* La banda del CIS General Lázaro Cárdenas realiza gira por el DF
La música es alegría y promesa de futuro para niños de Oaxaca
* Cerca de 50 comunidades indígenas de la entidad registran deterioro en su tradición sonora
Angel Vargas * En la sierra oaxaqueña, la música representa el ''sentir máximo de los pueblos". Es la manifestación concreta del pasado y el presente de las razas, pero también ''una promesa de futuro". Los pequeños encuentran en ella una de las expresiones más hermosas de la alegría y, los adultos, parte sublime de la vida.
Por ello, ''pueblo sin banda es pueblo muerto", sentencia Ismael Méndez Martínez, quien explica que en esa región del sureste mexicano las costumbres y las tradiciones serían inconcebibles sin ''el alma de la música". Y es que ella está ligada a cualquier tipo de acontecimiento social o festivo. Lo mismo hace acto de presencia en nacimientos, bodas y funerales que en las fiestas patronales.
Pero de unos lustros a la fecha, las cerca de 50 comunidades indígenas de la zona de la Sierra de Juárez, Oaxaca, con impotencia ven cómo su policrómica cotidianidad ha cobrado pardos matices. La crisis económica imperante en el país desencadenó en aquel lugar una considerable emigración que, entre otros ámbitos, comenzó a expresarse en la desaparición de algunas bandas.
En el Centro de Integración Social (CIS) número 8, General Lázaro Cárdenas, tal problemática fue tomada ''por los cuernos". En 1984 esa institución de enseñanza primaria, ubicada en San Bartolomé Zoogocho, instituyó un taller de música con el propósito de que los alumnos en un futuro integraran sus propias agrupaciones musicales, o bien, se dedicaran a la enseñanza de esa disciplina en sus respectivas comunidades. Desde hace diez años el plantel ya cuenta con su propia banda filarmónica, dirigida desde entonces por Ismael Méndez, también maestro titular del mencionado taller.
Apostar por lo clásico
Integrada en sus inicios por 12 alumnos y en la actualidad por 54, la banda del CIS General Lázaro Cárdenas se encuentra desde el pasado martes en la ciudad de México para ofrecer una serie de presentaciones públicas. El mismo día de su llegada participó en la ceremonia oficial de clausura del ciclo escolar de la SEP, en las instalaciones de esa dependencia. El miércoles ofreció una audición en Radio UNAM, que se transmitió en vivo, y el viernes un par de conciertos, el primero en la unidad Iztapalapa y el segundo en la unidad Azcapotzalco de la UAM.
Para este sábado tendrá también dos presentaciones: a las 13:00 horas en el jardín Hidalgo y a las 17:00 horas en el Museo Nacional de Culturas Populares, ambos ubicados en el centro de Coyoacán. Y el domingo, después de actuar al mediodía en la Alameda del Sur, regresará al Museo de Culturas Populares, a las 14:00 horas, y retornará a Oaxaca el próximo miércoles.
Basta con observar sus rostros para percatarse de cuánto les gusta la música, el placer que en ellos produce el sonido de sus instrumentos. Traviesos algunos, serios otros, los niños y adolescentes que integran esta banda manifiestan sin cortapisas su dicha y orgullo de formar parte de ella.
De 16 años y con la secundaria terminada, Gladys García Flores es uno de los 43 alumnos que están en el CIS como ''especialistas", es decir, aunque ya terminaron sus estudios primarios continúan ''perfeccionándose" en uno de los nueve talleres que el centro educativo ofrece.
Hija de guitarrista, y contenta por el respaldo que su familia siempre le ha brindado a sus decisiones, Gladys cuenta que ingresó a la banda porque la música es parte de lo que más disfruta en la vida. De hecho, no oculta su interés por dedicarse profesionalmente a esta actividad: ''En el futuro me veo en la ciudad. Me gustaría ser una artista de música clásica, porque los de rock o de ese tipo de cosas pasan rápido de moda, y lo clásico nunca. Quiero dedicarme a esto, además, porque a los músicos los tratan mejor que a cualquier otro profesional. No me interesa tanto por el dinero, sino para poder desenvolverme. Me gustaría tener fama, aunque para tenerla sé que debo prepararme y trabajar mucho".
La preferencia por lo clásico no significa que ella desprecie los sones, jarabes y marchas de la región oaxaqueña. Explica: ''Me gusta toda la música, pero más la que es alegre, ésa que produce mucha emoción cuando se toca. La música es para sentirse y hacer sentir. Cuando toco algo emocionante o alegre, pues también me emociono y me alegro, pero si se trata de algo triste es cuando más me entra el sentimiento".
Además de estudiar y practicar gran parte del día, uno de sus deberes como especialista radica en compartir sus conocimientos musicales con los más pequeños de la escuela: ''Les estoy enseñando a los niños de segundo año a solfear, los valores de las notas y a entonar. Es muy bonito poder hacerlo".
Estrategia contra las adicciones
Gladys está convencida de que logrará su anhelo. Incluso, dice que si un día se casa ''y mi esposo no me permite continuar, mejor lo dejo a él primero".
Ella es una de las cuatro mujeres con las que cuenta la banda. Para el próximo ciclo escolar se sumarán otras 14, no obstante que en las tres regiones indígenas que atiende el mencionado centro educativo todavía impera la idea de que la música y, sobre todo, los grupos musicales son exclusivos para el género masculino.
