La Jornada Semanal, 27 de junio de 1999
Bolivia, la gran desconocida de América. Su capital, Sucre -la antigua Charcas-, es la ciudad con mayor riqueza artística del continente. Potosí fue, en su momento, la capital del mundo, y aún conserva trazas de ello. La Paz seduce con su peculiarísima orografía. La región de Chiquitos alberga las misiones jesuíticas mejor conservadas. Cerca del lago más alto del mundo, el Titicaca, se encuentran las ruinas de Tiahuanaco, una esplendorosa acrópolis preincaica que guarda el secreto de una civilización ignota. De las alturas andinas se pasa a las exuberantes selvas amazónicas. Hay ríos indómitos de impredecible cauce, lagunas que toman el color de los flamencos. Y el Salar de Uyuni, el asombroso desierto de sal. La riqueza musical boliviana merece por sí sola un capítulo aparte.
Y sin embargo, muy poca gente conoce Bolivia o se interesa por ella.
Ese extraño destino se cumple también con su poesía. Las importantes figuras del pasado (Jaime Freyre y Jaime Sáenz, por poner dos brillantes ejemplos) son prácticamente desconocidas para el lector hispanoamericano. Ese aislamiento intelectual no debe durar más. Con esta breve antología queremos poner al alcance del público en español algunas de las voces más interesantes de la más reciente poesía boliviana.
En esta pequeña selección doy cabida a poetas que aún no son accesibles al lector común. Por tal razón dejo fuera a poetas tan valiosos, destacados y reconocidos como Pedro Shimose (cuya obra casi completa está publicada en el volumen Poemas, Editorial Playor, Madrid, 1988) o Eduardo Mitre, cuya antología en Visor está a punto de salir.
Recojo aquí poemas de ocho autores bolivianos. No uso otro orden más que el alfabético; el año y lugar de nacimiento se dan en breve nota al comienzo de cada apartado. De todos modos, sería flaco favor por mi parte no dedicar algunas palabras a cada uno de los antologados, que tan amablemente me han proporcionado sus manuscritos. Haré, pues, un breve comentario sobre cada uno.
A Fernando Llanos lo conocí en la Carrera de Literatura, y luego coincidí con él en la reunión de poetas del Festival Cultural de Sucre, en 1986. Su poesía es desbordante como un vendaval, y hasta a él mismo le cuesta ponerle las bridas. Llanos escribe en un febril trance, y el dinero se le escapa en las resmas de papel que escribe y reescribe con furor de oráculo. Tras la riada nos quedan sus crípticos versos, que nos dan una cierta idea de su mundo interior, tal como un fragmento de piedra tallada nos habla de civilizaciones lejanas.
Alfonso Murillo Patiño sorprende con una extrema sensibilidad bajo la aparente dureza de sus comentarios (aparte de la poesía, cultiva con acierto la narrativa y la crítica literaria). La soledad, la distancia, la músicaÊy una contenida fiereza animal son las vetas que recorren el sangrante mármol de sus poemas. Aquí y allá, profundas y sentidas referencias culturales engastan las vivencias y construyen el templo de versos. Tras el velo de las imágenes sugerentes, en el sancta sanctorum nos espera el palpitante corazón del poeta.
Humberto Quino es una interesantísima y señera figura del panorama poético paceño. Quino es un goliardo moderno, cáustico y profético observador desde el cristal de aumento del fondo de la botella. Tabernario monje de la pena, su lamento se vuelve carcajada o viceversa, según cual sea la sonrisa que pague su descarnada lengua de sofista. Provocador e iconoclasta impenitente, es el último vástago de la secta de los Cínicos. Diógenes le anima, etimológico, desde su propio verso: ``No cedas viejo perro''.
Nicomedes Suárez Arauz es el creador de un mundo propio, Loén, regido por un tiempo especial. En ese Loén se juntan la exuberancia fértil y poderosa de las tierras cruceñas, la epopeya (y el asombro ante lo mágico y nuevo) de los conquistadores y las tierras internas de la memoria y la esperanza, todo ello fecundado por la vida en sus diversas manifestaciones. Caligramas, palabras extrañas que suenan como hermosos conjuros, imágenes de vitalidad desbordante, recursos epistolares y narrativos... de todo esto se vale Suárez para crear esta epopeya intemporal de la Amazonia boliviana: una epopeya también interna, como todas las grandes conquistas.
