Masiosare, domingo 27 de junio de 1999
Tepic, Nayarit. Mientras en el PRI se hacían pedazos, Antonio Echevarría no perdió el tiempo y se lanzó a una campaña para lograr el apoyo de todas las oposiciones.
Llevaba ya buen trecho avanzado cuando de la guerra fatricida priísta surgió como emergente José Lucas Vallarta Robles, ex alcalde de Tepic, ex líder del Congreso, amigo de Celso Humberto Delgado desde hace más de 50 años y medio hermano de el más fuerte precandidato, el general Alvaro Vallarta.
Echeverría, en tanto, sumaba poco a poco. Primero fue el PT, luego el PRD y al final el PAN. En las elecciones de julio de 1997 el PAN obtuvo 23.37% de los votos en la entidad y el PRD 20.70%. La suma de ambos tiene un diferencial de seis puntos respecto a los votos que recibió el PRI.
La gubernatura y la mayoría de las 20 alcaldías están en peligro, advirtió el 26 de abril el gobernador Rigoberto Ochoa Zaragoza.
Los candidatos llevaban casi dos meses de campaña.
Ya circulaban algunas encuestas que señalaban una tendencia en favor del aspirante opositor (40% Echevarría, 38% Vallarta).
En las semanas previas, el gobernador se había encargado de combatir a Echevarría: limitó la seguridad personal del candidato opositor, clausuró su plaza de toros, lo espió por medio del secretario general de Gobierno, lo llamó rataÉ
Ochoa intentó meter la mano en la definición de los candidatos a las alcaldías y las diputaciones locales, pero de nueva cuenta el CEN lo amarró.
Los primeros dos meses de la campaña fueron de pesadilla, reconoce el candidato priísta Lucas Vallarta Robles, porque su principal adversario iba embalado, mientras él sufría las secuelas de la polarización que dejó el proceso de selección interno.
En esos dos meses -concede- las actividades de campaña estuvieron prácticamente suspendidas, porque él tuvo que pactar con los grupos inconformes. Cuando salía de eso, se vino encima la definición de los candidatos a alcaldes. Y perdió otras dos semanas valiosas.
``Se nos fue el tiempo en reacomodos -admite- y nos desgastamos. Fuimos al revés''.
Desde México, la campaña se reajustó y de inmediato vino el repunte. Aunque para el candidato, nunca hubo peligro.
``Siempre le juego a la desconfianza. Sabía que de mayo en adelante íbamos a subir. Ve ahora las encuestas: ya estamos arriba''.
A mediados de mayo ambos candidatos debieron hacer ajustes.
Al PRI ya había llegado José Antonio González Fernández. Y la línea cambió. La entidad pasó a ser ``de primera prioridad''.
La directiva removió a Salvador Rizo como delegado del CEN del PRI y mandó al diputado Carlos Sobrino Sierra, líder nacional del Movimiento Territorial.
A Rizo, el último golpe se lo dio el obispo Alfonso Humberto Robles Cota, quien públicamente lo reprendió.
El obispo ha sido un actor principal en la contienda. Hace unas semanas regañó a Ochoa Zaragoza por influir en su partido y lo descalificó por repartir despensas en las comunidades rurales.
Con Sobrino llegó un equipo de enviados nacionales, en el que se incluyó al jalisciense Guillermo Vallarta Plata y a Eduardo García Puebla. Además, se contrataron los servicios del publicista Hugo Scherer Ibarra.
Echevarría -por recomendación del PT- contrató los servicios de la mercadóloga Gisela Rubach.
Y las campañas se enfilaron a la guerra abierta.
Los vituperios
Los estrategas del PRI enfilaron sus baterías a dos aspectos incómodos para Echevarría: su declaración patrimonial y el emplazamiento a un debate.
Y tomaron la iniciativa: su candidato presentó la lista de sus bienes (acumula una fortuna de 4 millones de pesos), retó al opositor a hacer lo mismo y citó a los demás aspirantes a un encuentro frente a las cámarasÉ aunque originalmente, el reto lo había lanzado la alianza.
Vallarta había recibido la orden de asistir al debate. Pero recibió un extrañamiento del gobernador Ochoa Zaragoza, quien lo juzgó inconveniente.
``No hay por qué engordar el caldo gordo, porque el candidato está en desventaja. Lo van a sacrificar''.
La estrategia funcionó.
Toño rehusó a presentar su lista de bienes y sólo ofreció que el saldo de la cuenta bancaria de la campaña estaría abierta al público. Y se abrió a un debate, que sólo se realizaría si era entre él y Toño.
Desbordado, Sobrino se lanzó contra Echevarría y lo acusó de corrupto, extorsionador y traidor. Y en cascada, todos los dirigentes locales la emprendieron contra su ex compañero de partido. Hasta Vallarta Robles cambió su discurso y lo empezó a descalificar.
En las encuestas, Toño seguía arriba. Y se dio el lujo hacer un viaje al extranjero.
Terminaba mayo.
En las encuestas, la ventaja de Toño era apenas de un punto (37-38).
