Teresa del Conde
Goya, nuevo libro (Primera parte)

El breviario 533 del Fondo de Cultura Económica, publicado este año, es El enigma Goya. La personalidad de Goya y su pintura tenebrosa. El autor es Francisco Alonso-Fernández, catedrático emérito de psiquiatría en la Universidad Complutense de Madrid. El prólogo ''nacido bajo Saturno", tomado del famoso título de Rudolph Wittkower, fue escrito por Héctor Pérez Rincón, autor mexicano conocido no sólo en el campo de la psiquiatría sino también como historiador-ensayista con valores literarios propios.

Hay una tradición universal que vincula a los médicos con la escritura, no sólo sobre arte, sino sobre un sinfín de cosas: recordemos aquí el caso de Donato Alarcón y el de Elías Nandino, por citar dos ejemplos prototípicos. En España hay una larga cadena modernista y actual, que partiendo de Gregorio Marañón llega a la actualidad, entre otros temas, con las psicopatobiografías de artistas publicadas por Vallejo Nájera, cuyo padre incursionó asimismo en este campo.

Es cierto que ųcomo dicen el autor y el prologuista de este nuevo libro, accesible por su precio a cualquier lectorų sobre Goya no está dicho todo. Nunca está dicho todo sobre nadie. Pero tratándose en este caso también de una psicobiografía, lo que queda un poco en entredicho es el diagnóstico retrospectivo que el autor emite con ímpetus de certeza. Si ya los diagnósticos directos con los pacientes vivos fallan un sinnúmero de veces, los retrospectivos siempre se encontrarán en el terreno de la mera posibilidad. Sin duda el autor es un gran especialista en los padecimientos bipolares (psicosis maniaco-depresiva) y tal vez por eso la sensación que deja su libro es la de acomodar las crisis del pintor en una relación de causa-efecto que vincula el padecimiento con la obra. Pero existen miles de razones, no sólo psicopáticas, que determinan que un pintor cambie bruscamente de opción estilística y de temas. Más en el caso de Goya, que despuntó como pintor si se quiere rococó y terminó en Burdeos innovando en el campo de la litografía y avanzando prácticamente las principales corrientes del arte moderno con siglo y medio de antelación. Que era un visionario, de eso no cabe duda, y si se le quiere aplicar el término ''genio" no habría quién se opusiera a ello, salvo por el hecho de la vinculación romántica entre la genialidad y la locura.

Con todo y sus indudables valores, su erudición psiquiátrica y su apasionado conocimiento de Goya, el libro de Alonso-Fernández resulta endeble en algunas de sus interpretaciones. Por ejemplo: ''Los demonios interiores del genio creador son sus propias ideas insólitas y originales", ''El modo de ser ciclotímico" se vincula con mucha frecuencia ''con una morfología corporal pícnica", esto suena muy lombrosiano, no importa que Goya haya tenido la cara ancha, el cuello corto y el abdomen prominente, pues entre los ''leptosómicos" (largos y flacos) hay también multitud de maniaco-despresivos. En cambio, es absolutamente cierto que ''la actividad creadora está sometida de un modo incesante a un flujo y reflujo periódicos". Eso es cosa que vemos todos los días, por lo que en algún grado, la mayoría de los artistas, poetas y músicos serían ciclotímicos y esa condición pasaría a ser casi sine qua non para la creatividad, cosa que por cierto sostiene la especialista Kate Jamison en su libro Touched by Fire y en su texto autobiográfico An Unquiet Mind.

Lo que resulta valioso en este nuevo libro sobre Goya no es tanto establecer los ciclos patológicos en la vida del pintor (dos, tan graves, que supuestamente resultaron paralizantes, aunque se sabe que no exactamente como lo supone este autor) sino el anotar que, pese al talento exacerbado, la energía del hipertímico, si es demasiado intensa, puede traducirse en un desorden mental tumultuoso e incontrolado. Vaya si podemos comprobarlo quienes hemos estado en contacto cercano con personas que padecen lo que hoy se llama, muy ascépticamente, ''trastorno bipolar" (antes psicosis maniaco-depresiva) que se caracteriza por episodios tan severos que pueden ir acompañados de ideas suicidas, de suicidios que quedaron a nivel de intento o de suicidios perpetrados, como el de Van Gogh, que no fue tan drástico como los que lograron dos de nuestros más notables pintores contemporáneos, Enrique Guzmán y Emilio Ortiz; lo digo porque ųcomo bien se sabeų la aniquilación de Van Gogh se debió no sólo al impulso de pegarse un tiro, sino a los cuidados deficientes del doctor Gachet, quien prefirió dejar las cosas ''a la voluntad de Dios".

Las taxonomías psiquiátricas encasillan con demasiada facilidad a los individuos creadores en un apartado. Sobre Goya han llovido diagnósticos, desde los que le adjudican sífilis hasta los que aluden a una personalidad esquizoide, a ataques psicóticos agudos o a intoxicación con plomo. Es muy difícil, por no decir imposible, a la distancia de más de dos siglos entresacar de la obra del artista y de su nutrida correspondencia con su amigo Zapater (por cierto, escrita con una caligrafía hermosa, impecable, siempre pareja) la conclusión de que era un maniaco-depresivo.