Adhemar Uyuni Aguirre vadea con seguridad entre diversos tipos de composición. En sus primeros poemas aborda con acierto una estética de haikú, muy apoyada en la disposición gráfica de los versos. Son sus años más viajeros, en los que atrapa las vivencias en imágenes rotundas, cargadas de interpretaciones diversas, crípticas y abiertas a la vez. Su producción más reciente se centra en poemas más largos, que siguen la forma del nocturno a través de jardines en los que hay ecos susurrados de voces barrocas.
Rubén Vargas, debido a las agotadoras exigencias de su labor periodística, se prodiga poco en la poesía, para tristeza de los lectores. Su primer libro presenta una poesía amorosa que, lejos de cualquier sentimentalismo, toca el profundo centro del sentimiento y, apartada de carnalidades superfluas, acaricia la piel del estremecimiento pasional. Sus últimos poemas (que esperamos pronto en forma de nuevo libro) recogen, en poderosas imágenes, el canto profundo del solitario: el gemido del poeta que grita su shibboleth con la esperanza de que alguien entienda su lengua, la palabra casi dicha de la mirada y la poesía.
Mónica Velásquez Guzmán es la más joven de las voces aquí expuestas, y la única mujer. Pero ella no necesita de discriminaciones positivas ``políticamente correctas''. Ella brilla con luz propia en el panorama de la nueva poesía boliviana. En sus libros, Velásquez engrana con armonía unos poemas con otros, y los sentidos se multiplican cuando miramos unos poemas a la luz de otros. Sus poemas son concisos, rotundos, y siempre nos dejan mirando al horizonte del siguiente verso. La sintaxis se ve desbordada por un verso libre de una precisión nada común, y una alta tensión poética recorre de principio a fin sus libros, iluminando con su luz un sorprendente mundo interior.
Marcelo Villena Alvarado, que compagina la poesía con la narrativa y con una crítica literaria de gran fuerza creadora, ofrece a menudo un guiño poético al lector. Fiel admirador de Perec, Queneau y Calvino, es normal que el tono lúdico y humorístico presida muchas de sus creaciones (tomemos como ejemplo su contrafactum de La casada infiel de Lorca, que aquí recogemos). Pero no nos dejemos engañar por ello, ni por las referencias literarias: la poesía de Villena está cargada de hondura. Tras el humor, los guiños, la soltura en la técnica y el buen hacer literario nos espera, escondida, la profundidad de una mirada poética de alto vuelo.
Cuarto de arena
El sol es tu guardián y alfarero y tú la medida del sol.
Y tú mira su rostro de despedida y marcha de nuevo
donde la sombra es cortesana del
infinito.
Acaece la ley de Judá, la menor:
resucitarás si Dios
lo quiere;
y mientras esperas pertenecer al reloj de
arena
habita palacios de mora
y ora.
Si te
cansas vulnera los cielos y ándalos,
si no, espera la última vuelta
del reloj
y sé la primera, grano de arena,
en el cambio del día
a la noche.
Aun así elige a tu compañera de esta jornada,
la
mejor del harem y hazle el amor;
que te diga: ha salido la
luna.
sin haber
conocido el desierto.
De todos los fuegos he encendido el peor
el que avanza y más
destruye
la creación fatal que no conoce causa
la belleza
fugitiva que la ignora.
Así no sólo en el ensueño pierdo
también
en el temblor de la vigilia.
Parado en el umbral de los sueños
o
sobre el filo de la navaja, que es lo mismo.
Y así estoy, y sin más
elección
entre la soledad de afuera y la de dentro.
En mi
respiración el cachorro de tigre vivirá
jugando detrás de la otra
noche que se forma
entre los oscuros matices de tu cara, tu risa
silenciosa
y su erizada pelambre.
No aquí donde me aguarda el
centro del ardor y de la espada.