Vallarta lo tenía a tiro de piedra.
Con la lumbre en los aparejos, Toño contraatacó, aunque a trompicones.
Declaró que estaba dispuesto a presentar su declaración patrimonial, pero sólo ante un ``tribunal popular'', y sólo si el gobernador Ochoa Zaragoza y Celso Humberto Delgado hacían lo mismo.
Incluso, propuso que en el tribunal popular participaran representantes de los partidos, de organismos empresariales, asociaciones de profesionistas y organizaciones estudiantiles.
Mientras, el PRI seguía con el escarnio. Los ataques se multiplicaron en los medios impresos locales. La alianza desapareció, extrañamente, de los noticieros de la filial local de Televisa.
Incluso, llegaron al grado de acusarlo de defraudador por utilizar alta fructuosa en su planta embotelladora. Toda una ofensa, pues la principal producción de azúcar refinada en el país se da en la entidad.
El candidato opositor pidió que el debate lo organizara la Cámara de la Industria de la Radio y la TelevisiónÉ y le tomaron la palabra.
Toño tuvo que ceder. El debate finalmente se desarrolló la noche del 14 de junio a las 8 de la noche.
Vallarta no esperó. Acusó a Echevarría de haberse hecho rico al amparo del poder.
Justo al día siguiente, en medios de comunicación nacionales se conoció la historia de las propiedades del candidato de la alianza.
Ninguno de los dos ganó el debate.
Salió victorioso Alejandro Gascón Mercado, ex alcalde de Tepic y víctima en 1975 de la primera concertacesión en la historia reciente de la política nacional, candidato en esta ocasión por el Movimiento Electoral del Pueblo.
Pero Vallarta asumió la derrota.
Y atacó a Echevarría con un anuncio publicitario en el cual lo criticaba por haber mentido al presentar su declaración de bienes. ``El que miente una vez, miente siempre''. El PRI saturó los medios electrónicos con ese mensaje.
La alianza respondió con el mensaje que resucitó a Emilio M. González para hablar de la honradez de Toño como secretario de Finanzas.
La oposición, nunca
¿Y si el PRI le hubieran hecho caso a Ochoa ?
Cuando empezó la campaña, el gobernador cetemista fue el principal golpeador de Toño Echevarría. El mismo denunció que el candidato opositor tenía una fortuna superior a los 2 mil millones de dólares y que se había enriquecido ilícitamente durante los 12 años que fungió como secretario de Finanzas en el gobierno del estado.
El pleito era personal. Ochoa Zaragoza intervino, cuando Toño quiso comprarle sus estaciones de radio al empresario tapatío Alejandro Díaz Romo, al que ya le había pagado 2 millones de dólares.
``¿La oposición en el poder de Nayarit? ¡Nunca!'', había prometido.
Y menos una concertacesión.
Rigo, a pesar de que había perdido la sucesión, cumplía con su responsabilidad y asumió el costo.
Pero el CEN decidió que la campaña se condujera desde el centro. Eso sí, le dejaron la conducción del aparato electoral a políticos locales que controla Manuel Cota.
Cosas de la política. Pasaron la semana y aplicaron un modelo que el cetemista ya tenía patentado.
El miércoles 23, alertado por un ``reconocido priísta'', Toño advirtió que lo tratarían de involucrar con el narcotraficante Joaquín El Chapo Guzmán.
Nadie lo había acusado. Pero quiso adelantarse al escándalo y aceptó que en 1991 El Chapo había estado en su casa, como invitado a la boda de una sobrina de su esposa.
La historia es distinta. En las paredes de uno de sus restaurantes -El Marlin- mucho tiempo estuvo colgada una fotografía en la que aparecen juntos. Una copia llegó a manos enemigas y su publicación era inminente.
A pesar de todo -dice- ``me han tratado bienÉ pensaba sería peor'', dice el candidato opositor unas horas después.
-¿Ya se le curtió la piel? ¿Se le resbala lo que dicen de usted?
-No es que se me resbale. No me hacen efecto, porque nada es cierto.
``Además, para meterte a esto primero tienes que hacerte un examen de conciencia y ver cómo andas. Y si tienes por allí un pecadillo, mejor ni le entres, porque el sistema es muy perverso. Yo estoy limpio... y le entré''.
¿Quién empezó con las agresiones?
``Fueron los de la alianza. Ellos comenzaron a distribuir panfletos con calumnias'', se queja Carlos Sobrino.
Asegura que la estrategia priísta no está basada en la contrapropaganda, sino en la consolidación del voto duro de su partido (que calcula en 35%) y en el convencimiento de una franja del electorado que es afín al PRI, pero que está disgustado con las políticas gubernamentales.
Sobrino habla con conocimiento de causa. Según un sondeo elaborado por la empresa Consultores en Mercadotecnia Política, tres cuartas partes del electorado local está identificado con ese partido.
Y el presidente Ernesto Zedillo tiene una calificación de 7.9 en su gestión como gobernante.
Entonces, ¿con quiénes están disgustados los nayaritas?
