Noam Chomsky
El acuerdo de paz para Kosovo/I
El 24 de marzo, las fuerzas aéreas de la OTAN encabezadas por Estados Unidos comenzaron a golpear a la República Federal de Yugoslavia (RFY, Serbia y Montenegro), incluyendo a Kosovo, territorio al que la alianza reconoce como provincia de Serbia. El 3 de junio, la OTAN y Serbia lograron un Acuerdo de Paz. Estados Unidos se declaró victorioso tras haber concluido su "lucha de 10 semanas para obligar al señor Milosevic a gritar 'me rindo'", según reportó Blaine Harden en el diario The New York Times.
En vista de esto, sería innecesario emplear fuerzas terrestres para "limpiar Serbia" como recomendó Harden en un reportaje titulado "Cómo limpiar Serbia". La recomendación fue natural, a la luz de la historia de Estados Unidos, en la que ha sido dominante el tema de la limpieza étnica desde sus orígenes hasta estos días. Me refiero a logros celebrados en los nombres que se dan a los helicópteros militares de ataque y otras armas de destrucción.
Se requiere de un calificativo, sin embargo, el término "limpieza étnica" no es, en realidad, el apropiado. Las operaciones de limpieza de Estados Unidos han sido ecuménicas; el caso de Indochina y América Central son dos ejemplos recientes.
Desde su primer planteamiento, el bombardeo fue concebido como un asunto de significado cósmico, una prueba del Nuevo Humanismo, en el que los "Estados iluminados" (o la oficina de Asuntos Exteriores), comienzan una nueva era en la historia de la humanidad guiados por "un nuevo internacionalismo en el que la represión brutal de grupos étnicos enteros no volverá a ser tolerada" (según Tony Blair).
Los "Estados iluminados" son Estados Unidos, sus socios británicos, y quizás algunos otros que se enlistaron en la cruzada por la justicia de estos países.
Aparentemente, la categoría de "Estados iluminados" es otorgada por definición, pues uno no encuentra el menor intento por aportar evidencias que respalden el argumento; y desde luego las evidencias no provienen de la historia. Este aspecto es considerado, en cualquier caso, irrelevante en virtud de la doctrina conocida del "cambio de curso", que es invocada regularmente por las instituciones ideológicas para despachar el pasado en los más profundos resquicios de la laguna en el recuerdo, evitando así el peligro de que alguien pudiera formular las preguntas más obvias: si las estructuras institucionales y la distribución del poder se mantienen esencialmente inamovibles Ƒporqué debía uno esperar cambios políticos radicales, además de los ajustes tácticos?
Pero preguntas como la anterior no figuran en el programa. "Desde un principio el problema de Kosovo ha sido sobre cómo debemos reaccionar a cosas malas que ocurren en lugares sin importancia", explicó el analista global Thomas Friedman en el diario The New York Times cuando se anunció el acuerdo de paz. Después, el autor procede a ensalzar a los "Estados iluminados" por reforzar su máxima moral según la cual, "una vez que comenzaron las deportaciones, el ignorar a Kosovo estaba mal, y por lo tanto, el emprender una inmensa ofensiva aérea para un objetivo limitado era lo único que tenía sentido".
La preocupación por las "deportaciones" no podía ser el único motivo para la "inmensa ofensiva aérea", pero esta fue una aflicción menor. El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), registró a los primeros 4 mil refugiados provenientes de Kosovo el 27 de marzo, tres días después de que comenzaron los bombardeos. El número fue aumentando hasta el 4 de junio, cuando llegó a un total de 670 mil refugiados en las vecinas Albania y Macedonia, y otros 70 mil en la república yugoslava de Montenegro, y 75 más en otros países.
Estas cifras, que desafortunadamente son demasiado bien conocidas, no incluyen al número de desplazados dentro de Kosovo, que serían entre 200 mil y 300 mil, sólo durante el año, antes de los bombardeos de la OTAN, y muchos más después.
Sin duda, la "inmensa ofensiva aérea" precipitó una aguda escalada en la limpieza étnica y otras atrocidades. Esto ha sido consistentemente reportado por corresponsales en el lugar y análisis retrospectivos de los medios.
La misma estampa ha sido reproducida en los dos principales documentos que tratan de mostrar los bombardeos como una reacción a la crisis humanitaria en Kosovo. El más extenso de ellos fue publicado en mayo pasado por el Departamento de Estado y se titula, apropiadamente, Borrando la Historia: Limpieza Etnica en Kosovo. El segundo es el encausamiento de Milosevic y sus colaboradores por el Tribunal Internacional de Crímenes de Guerra en la ex Yugoslavia, después de que Estados Unidos y Gran Bretaña "abrieron el camino para concretar un encausamiento notablemente rápido al dar a (la fiscal Louise Arbour) acceso a información de los servicios de inteligencia que durante mucho tiempo le negaron otros gobiernos occidentales", según reportó The New York Times.
Ambos documentos sostienen que las atrocidades comenzaron "el 1o. de enero, o alrededor de esa fecha", en ellos, sin embargo, se incluye una cronología detallada que revela que las atrocidades continuaron en un nivel que escaló agudamente como respuesta a los bombardeos. Esto, desde luego, no fue una sorpresa. El comandante de la OTAN, Wesley Clark, dijo en alguna ocasión que esta consecuencia era "del todo previsible" lo que fue, por supuesto, una exageración. Nada en los asuntos humanos es previsible, a pesar de la amplia evidencia con la que ahora se cuenta y que revela que se anticiparon las consecuencias, por razones que fueron comprendidas desde un principio, y sin necesidad de recurrir a informes de los servicios secretos.
Un pequeño índice de los efectos de la "inmensa ofensiva aérea" fue ofrecido por Robert Hayden, director del Centro de Estudios para Rusia y Europa del Este de la Universidad de Pittsburgh: "El número de víctimas civiles serbias en las tres primeras semanas de guerra fue mayor al total de víctimas serbias y de origen albanés en Kosovo en los tres meses que precedieron al conflicto bélico. Aún así, se supone que en esos tres meses ocurrió la catástrofe humanitaria" que motivó la operación.
Ciertamente estas consecuencias particulares no son tomadas en cuenta en el contexto de la histeria patriotera que se lanzó para satanizar a los serbios, lo que llegó al extremo intrigante de bombardear abiertamente a la sociedad civil, y al mismo tiempo, esperar un apoyo más ferviente a las acciones.
Casualmente, al menos el viso de una respuesta más creíble a la pregunta retórica de Friedman fue proporcionada por el Times, ese mismo día, en un despacho desde Ankara firmado por Stephen Kinzer, quien escribió que "el más conocido activista de derechos humanos en Turquía fue encarcelado" para purgar una condena por "instar al Estado a alcanzar un acuerdo de paz con los rebeldes kurdos".
Unos días antes Kinzer dio a entender veladamente que esa no era toda la historia: "Algunos (kurdos) insisten en que son reprimidos por el régimen turco, pero el gobierno insiste en que gozan de los mismos derechos que los demás ciudadanos".
Uno se pregunta si esto realmente hace justicia a las operaciones más extremas de limpieza étnica de mediados de los años 90, en las que decenas de miles de personas han sido asesinadas, 3 mil 500 poblados han sido destruidos (un número siete veces mayor al de localidades que fueron arrasadas en Kosovo, según el anuncio de victoria de Clinton).
Se habla también de entre dos millones y medio y tres millones de refugiados, además de horrendas atrocidades, fácilmente comparables a las perpetradas por los enemigos escogidos que aparecen diariamente en primeras planas, y que son detalladas por las principales organizaciones de derechos humanos, pero que son ignoradas.