El CIS número ocho es una escuela tipo internado que se estableció en 1952. Las actuales instalaciones fueron inauguradas en mayo de 1967 por Lázaro Cárdenas y benefician a cerca de 50 comunidades indígenas pertenecientes a los chinantecos, los mixes y los zapotecos. Según su directora, Hortensia Domínguez García, el objetivo principal del centro es proporcionar educación básica a niños y jóvenes (actualmente son 243 alumnos), pero al mismo tiempo se les capacita en diferentes oficios por medio de talleres: carpintería, corte y confección, panadería, talabartería, herrería, cocina, agricultura, música y reparación de instrumentos musicales.
El de música ha sido particularmente importante por dos razones, apunta. Por una parte, gracias a él se está impidiendo que desaparezcan las bandas de los pueblos y con ello las tradiciones y, por otra, es una forma de evitar que los niños y los jóvenes caigan en el alcoholismo y la drogadicción, vicios que comienzan a ser cada vez más visibles en la zona.
Para formar parte de la filarmónica lo único que se pide es disciplina y dedicación. La mayoría de sus integrantes encuentran en ella el mejor medio para expresar su alegría de ''la manera más hermosa", como indica Francisco Hernández Gómez, quien a sus 11 años quiere formar su propia banda y vivir de ella.
El pequeño clarinetista platica: ''La música alegre es todo para nosotros, porque somos pueblos alegres y generalmente vivimos contentos. Apenas tengo dos años estudiándola, pero cuando termine podré llevarla a todos lados. Quiero ser un gran maestro para enseñar a los que apenas vienen, pues los pueblos se están quedando sin músicos porque muchos se fueron para Estados Unidos. Me preocupa que se pierda nuestra música, porque sin ella todos seríamos personas muy tristes".
De esta forma piensan también Jesús Ojeda Cruz, de 12 años; Miguel Velasco, de 14; José Cercano, de 13, y Andrés Jesús Reyes Zavala Pérez, de 17. Ellos, al igual que gran parte de sus compañeros, no contienen su emoción cuando de ejecutar una melodía se trata. Los 12 clarinetes, los cuatro clarinetes sopranos, las cinco trompetas, los diez saxofones, los cuatro trombones, las dos tubas, el bombo, el redoblante y los timbales se hinchan de alegría ante el ritmo y sentimiento que los jóvenes músicos les imprimen.
Consciente de que en sus hombros recae la responsabilidad de la enseñanza musical en la escuela, Ismael Méndez reconoce que aunque proviene de una familia de músicos populares, su preparación en ese rubro es muy limitada, ya que sus estudios abarcan sólo los niveles básicos y ''uno que otro curso". De ahí que el maestro aproveche esta visita a la ciudad de México para solicitar a la SEP asesoría de músicos profesionales y cursos de actualización, así como dinero para instrumentos. Con optimismo, espera una respuesta positiva.
Aclara que aunque la banda obtiene ciertos recursos de las ''gratificaciones" que los pueblos le dan por participar en sus fiestas patronales, éstos no son suficientes para sufragar los constantes gastos, que se incrementan cada día por el interés que tienen los niños en aprender música. De los 243 alumnos, dice, 117 estudian esta disciplina artística.
Desplegar el talento natural
En cuanto a la enseñanza musical, indica que ésta se inicia cuando los niños cursan el segundo grado. ''Todo es con base en juegos rítmicos y por medio de instrumentos infantiles. En tercero, el niño ingresa a entonación, empieza a conocer las notas y a solfear, y a mediados del ciclo se le asigna un instrumento, con el criterio de que se le da el que mejor se acople a su cuerpo. En el cuarto grado entra a nivel de iniciación a la banda, a la cual se incorpora formalmente durante el quinto y el sexto años".
El talento natural de los alumnos facilita el trabajo, subraya el tallerista. Incluso, agrega que si bien faltan cierta capacitación y recursos, el nivel alcanzado por la banda en estos años ha motivado que se le invite con frecuencia a participar en las festividades de los pueblos de esa región de la sierra oaxaqueña, así como a la capital del estado. En 1993 participó en el Festival Cervantino y en 1996 realizó una pequeña gira por algunas ciudades del sur de Estados Unidos.
Actualmente su repertorio está integrado por cerca de 130 piezas, 30 de ellas clásicas, 40 originales y las restantes inscritas en el rubro popular. De todas ellas las que más se usan son las populares, porque en los pueblos generalmente se les solicita las melodías para bailar.
Y es que para el '''alma oaxaqueña, la música es la vida, el recuerdo de nuestra raza y de nuestra tierra; es la explicación de nuestro pasado y nuestro presente, y también una esperanza de que seguiremos en el futuro; es el sentir máximo de nuestros pueblos. Por eso, una comunidad sin banda es un pueblo muerto, y en el CIS hacemos un esfuerzo para que los alumnos continúen nuestras tradiciones. La música puede abrirles las puertas en el futuro, pues allá aún existe la certeza de que a todo aquel que es músico no le faltará el pan ni la bebida nunca, de que con ese oficio podrán ganarse la vida", enfatiza el director de la banda filarmónica del CIS número ocho General Lázaro Cárdenas.
Para concluir señala, con satisfacción, que los esfuerzos comienzan a rendir frutos: ''Hay siete alumnos que trabajan directamente en las comunidades; algunos de ellos, incluso, ya han logrado formar sus propias bandas. En otros pueblos comienzan a solicitar otros jóvenes para que vayan y enseñen a otros niños (...) Esperamos que la música perdure para siempre".