El conflicto de la UNAM es ya un fracaso determinante para las ambiciones de Francisco Labastida, el aspirante oficial a la Presidencia de la República.
1. El frustrado encuentro entre una delegación de rectoría y otra del Consejo General de Huelga (29 de junio) en el que las autoridades de la UNAM faltaron una vez más a un compromiso contraído (como lo mostró la filmación del canal 40 del 30 de junio) ante los estudiantes del CGH, que no dejaron de comportarse de manera impecable, no ha hecho más que confirmar lo que es ya un secreto a voces: que Francisco Barnés no quiere dialogar para resolver el conflicto. Y ha constituido la gota de agua que está derramando la paciencia de muchos universitarios que han demostrado que el rector de la universidad le está mintiendo a los mexicanos con su sucia campaña de desprestigio hacia los estudiantes.
2. El mensaje que Francisco Labastida ha estado enviando a Washington con la gestión de Barnés, a quien con la aquiescencia de Zedillo impuso en la rectoría, contiene dos señales: a) que de llegar él a Los Pinos proseguiría la privatización de las entidades públicas, y desde luego de la UNAM, y b) que él y sus colaboradores, como ya lo enunciaron en Chiapas, van a privilegiar el uso de la fuerza para enfrentar los conflictos sociales y no estarán dispuestos a ningún tipo de diálogo, pretendiendo que así los centros de poder trasnacional olviden las acusaciones sobre su vinculación con el narco en Sinaloa, y no se opongan a su candidatura.
3. El comunicado de la llamada ``Comisión de Encuentro'' del 30 de junio, aceptando que el rector no tiene ni ha tenido voluntad alguna de diálogo, y conminando a los estudiantes a dar por concluida la huelga, no constituye una sorpresa, pues para nadie ha sido un secreto la incomprensión de las autoridades universitarias hacia lo que acontece. El comunicado no hace más que expresar la que ha sido la postura de la burocracia universitaria, caracterizada por la intransigencia y la necedad, y constituye un nuevo error político de Barnés y de sus colaboradores, pues nunca antes en la historia universitaria las autoridades se habían perdido tanto el respeto y degradado tanto a la institución como con este comunicado que avergüenza a los universitarios por la amenaza de violencia que entraña y por la negación explícita que hacen sus autores de lo que son los valores de una universidad: el respeto, la tolerancia y el diálogo.
4. Las autoridades de la UNAM evidencian una vez más con este texto su incompetencia y su falta de consenso. Afirmar, por ejemplo -como lo hacen en el punto tres, en el colmo del absurdo-, que no puede haber más diálogo que el privado, porque los medios y el público inhiben el diálogo y limitan la libertad de argumentación, es sencillamente negar el sentido del diálogo mismo. Y por lo tanto, de la universidad, sustentada desde el Renacimiento en el principio del diálogo público entre estudiantes y maestros.
5. Las autoridades que amenazan lo hacen porque no tienen autoridad alguna; las autoridades universitarias que amenazan a los estudiantes, a los que deberían proteger y educar porque son el futuro del país, están negando su propia investidura, y al haber perdido así el control sobre sí mismas deberían mejor renunciar e irse por el bien de la universidad. Las amenazas a los jóvenes las habíamos visto de los peores gobiernos pero jamás de quienes se ostentan como académicos, y este es el caso hoy en día: autoridades que amenazan y tratan de chantajear a los alumnos con hacerles perder el semestre y la carrera o con enviarlos a la cárcel por el hecho de ejercer un legítimo derecho. Y que sugieren o aceptan la intervención de las fuerzas armadas en el campus universitario, y que no tienen dignidad alguna. ``Conminar'' significa ``amenazar'' o ``manifestar con actos o palabras que se quiere hacer un mal a otro'', según el diccionario de la Real Academia. Y ese es el término usado por los señores de la Comisión de Encuentro de la rectoría.
6. ¿Cómo podría retornar la universidad a la normalidad con autoridades que le han perdido el respeto a los estudiantes y que se han perdido el respeto a sí mismas?
7. ¿Cómo es posible que la universidad regrese a sus tareas si no se acuerda sin condición ni cortapisa alguna que los universitarios discutan en un congreso universitario el futuro de su universidad, para evitar que vuelva a producirse un episodio como el actual y que ésta sea desmantelada por las ambiciones políticas de un grupo?
8. La negativa de la facción del grupo gobernante que controla a la UNAM para dialogar con los estudiantes y resolver el conflicto, está siendo así un desafío para la propia comunidad universitaria y el país, y una vez más pone de relieve, no sólo las fisuras que existen en la cúpula del poder ante el 2000, sino sobre todo la falta de escrúpulos del grupo labastidista, que insiste en privatizar a la UNAM y que tiene en Francisco Barnés a su punta de lanza en la institución y en Diódoro Carrasco su sostén desde Bucareli, todo ello con la complicidad de Ernesto Zedillo que deja hacer a su ``delfín'' designado. Una política que, como empieza ya a ser percibido por muchos mexicanos, constituye una seria advertencia al país sobre lo que acontecería si Labastida y sus amigos llegaran a Los Pinos el año próximo.
9. La impunidad con la que el grupo de Labastida y Barnés han podido disponer de la Universidad Nacional Autónoma de México como un botín y utilizar el conflicto para enviar mensajes al Banco Mundial de su disposición de acatar sus directrices y terminar con el proyecto de la universidad pública mexicana, ha sido posible por dos factores. El primero, la debilidad de un sector de la comunidad universitaria para aceptar las absurdas tesis de la rectoría, en las primeras semanas, en el sentido de que el conflicto estaba siendo generado y dirigido por el Partido de la Revolución Democrática, y luego de que la universidad estaba siendo secuestrada por imaginarios ``ultras'' y ahora por el EZLN, desconociendo la naturaleza y la fuerza del movimiento estudiantil. Y el segundo, la inexistencia en el actual marco legal de la UNAM de instituciones que puedan frenar a un rector desquiciado por sus ansias de servir a los intereses políticos de un candidato.
10. El congreso universitario resolutivo es urgente nada más por eso: para construir una nueva institucionalidad universitaria y evitar en el futuro que un Consejo Universitario o una Junta de Gobierno subordinados al rector actúen con su misma irresponsabilidad.