Jordi Soler
Calvino y Kerouac en automóvil

En la parte final de la novela On the Road, de Jack Kerouac, Neal y Dean llegan a la ciudad de México, luego de atravesar todo Estados Unidos y la mitad de nuestro país en automóvil. La llegada ocurre en los años cuarenta. Neal, noqueado por una fiebre, ocasionada probablemente por el retrovirus de la época, permanece un tiempo en la ciudad. Dean regresa rumbo al norte en el vehículo. En Louisiana sufre una descompostura insólita: en un acelerón, saliendo de una curva, el coche se parte a la mitad y deja el asiento de atrás, efectivamente atrás, y al piloto, que sigue conduciendo la parte delantera, con un airecillo molesto que le enfría la nuca.

Cuando Neal y Dean cruzaron la frontera mexicana quedaron impresionados con la fisonomía del territorio. Kerouac describe durante varias páginas a los habitantes, sus casas, las carreteras, a los perros y al polvo que lo cubría todo. Las carreteras mexicanas era, desde entonces, la antítesis de los freeways. A los personajes de Kerouac, transitar por aquellas carreteras polvosas, les parecía una experiencia salvaje; con la misma intensidad que a Italo Calvino, transitar por un freeway le parecía una experiencia anodina.

La visión de la ciudad de México que escribió Kerouac, puede ofender a algún paisano sensible, de ésos que arremeten todo el tiempo contra Estados Unidos y que brincan encolerizados cuando un gringo dice algo de México. El que vaya a brincar encolerizado, que brinque de una vez de estas líneas, antes de que el barco empiece a hacer agua por el escotillón del orgullo. A propósito del movimiento de la ciudad de México, Kerouac escribe: ``Nos lanzamos cuesta abajo por la avenida Insurgentes con dirección a Reforma, el corazón de la ciudad. Los niños jugaban futbol en enormes descampados y levantaban polvo (...) En la llanura se extendían largas y miserables chabolas de adobe. Vimos figuras solitarias en las oscuras callejas (...) Luego ya estábamos en la ciudad, y de pronto pasábamos por delante de cafés abarrotados de gente y de teatros y de muchas luces (...) Muchos conductores indios se cruzaban por delante y nos rodeaban y tocaban el cláxon y convertían el tráfico en algo frenético. El ruido era increíble, en los coches mexicanos no hay silenciadores. Se puede tocar el cláxon a todo volumen si se desea. -¡vaya! -gritó Dean-. ¡Miren! Lanzaba el coche a través del tráfico y jugaba con todo el mundo. Conducía como un indio. Se metió en una glorieta circular de la avenida Reforma y dio la vuelta mientras ocho calles nos echaban coches encima por todas direcciones, izquierda, derecha, izquierda, por delante, y Dean gritaba y saltaba de alegría. -¡Esto si que es tráfico! ¡Siempre había soñado con algo así! ¡Todo el mundo se mueve al mismo tiempo!''

On The Road es una de esas novelas fundamentales de la literatura estadunidense. Según su autor, fue escrita en tres semanas frenéticas, en un rollo de papel de teletipo; el equivalente contemporáneo de este rollo podría ser el papel de fax. El poeta Allen Ginsberg decía de su colega Kerouac, que tenía un verdadero sentido de la improvisación y que desde ese punto de vista era un negro.

Ginsberg se refería a la improvisación jazzística que hacían algunos negros virtuosos como Charlie Parker. Cuando un novelista dice que escribió una obra de trescientas y tantas páginas en tres semanas no debe creérsele, ni tampoco hay que dudar de él.

Cincuenta años después de la publicación de On the Road, Italo Calvino publicó Ermitaño en París; ahí aparece su transito por los freeways de Estados Unidos (¿que el ermitaño no estaba en París?). Los que hace unas líneas brincaron encolerizados de aquí, pueden regresar a bordo, don Italo Calvino está a punto de compensarlos: ``Unos pocos tramos de autopista bastan para dar una idea de lo que es la Norteamérica media de las pequeñas y pequeñísimas ciudades, de los ilimitados arrabales a lo largo de los freeways; una vista de una sordidez desesperante, con todas esas construcciones bajas, gasolineras u otras tiendas que lo parecen y los colores de las letras de los rótulos, y comprendes que Estados Unidos es 95 por ciento un país de una falta de belleza, de aliento y de individualidad, en suma, de una vulgaridad sin remedio''.

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