando Espino Arévalo pierde el hilo cuando ve al fotógrafo: ``¿Estoy bien así?'', pregunta, mientras se arregla la corbata.
Sigue: ``Esa efervescencia por crear nuevos sindicatos es impulsada por el subsecretario del Trabajo, Saúl Escobar, por el diputado Francisco Ortiz Ayala y el director del Metro, Mario Zepeda. Ellos quieren hacer sentir la fuerza de un partido, lo cual no vamos a tolerar''.
Espino Arévalo se ríe de los nuevos grupos.
-¿Cómo enfrentará las nuevas organizaciones?
-No los enfrentaré. Serán los trabajadores quienes no se afilien a ellos.
-¿Teme disputarse por vez primera la titularidad de las condiciones generales de trabajo?
-Nosotros somos mayoría. Ellos nada. Ellos sólo son manipulados por el PRD.
-¿Apéndices del PRD?
-¡Claro! Usted lo palpa. Pero los trabajadores saben quiénes son. No se van a dejar llevar por el canto de las sirenas.
Hace 21 años, Espino Arévalo era un empleado técnico más del metro, pero sus habilidades de boxeador -peleó en más de una ocasión en la Arena Coliseo- le abrieron las puertas al sindicalismoÉ como golpeador.
Su fama y ``respeto'' que hoy tiene no se debe a su lucha social, sino a la fuerza de sus puños, que un día dejó sentir sobre la cara de un preso en Lecumberri en 1973, año en que el mismo Espino Arévalo fue capturado al intentar robar una tienda Conasupo.
Hoy parece que el miedo al ``líder moral'' es cosa del pasado.
-¿Por qué hoy surgen nuevos sindicatos?
-Por los apoyos económico y político que les da el PRD.
-¿No está perdiendo el control?
-De ninguna manera. Yo no quiero el control. Ya en otra ocasión solicitaron registro, pero se los negaron.
-¿Por qué su interés en los trabajadores de confianza?
-Para que tengan todos sus derechos. No para controlarlos.
Reflexiona: Un trabajador debe unirse a un sindicato, no dividirlo, pulverizarlo.
-¿El PRD quiere pulverizar al sindicato que dirige?
-¡Claro! El PRD quiere infiltrarse. Pero imagínese este sindicato en manos del PRD. Pobrecita gente, pobrecito pueblo. Paralizarían el metro con una bola de greñudos, como ocurre con la universidad.
-¿Usted controla el sindicato desde hace 20 años?
-¡Nooo! Sería una ofensa para los demás secretarios.
-¿Usted es el único que autoriza la entrada de trabajadores?
-Sí. Y lo seguiré haciendo.
-¿Eso le da control sobre el trabajador?
-No. Me da trabajo. Es que ellos me quieren.
-¿Qué hay de la intimidación a la disidencia y los despidos?
-Salieron por holgazanes, pero regresaron con sólo decir: ``Me dieron de baja por no estar de acuerdo con el sindicato actual''.
-¿Qué le parece su mote de cacique?
-Es algo que no me afecta. Quieren ofenderme, pero no lo logran.