En este lado de la noche el
encendido río de whisky
ardiente como dos soles.
Y Bruckner
también (duerme todavía, en la otra habitación
con sus gatos y sus
rojos acordes).
Creerás que sólo encuentro el Klavier Konzert
streich und
el Parsifal, O Von Trotta, Telemann o algo
parecido.
En Siegmaringen, en el lado de afuera
lugar donde
Céline puso fin a su prosa y a su vida.
(entonces sabrás por qué
los cementerios
de los tigres son el aire).
En vano busco las
arengas de Gandhi.
Sólo escucho el rumor de mi río, furia a la
deriva
que me devuelve a los torpes movimientos de la
infancia.
Ya no puedo leer el viejo papel de las sutras
doblado
por las reposadas manos de los monjes.
Y la rapidez del amanecer
que confunde el mercurio
con tu sangre de un jazmín blanco, en
verdad
el único fruto de un dios abandonado de la India.
El vaso
está apagado, quietos los ojos del pequeño tigre.
Sólo chispas,
sólo otro sueño más que no queda.
Flotando.
Como nacen los
muertos
sobre el Ganges.
Cuando hayas abandonado tu cuerpo
Viejo poeta
Y seas una estatua
de arena
Las renacidas ramas cubrirán tu canto
Viejo poetaTu
marchita corona
Cuando seas un
desvarío sobre un peldaño
Cuando hayas abandonado tu cuerpo y tu
rocín
Me preguntarán por qué escribo
Tomando en cuenta aquello,
imágenes tales como ``esqueletos de
arena''
o ``las avispas de mi sombra''.
¿Acaso la mirada de los
animales no es tan suave
como el polvo del calcio de nuestros
huesos?
¿O aquel arroyo acelerado
sobre un pedregal no se
asemeja
a las vértebras de nuestras columnas?
¿O los súbitos
pececitos que irrumpen
en susto, no parecen gestos
de nuestras
manos?
es tan fácil hablar de la tierra como un
ojo
vulnerable a los deseos eternos del azul.
1. ¿Qué busca la noche
2. ¿Por qué, en este invierno, escribí
3. Mientras me asomo a los puentes
4. Cada uno de los ojos
5. Una puerta se abre y cierra
6. Ni claridad ni oscuridad
7. Inútil fue insistir
8. Desde la madrugada
Cuando desciende
Bajo los puentes?
Las palabras de mi
olvido
Contra el goteo de la niebla?
Las respuestas interrogan
Los
resquicios de nuestras preguntas
Es un círculo de fuego
Rodando por el
empedrado
Al doblar una esquina
Fogata y
ventana:
La luna
De golpe amanece
La ausencia y la
despedida
Cruzan la niebla del invierno
La cabina del teléfono
Me devolvía las
monedas
No contestaste mi llamada
Hasta el mediodía
Seguí caminando con tu
recuerdo
Fósforo y ceniza
En los árboles
Que la lluvia
golpeaba
El escenario consta
A un costado
de una línea continua y tensa
remota como
ella misma:el horizonte.
no importa cuál:las
vías
largamente abandonadas.
Al
centro
una gran piedra
sin
sombraAhora
sólo faltas
tú
dondequiera que estés.
sentada junto a la tierra
un rumor
desde tu tumba
una mujer sola
abre el
surco
midiendo con el polvo su estatura
clava las cuatro velas
que le dejaron
desnudo de horrores y perdones
se mueve bajo la
tierra
todo se ordena según lógicas
que sólo niños y perros
presienten
sin aire
con toda tu vida dormida sobre ti
en
medio de los huesos
te reconoces
te levantarás a cantarle al
mundo
la versión propia de tu historia
Si vienes por La Paz trae contigo
Si pasas por La Paz en un descuido
La noche está de vuelta
el misterio en la pupila
un
instante, la sorpresa
y todos los detalles de la forma
que se
graba para siempre en mi materia
que se juega inaprehensible en el
olvido
en un pícaro rugido...
lo simple logra serlo
anónimamente
íntimo
preguntando, omitiendo
saltando
como una llama
de
un lado al otro
de los Andes
pasas