Falleció Joaquín Díez-Canedo, el último Quijote editorial del país
Incondicional de la literatura mexicana, publicó más de 700 títulos
Angélica Abelleyra, Angel Vargas y Yanireth Israde * "Amaba, antes que todo, la literatura", dice Joaquín, hijo del editor Joaquín Díez-Canedo, quien la mañana de ayer dejó de existir a los 81 años, a causa de una neumonía y una embolia que lo mantuvieron en el hospital por 12 días.
Nacionalizado mexicano hace 53 años, fundador del sello Joaquín Mortiz y editor del Fondo de Cultura Económica (FCE) durante la época de Daniel Cosío Villegas, el egresado de letras españolas murió a las 7:45 en el hospital Español y sus restos fueron velados en una agencia de Félix Cuevas, hasta donde llegaron sus familiares y amigos, como el poeta Alí Chumacero, el escritor José Luis Martínez y el periodista Henrique González Casanova, quienes formaron parte de Los divinos, aquel grupo animador de célebres tertulias a las que se sumaban también los ya desaparecidos Jaime García Terrés, Abel Quezada y Francisco Giner de los Ríos, entre otros.
Según informes de su hijo, los restos del ex soldado republicano durante la Guerra Civil Española serán incinerados y colocados en el panteón Español, en una ceremonia a las 10 de la mañana de hoy.
Considerado ''el último Quijote editorial del país", Joaquín Díez-Canedo mostró siempre un profundo amor por la palabra impresa (editó más de 700 títulos), sobre todo aquella que guardaba los universos de la imaginación, pues prefirió dedicarse a publicar novelas y cuentos en la casa Joaquín Mortiz ųnombre que surgió del seudónimo M. Ortiz que usó en su correspondencia desde la Madrid franquistaų que continuar con su puesto en el FCE para lanzar al mercado libros de economía, sociología y derecho. "Me parecían interesantes, pero no me hacía gracia publicarlos. Quería publicar literatura", dijo en una amplia entrevista a Patricia Vega, aparecida en La Jornada.
Oriundo de Madrid, donde vio la luz el 28 de octubre de 1917, su niñez transcurrió entre ferias de libro y talleres de imprenta, de la mano de su padre Enrique Díez-Canedo, fundador de la Casa de España que con los años se convertiría en El Colegio de México. En un hogar tapizado de volúmenes, vio transitar a poetas y narradores: Alfonso Reyes, Ramón del Valle Inclán y Max Aub, amigos de su padre que le inyectaron al pequeño un profundo gusto por la lengua española, las letras latinoamericanas y en especial las mexicanas.
Persona "aguda, ingeniosa, irónica, estricta y sencilla, de un pudor agresivo pero siempre amigable", según sus amigos, don Joaquín creyó que su vocación era la diplomacia, oficio que desarrolló su padre, pero a los 19 años se sumó a la Guerra Civil Española en condiciones lamentables, porque nadie le enseñó a usar un fusil: ''nunca lo usé, sólo lo llevé al hombro", relató en la mencionada charla. "No libré grandes batallas pero sí viví los bombardeos horrorosos, sentía que todo era como un ensayo, una mezcla de tragedia, de miedo y también de gusto por estar ahí", sostuvo el fundador de la revista española Floresta, que se publicó a fines de los treinta.
En calidad de refugiado, llegó a México hace 58 años, una vez que Francisco Franco tomó el poder en España. El periplo de su huida abarcó de Madrid a Vigo ųun puerto de Galiciaų, el consulado de Uruguay y Lisboa, en cuya embajada mexicana se encontró con Jaime Torres Bodet, quien le permitió permanecer de incógnito en su casa. Escondido además en una bodega, esperó el momento para embarcarse hacia Veracruz, puerto al que arribó el primero de septiembre de 1940.
Ya en México, a los 22 años ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde se formó como maestro en letras españolas. Fue en este periodo cuando ingresó al FCE para ayudar a su padre, institución en la que estuvo de 1942 a 1961. Allí se encargó de la primera edición de Libertad bajo palabra, de Octavio Paz, y de La feria, de Juan José Arreola. Tradujo del inglés Las corrientes literarias de la América Hispánica, de Pedro Henríquez Ureña, y dirigió ųjunto con Giner de los Ríosų la colección Nueva Floresta, de la editorial Stylo.
1962 fue un año crucial: fundó su propia editorial, la Joaquín Mortiz, en la cual lanzó las series El volador, Nueva narrativa, Novelistas contemporáneos y Cuadernos, en las que se enlistaron Jorge Ibargüengoitia, Homero Aridjis, Marco Antonio Montes de Oca, Vicente Leñero, Jaime Sabines, y los chavos de la onda, como José Agustín, entre otros noveles narradores que apenas despuntaban. Díez-Canedo se convirtió así, sin duda alguna, en uno de los editores más relevantes que impulsaron la cultura mexicana.