Los logros en la guerra fueron posibles gracias al masivo apoyo militar estadunidense, cuya intensificación fue ordenada por Clinton a medida de que aumentaban las atrocidades. Así se fueron enviando aviones y helicópteros de ataque, equipo para la contrainsurgencia y otros medios de terror y destrucción, así como entrenamiento e información proveniente de los servicios de inteligencia, que se destinó para algunos de los peores asesinos.
Debe recordarse que esos crímenes se han cometido a lo largo de la década de los 90 dentro de la misma OTAN, y bajo la jurisdicción del Consejo Europeo y la Corte Europea de Derechos Humanos, los cuales continúan emitiendo dictámenes contra Turquía por las atrocidades que cometió con el apoyo de Washington (muchas de ellas ocurridas en 1998). Se requirió de verdadera disciplina por parte de participantes y comentaristas para "no notar" nada de esto durante la celebración, en abril, del 50 aniversario de la OTAN.
Esta disciplina fue particularmente impresionante a la luz del hecho de que la celebración estuvo teñida por la sombría preocupación ante la limpieza étnica ųperpetrada por los enemigos oficialmente designadosų y no por los "Estados iluminados" con la función de dedicarse a su misión tradicional de llevar justicia y libertad a los pueblos del mundo que sufren, defender los derechos humanos empleando la fuerza, de ser necesario, bajo los principios del Nuevo Humanismo.
Estos crímenes, de seguro, son la única ilustración a la respuesta dada por los "Estados iluminados" a la profunda interrogante de "Ƒcómo debemos reaccionar cuando ocurren cosas malas en lugares sin importancia?". Debemos intervenir para rebasar las atrocidades y no "mirar hacia otro lado" bajo una "doble moral", que es como comúnmente se evita responder cuando alguien, descortésmente, aduce a insignificancias.
Así fue la misión que se llevó a cabo en Kosovo, como lo revela claramente el curso de los hechos, que no la versión refractada a través del prisma de la ideología y la doctrina, que no tolera con agrado la observación de que una consecuencia de la "inmensa ofensiva aérea" fue un aumento en el nivel de atrocidades que llevó a un saldo de víctimas comparable al que dejó la situación (apoyada por Estados Unidos) en Colombia durante los 90, y a un nivel cercano a las atrocidades que se han cometido en los países europeos y de la OTAN en la misma década, de haberse prolongado los bombardeos.
Las instrucciones de Washington, sin embargo, son las ya conocidas: Apunten un reflector láser hacia los crímenes del enemigo oficial de hoy. No se permitan distracción alguna por crímenes comparables o peores que, no obstante, podrán ser fácilmente mitigados o suspendidos gracias al papel crucial de los "Estados iluminados" que terminan siempre por perpetuarlos, o incluso intensificarlos, cuando los intereses del poder así lo requieren. Primero obedezcamos estas órdenes, después, ocupémonos de Kosovo.
Un análisis mínimamente serio del acuerdo para Kosovo requiere revisar las opciones diplomáticas que existían el 23 de marzo, un día antes de que se lanzara la "inmensa ofensiva aérea", y compararlas con el convenio finalmente logrado por la OTAN y Serbia el 3 de junio. Aquí debemos distinguir dos versiones: 1) Los hechos. 2) El giro, es decir, la versión de Estados Unidos y la OTAN que se limita a lo dicho en reportajes y comentarios difundidos en los "Estados iluminados".
Aun el más descuidado de los vistazos al tema revela que los hechos y el giro tienen agudas diferencias. Por ello el New York Times publicó el texto del acuerdo con un inserto titulado Dos planes de paz: en qué difieren. Los dos planes eran el borrador del acuerdo de Rambouillet que se presentó a Serbia en términos de un ultimátum "tómenlo o déjenlo y bombardeamos" el 23 de marzo. Por otro lado, estaba el acuerdo de paz del 3 de junio.
Pero en el mundo real existen tres planes de paz, dos de los cuales estaban en la mesa de negociaciones el 23 de marzo: el acuerdo de Rambouillet y la respuesta al mismo, en forma de las Resoluciones de la Asamblea Nacional Serbia.
Traducción: Gabriela Fonseca