n En el Clásico hubo 107 batallas, dijo en Palenque


Los mayas dieron más valor a lo agrícola que a la guerra: Child

n Jan de Vos: el mural de Taniperla, logro colectivo desde la rebeldía

Renato Ravelo, enviado, Palenque, Chis., 30 de junio n Los mayas, en el periodo clásico, tenían marcados sus tiempos para la guerra, de preferencia entre las cosechas, pues la batalla era manifestación de poder, no necesariamente de destrucción. Mark Child, investigador de la Universidad de Yale, sostuvo lo anterior con base en un análisis epigráfico del año 512 al 808 dC, durante la Tercera Mesa de Palenque.

El estudio de Child arroja un dato: 107 batallas fueron registradas en ese periodo. La guerra fue una constante en la civilización maya, una forma de regulación regional del poder, indicó el investigador. El registro que se hacía de una batalla, agregó, por medio de monumentos, parecería en principio con fines sólo propagandísticos, pero en el fondo tenía el papel de legitimar el poder de la regulación mediante la guerra.

Asimismo, en el periodo estudiado por Child, ''la frecuencia con que los mayas registraron batallas se vio incrementada a finales del Clásico. Ello sugiere que se trató de un tiempo en el que la desintegración de la organización política estuvo ligada a las batallas entre la comunidad y la élite".

Su análisis, sin embargo, le permite deducir que ''la temporada del año en que los antiguos mayas decidían emprender sus batallas, estaba relacionada con la organización política. Patrones de temporalidad indican que los mayas no sólo interrumpían sus batallas durante la temporada seca, sino también en ciertas temporadas de lluvia".

De hecho, sostiene el especialista, ''la intensidad encontrada en los registros de guerra, entre los periodos de cosecha, revela que los mayas estaban de forma constante involucrados en batallas durante el año, pero en particular durante los tiempos de no agricultura. Esto indica que el ciclo agrícola tenía más valor que la guerra".

Muralismo

Dos ponencias coincidieron en un tema, desde perspectivas diferentes: Leticia Staines Cicero habló sobre la sociedad maya en la pintura mural, mientras que Jan de Vos recordó en un análisis etnohistórico el mural de Taniperla, en la comunidad en rebeldía, en la que ocurre una convivencia sui generis entre zapatismo, catolicismo y protestantismo.

Para Staines los avances en la epigrafía permiten encontrar nuevas relaciones entre texto e imagen, con nombres y títulos de personajes:

''En algunos casos, otros glifos que no se refieren a estas características tienen su correspondencia en la imagen mediante un elemento en conjunto, por ejemplo, una escena de guerra. Algunos autores consideran que la imagen depende del texto, sin embargo aquélla tiene un valor intrínseco, un valor iconográfico muy alto."

Jan de Vos contó la historia reciente de la comunidad de Taniperla en la selva Lacandona. Desde los primeros asentamientos, las migraciones, la llegada de activistas maoístas, protestantes, teólogos de la liberación. Su punto de partida, para hablar de ese logro comunitario -pues fue pintado por hombres y mujeres de doce comunidades-, es que paradójicamente se trata de un mural que el 11 de abril de 1998 fue destruido por elementos de la fuerza pública, pues el ejido se había declarado en rebeldía.

Su ponencia Nuevo hallazgo en la selva lacandona: el mural de Taniperla, parte de analizar la obra no tanto desde su punto de vista de lo artístico-popular, sino como documento etnohistórico.

De Vos demuestra, con la historia de la comunidad, que la tolerancia en sus distintos niveles, desde la religiosa hasta la política, se tuvo que ejercer cuando se decidió pintar el mural, con apoyo del profesor Sergio Valdés, ''quien fue un facilitador de la palabra y la imagen".

El mural en que ''se representan la vida y los sueños de las comunidades", explicó De Vos, contiene lo mismo elementos antiguos mayas que iglesias sin cruz, zapatistas vigilantes y personas en círculo en la representación de la máxima autoridad: la voz común.