En su casa editora, fusionada desde 1983 al grupo Planeta, dio a conocer más de 750 títulos de 152 autores en un amplísimo abanico, en el que destacaron Carlos Fuentes, Elena Garro, Octavio Paz y Hernán Lara Zavala, entre otros. En 1992 dejó de asistir a la editorial "porque lo jubilaron ųrefiere su hijo Joaquínų, pero siempre tuvo una participación constante y activa en la empresa, en la cual no tuvo una actitud caprichosa para la selección, sino un verdadero amor a la literatura".
Aunque él mismo se decía "avergonzado", admitía que su mayor éxito editorial fue Los hijos de Sánchez, de Oscar Lewis. ''Era un libro que habíamos publicado (con Arnaldo Orfila Reynal) en el FCE y lo conocía muy bien porque yo lo había corregido. En determinado momento la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística dijo que publicarlo era una ofensa y el FCE lo abandonó. Ese libro me parecía encantador, lo publiqué en Mortiz y en el tiempo que lo tuve hicimos entre unas 18 y 20 ediciones. Luego Lewis se peleó conmigo, publiqué su obra completa y, claro, algunos libros eran invendibles. Ese fue mi error".
Junto con su colega Orfila Reynal, Díez-Canedo recibió en 1993 el premio Alfonso Reyes de manos del entonces presidente Carlos Salinas. La distinción le sorprendió "porque no soy escritor" aunque después, en una entrevista con Viceversa, en junio de 1998, admitió: "me considero un poco autor del México de hoy por todos los libros que he publicado, que aumentaron el nivel cultural del país"), sin embargo lo aceptó de la misma manera que otros reconocimientos, como el Juan Pablos, otorgado por el gobierno español cuando lo nombraron comendador de la orden Isabel la Católica, así como aquel al mérito editorial instituido en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Al editor le sobreviven su esposa Aurora y sus hijos Joaquín, Aurora y María.
Filólogo y poeta
Uno de los más cercanos amigos del extinto editor, el catedrático Henrique González Casanova, ofrece su testimonio sobre las aportaciones del integrante de Los divinos. Aquí queda: "A Joaquín se le reconoce por su tarea de editor y promotor de la literatura mexicana y, en general, en lengua española, así como por la actualización de esta literatura nuestra, fomentando la traducción de obras de autores europeos y de otros países de notoria presencia en la segunda mitad de este siglo. Llegó a México y se incorporó muy pronto a un grupo de jóvenes que se dio a conocer con el nombre de Tierra nueva, entre los cuales figuraban José Luis Martínez, Alí Chumacero y Jorge González Durán.
''Además, apoyó a las mujeres que editaron la revista Rueca, brillantes estudiantes de Filosofía y Letras ųcomo Carmen Toscano, Pina Juárez, Laura Alemánų y algunas otras que se han distinguido después, como María Ramona Rey.
"Desde muy joven que llegó a nuestro país se dio a conocer por su colaboración en Letras de México y le tocó tratar gente de El hijo pródigo. No recuerdo hasta qué punto haya sido colaborador de esas publicaciones o de Romance, la famosa revista que hizo un grupo de escritores mexicanos y republicanos españoles. En el FCE, al lado de Cosío Villegas y Manuel Márquez, se distinguió no sólo por aportar al apogeo de la editorial, sino que desde ahí fomentó la publicación de obras de escritores mexicanos y, en general, de americanos. Ulteriormente, cuando Orfila Reynal sustituyó a Cosío Villegas en la dirección del FCE, Díez-Canedo fue, sin quitarle mérito a Orfila, un asiduo colaborador que contribuyó a que se publicara la serie Letras mexicanas y los famosos Breviarios.
"Cuando Orfila renunció al FCE por un conflicto suscitado a raíz de la publicación de Los hijos de Sánchez y fundó Siglo XXI, Joaquín inició la edición de los libros famosos de Joaquín Mortiz, que son fudamentales en todo el desarrollo de la literatura mexicana a partir de 1966 y hasta la fecha.
"Joaquín era un hombre con una extraordinaria formación literaria, no sólo desde el punto de vista de la poesía en sus distintas ramas, sino desde el punto de vista de la didáctica. Era un filólogo, pero ademas un poeta. A mi juicio, un poeta de gran calidad que, sin embargo, consideraba que la poesía era algo que tenía que respetar. Por eso no se llegó a conocer lo que escribió, sino en algunas ediciones anónimas hechas por Max Aub.
"Su grandeza estaba en su sencillez, tenacidad y capacidad constante de jugar, de hacer burlas y ser generoso. ