Confidencial: respuesta de masas
"šAquí está tu asesino, cabrón!", le gritaron en su cara al Presidente de la República, que miraba atónito aquella escena. En el costado norte del Palacio de Bellas Artes, entre tanto, cientos de granaderos, en tropel, bajaron de sus camiones y en vez de dirigirse a donde la gente les decía que estaban el renco y sus pistoleros, distribuyeron macanazos a su paso contra quienes clamaban justicia. Se desplegaron en cordones para disolver la concentración humana que se había formado en los alrededores del edificio; los policías judiciales actuaban en pequeños grupos, encabezados nada menos que por el teniente coronel José Astorga y también por Nazario Hernández, comandante del servicio secreto. Trataban de identificar y aprehender a los jefes reales o supuestos de la protesta. La Dirección Nacional del Partido había ordenado que todos nos retiráramos. Yo caminé hacia el poniente buscando a los miembros de la Comisión Nacional de la Juventud Comunista. Encontré a cuatro de ellos; hicimos una rápida evaluación de la situación y por unanimidad decidimos organizar y orientar la respuesta de masas que seguía desarrollándose frente a nosotros. Se trataba de una de las pocas ocasiones en que miles de obreros de carne y hueso brindaban a los comunistas, de manera independiente y enérgica, su apoyo. Ahí estaban los obreros que tanto habíamos buscado en vano en los barrios proletarios y en las puertas de las fábricas. Ahí estaban los trabajadores reales protestando por su propia iniciativa.
Fragmento de la transcripción de la entrevista, correspondiente al informe del 31 de mayo, con Mario Rivera Ortiz, miembro del Partido Comunista Mexicano, encarcelado en 1952.