Marta Lamas
¿Qué le pasa al PRD?

Como a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal le toca reformar el código penal del DF, a principios de año 40 organizaciones feministas y de mujeres presentaron un conjunto de propuestas en su campaña Acceso a la justicia para las mujeres. Estas incluían reformas relativas a cinco puntos: derechos de las víctimas (¿recuerdan los careos de las jovencitas de Tláhuac?), violencia, derechos de la infancia y juventud, aborto y derecho a la salud, y derecho a la no discriminación. Desde un principio los asambleístas plantearon dejar el tema del aborto fuera de la discusión, aunque la propuesta feminista no pide ni la despenalización ni la legalización del aborto, sino sólo la ampliación de causales a lo que ya existe en otros estados del país: por malformaciones del producto, por salud de la mujer y por razones económicas. Sin embargo, y a pesar de que PRD, PRI y PT reconocen que en muchos sentidos se trata de una penalización desfasada de la realidad actual de la ciudad de México, para ``llevar en paz'' el proceso de reforma de todos los demás artículos del código, los partidos acordaron ``no tocar'' el artículo del aborto. Esta decisión llevó a las organizaciones feministas a lanzar una campaña de recolección de firmas (requerimos 61 mil) para presentar la propuesta de actualización del artículo sobre aborto como iniciativa ciudadana.

Pero a pesar del acuerdo sobre el tema tabú, la liebre saltó por donde menos se le esperaba. El anteproyecto de reformas al código penal que presentó el Grupo Plural para discusión, coordinado por el PRD, sí toca el punto de aborto, y lo hace casi como si le hubiera encargado a alguien de Pro Vida la redacción. Con una serie de retrocesos brutales, como la introducción de punibilidad a la tentativa de aborto y como la aparentemente inocente sustitución de la definición de aborto como ``la muerte del producto de la concepción'' por la de ``privar de la vida al producto de la concepción'' (significativamente, con el homicidio se usa la misma expresión: ``privar de la vida''), las reformas propuestas no sólo socavan la confianza de los grupos feministas que han estado con Cárdenas, sino hacen que el PRD se traicione a sí mismo.

Lo más impactante es que los atrasos no son sólo los relativos al aborto, sino que en los otros temas también hay barbaridades. Caso paradigmático es la propuesta sobre violación. Ya desde 1991 la alianza de mujeres y feministas de todo signo político, activistas y funcionarias, políticas y diputadas, había logrado una reforma inteligente en materia de delitos sexuales. La violación se retipificó entonces con la introducción de figuras que no estaban consignadas en la idea tradicional de cópula (penetración del miembro viril en la vagina), pero igual de aberrantes, y desgraciadamente muy frecuentes: la introducción de ese miembro o de algún instrumento (botella, palo de escoba martillo, etcétera) por vía oral o anal. Hoy, el inaudito anteproyecto echa por la borda dicha distinción, deja la concepción tradicional de cópula, tal y como estaba antes de 1991, pasa la violación oral a la categoría de ``abuso sexual'' (con reducción de pena, claro está), y considera la violación anal como violación ficta (también con menor penalidad). Como remate, y para gusto de los violadores en potencia, en este código se les reduce la pena.

Además, no conforme con eso, define abuso sexual no como una violencia a la autodeterminación sexual de las personas sino como un acto erótico/sexual sin el propósito de llegar a la cópula.

¿Qué le pasa al PRD?

Soy consciente de los serios problemas por los que atraviesa el PRD, con una campaña en contra que busca sus disfunciones burocráticas y sus errores políticos y los magnifica sin registrar los aciertos y los cambios positivos presentes en su ejercicio de gobierno. Sin embargo, no se puede dejar pasar este horror. Si bien puedo entender, aunque no aceptar, los medios y conflictos del PRD en torno a la propuesta sobre aborto, me aterra pensar qué significa esta súbita amnesia en relación a conquistas básicas en materias en las que hay una coincidencia entre todos los partidos, como son los delitos sexuales. ¿A quién le interesa rebajar la pena de los violadores o limitar la definición de violación sólo a la cópula, entendida como ``penetración vaginal con miembro viril''? Del PAN y del PRI se espera una actitud autoritaria y machista, pero es doloroso ver el impulso mimético de los asambleístas perredistas.

Ante la inconsciencia o ignorancia de quienes elaboraron el anteproyecto, inmediatamente me acordé de algunos asambleístas perredistas que destacan por su prepotencia y que no registran la historia y sus avances (entre ellos, que el PRD es un partido que votó en un congreso por la despenalización del aborto, y eso está en actas, aunque se les olvide). Lamenté que este anteproyecto fuera puesto a discusión por un partido que se dice abiertamente a favor de los derechos de las mujeres, y revisé los nombres de quienes conformaron el grupo de trabajo para su elaboración. Encontré ahí fundamento a mi paranoia feminista. El grupo está constituido únicamente por hombres: ocho de la academia, dos de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (licenciados Víctor Carrancá Burguette y Renato Salas Heredia) y varios más bajo la mención sin nombre de ``algunos secretarios de Estudios y Cuenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación''. Entonces me pregunté ¿hasta dónde este anteproyecto es producto de la falta de respeto a las mujeres en general, y a las violadas en particular, y de la mala fe de los machistas que ocupan puestos en el gobierno de la ciudad?

La incapacidad perredista de desarrollar un proyecto de reformas congruente con sus aspiraciones declaradas se perfila como una fuente de graves conflictos. Las iniciativas legislativas reproducen o revocan expectativas recíprocas entre un partido y sus votantes. La actividad política requiere de relaciones de reciprocidad, la cual supone algo básico: yo voto por ti y tú me representas en la medida en que cumples con lo que te comprometiste. Apostar por el silencio, negociar abajo de la mesa, romper acuerdos y olvidar los compromisos son costumbres antidemocráticas que cobrarán su precio muy alto. Pero ponerse, inconsciente o voluntariamente, en contra de quienes son sus aliadas naturales es hacerse el harakiri de la manera más agradecible por el PAN y por el PRI. ¿Qué quiere el PRD, perder a su electorado femenino? Si es así, va por buen camino.