Con el gobernador Ochoa Zaragoza, que en los sondeos de opinión apenas supera los cuatro puntos.
Rigo tiene mala imagen en la zonas urbanas, pero en el campo es el ancla del trabajo político priísta, reconoce el delegado del CEN del PRI.
Por eso, dice, la apuesta del PRI es por los votantes switcher, aquellos que definen hasta el último momento la intención de su voto.
Es un microuniverso de 15% de los electores de la entidad. ``Con mover a 4% ya ganamos'', establece.
¿Qué los hará preferir al PRI?
La actitud, refuerza. Nuestra actitud retadora, la propaganda que convence, el candidato subido al ring.
``Este es un ensayo de lo que pondremos en práctica en el 2000''.
Un político disciplinado, a la antigüita. Con 67 años. Siempre alejado del escándalo.
Casi nada de eso le queda a Lucas Vallarta Robles.
Esta semana empezaron los pre-cierres de su campaña en el interior del estado. Los actos, convertidos en gólgotas donde Echevarría es crucificado.
``Vamos a decirle a ese incrédulo, abusivo y mentiroso quién será el gobernador de NayaritÉ'', decían los animadores de los actos en Tuxpan, Jala y Ahuacatlán, el martes 21.
``Vamos a aplastar a la alianza'', prometió el candidato a sus seguidores.
¿Por qué se subió al ring?
``No soy una persona violenta, pero tampoco se debe ser pusilánime. Nadie aceptaría un gobernador pusilánime. Las ofensas duelen, lastiman'', responde.
-Si es elegido gobernador, ¿qué hará con Toño?
-Seguiría con sus negocios, enriqueciéndose. Tendría obligaciones políticas, morales y económicas con él. Vamos a procurar que no pase nada.
Lucas Vallarta cree que una derrota del PRI sería sorprendente en Nayarit.
``Mi percepción es que vamos a ganar por más puntos de lo que se supone''.
Famoso en los mundos del negocio -es dueño de 26 empresas- y la tauromaquia, Antonio Echevarría Domínguez se convirtió en un referente de la política nacional, por haber logrado que PAN y PRD fueran a una candidatura común, después de seis años de ayuno.
Ahora, en la antesala de lograr el triunfo, es el nuevo hombre de la transición, en la perspectiva de la gran alianza opositora para la elección del 2000.
Se presenta así mismo como ``católico y proveniente de una familia con tradición empresarial''.
Ligado con Vicente Fox -por la Coca-cola-, Echevarría dice que ha aprendido mucho del gobernador guanajuatense, pero también de los perredistas Ricardo Monreal y Porfirio Muñoz Ledo.
¿Qué semejanzas tiene con ellos? Su amor por México, dice sin reparo.
¿Y las diferencias? Con los perredistas, el éxito en los negocios. Con Fox, muy poco ``por que él también es bueno como empresario''.
El último trabajo que Echevarría tuvo como funcionario priísta fue como secretario general de Gobierno, cuando Rigoberto Ochoa Zaragoza asumió la gubernatura.
Llevaba más de dos décadas en la administración pública, pero nunca en cargos de responsabilidad política.
Ese nombramiento fue ``un accidente. Yo no quería, pero era una orden de Patrocinio González Garrido, que no quería a Rigo. Me fui hasta que me aceptó la renuncia''.
-¿Se avergüenza de su pasado priísta?
-No, porque yo nunca hice un fraude electoral. Yo era administrador público, no era operador político y nuca fui tapadera de nadie.
Y aunque ha utilizado la imagen del ex gobernador Emilio M. González, el empresario no acepta que encabece al emilismo y niega que esté en contra de los celsistas.
De Rigoberto Ochoa Zaragoza habla poco. ``Ni quiero acordarme de él ni él de mí''.
-Faltándole muy pocas cosas en lo material, ¿por qué quiere ser gobernador?
-Ya me realicé como empresario, como padre de familia. Ahora quiero realizarme como un ciudadano y ser útil a mi estado. Sé administrar, estoy convencido que al estado y al país le faltan buena administración, honesta, científica, con sentido productivoÉ
-¿Un Fox?
Eso es otra cosa...
-¿Cuánto lleva gastado en la campaña?
-Han de ir como 2 millones 300 mil pesos, pero eso yo no lo manejo ni sé en qué ni cómo.
-Usted suelta y ya.
-Sí.
-¿Cómo le hace para financiar su campaña?
-Lo estoy pagando directamente. Aunque hay gente que me ha dado y en los afectos no puedo ser majadero. Hay gente pobre que me pone en la bolsa 100 pesosÉ me hace llorar cabrón. ¿Fallarle? Mejor que me lleve la chingada. ¿Le fallo? Madres.
-¿Defenderá su triunfo hasta el final?
Esa es la pregunta de los 64 mil. Espero que no haya necesidad, que la gente salga a votar y que con todo y el fraude les ganemos. Y si hay fraude, no sé qué voy a hacer. No quiero decir porque yo sé cómo está la gente, está muy ilusionada, muy apasionada, muy interesada, muy valiente, no séÉ