Octavio Rodríguez Araujo
Lo social y lo político

¿Por qué participó sólo una reducida cantidad de electores en las elecciones vecinales del 4 de julio en el Distrito Federal? Por una sencilla razón que molesta mucho a los propagandistas de la sociedad civil como sujeto político: porque los partidos políticos, formalmente, estuvieron al margen.

¿Quién es el señor o la señora cuyo nombre aparece en la barda de la esquina? ¿Qué o a quién representa? ¿Para qué sirven los comités vecinales? No hay respuestas entre el ciudadano común, por lo que no se vio con claridad para qué asistir a las urnas. Entonces, abstención cercana a 90 por ciento.

Con frecuencia el ciudadano común tampoco sabe quiénes son los candidatos de los partidos en, digamos, una elección de diputados. Pero el hecho de que esos candidatos sean presentados por los partidos da por lo menos la idea de que unos son diferentes de otros, aunque sea por matices o por lo que los partidos representan en la imaginería popular (pues pocos son los que leen las plataformas electorales de los partidos antes de cada elección).

Los críticos de los partidos como instancias políticas que coadyuvan a la representación de la sociedad en la esfera del poder (críticos también de la teoría de la representación, ``porque no funciona en los hechos'') han querido privilegiar a la sociedad como sujeto político sin tomar en cuenta que la política es, salvo en algunas culturas comunitarias frecuentemente asociadas a pueblos indios, asunto de individuos y grupos que tienen posibilidad no sólo de organización sino de actividad cotidiana: los políticos profesionales (o que aceptan ser profesionales por el trabajo que desarrollarán) que, por cierto, no sólo actúan en los partidos políticos, sino también (a veces alternativamente) en las organizaciones sociales que juegan a la política o tratan de influir en ésta (sindicatos de trabajadores y de empresarios, asociaciones de colonos, organizaciones campesinas, e incluso ciertos grupos religiosos o de filantropía que tienen muy clara la diferencia entre lo celestial y lo terrenal).

Quien trabaja todo el día y al fin de la jornada participa en, por ejemplo, una asamblea de condóminos o de barrio, hace política en los ratos libres, si no está muy cansado, y con el tiempo, termina dejándole el terreno a los políticos profesionales, que a esto se dedican y no sólo en los tiempos que otra actividad les permite.

El activista, aunque no sea miembro de partido alguno, es un político, igual se trate del Consejo General de Huelga de la UNAM que de una asociación de colonos, de padres de familia, de campesinos o defensor civil o religioso de los derechos humanos. Se dedica a la actividad política por un tiempo determinado, vive de ésta o de algún subsidio, aunque sea éste familiar, y siempre tendrá ventaja sobre quien sólo pueda dedicarse a la misma actividad de vez en cuando. Los dirigentes de las organizaciones campesinas o urbano-populares, incluso de las más beligerantes y más antipartido, son dirigentes que viven de las aportaciones que los miembros de la organización cubren para pagar los gastos de sus líderes o de los trámites que realizan. Son políticos profesionales; muchos de ellos, debe decirse, contrarios a los partidos políticos aunque a veces acepten ser propuestos por éstos para una diputación o una presidencia municipal.

Si un candidato de una planilla para competir por la representación vecinal no es un activista (político), el resultado lógico es que le sea muy difícil darse a conocer, visitando casa por casa a sus posibles electores, haciendo mítines, repartiendo propaganda, etcétera. De aquí que si gana, logrará su objetivo con el voto de unos cuantos, de los menos que por alguna razón lo conocen o su nombre les dice algo. Y su representación, que tanto critican los anarquistas y quienes han idealizado a la sociedad civil, es incluso menos representativa (valga la redundancia) que la de quienes ocupan un puesto de representación por la vía de la competencia partidaria.

En conclusión, los partidos políticos, aunque poco se diferencien entre sí en estos tiempos, son todavía vigentes. Y la sociedad, con permiso de Perogrullo, es sólo la sociedad, diferenciada y amorfa como es.