Antonio Gershenson
La reforma fiscal

La Secretaría de Hacienda ha anunciado que no va a haber reforma fiscal, porque los partidos no quieren aprobar algo así, tan cerca de las elecciones. Es claro que eso corresponde al supuesto de que esa reforma fiscal tiene que afectar a los ciudadanos, y que por eso se vería afectada la votación de los partidos.

La realidad es muy distinta. La reforma fiscal que el país necesita no es la que algunos funcionarios quieren. Una reforma que afecte a los consumidores va a deprimir más el consumo y va a favorecer la recesión. Lo mismo va a pasar si se aumentan los impuestos a la inversión productiva. Lo primero que debemos hacer para reformar el sistema fiscal mexicano es detectar y eliminar sus principales distorsiones, que no van por el lado supuesto en el anuncio que comentamos.

Una de estas distorsiones es el gravar hasta el exceso a Pemex. En 1998, esta entidad tuvo un rendimiento antes de impuestos de 140,716 millones de pesos. El total de impuestos, derechos y otros gravámenes que se le aplicaron fue de 151,307 millones. Por lo tanto, estos montos que Hacienda retuvo a Pemex representan 107.5 por ciento del citado rendimiento, que quedó reducido a números negativos por más de 10 mil millones.

Por el contrario, en el sector financiero encontramos exenciones de impuestos que algunos funcionarios prefieren no recordar. Las sociedades de inversión no pagan impuesto sobre la renta ni tampoco el IVA. Esto contribuye a que los rendimientos de los títulos de estas sociedades sean mucho mayores que el de, por ejemplo, un depósito a plazo fijo en el banco. La cuestión se complementa con el hecho de que la mayoría de los bancos exige un mínimo del orden de un millón de pesos para adquirir esos títulos, y para los ahorradores pequeños y medianos quedan los depósitos a plazo fijo y otros mecanismos de muy bajo rendimiento, que sí pagan impuestos.

También están exentas del pago de IVA las compras y ventas de acciones en la bolsa. La casa de bolsa cobra su comisión tanto al que compra como al que vende, pero de ahí el fisco no cobra nada. Si alguien adquiere una lata de sardinas, paga IVA, pero si compra acciones para volverlas a vender al siguiente mes a un precio mayor, no paga IVA. Eliminando estas exenciones y reduciendo los montos destinados a rescatar bancos, queda para ir reduciendo la carga fiscal de Pemex y para estímulos fiscales a la inversión productiva.

Estas distorsiones pueden y deben ser corregidas, y no le van a quitar muchos votos a quien vote por ese cambio en el Congreso. Le quitaría unos pocos votos de los afectados y le daría muchos votos de los beneficiados. Además, los cambios se pueden compensar entre sí para mantener el equilibrio fiscal, dejando que Pemex tenga dinero para invertir y generar empleos, y acabando con las exenciones injustificadas de impuestos.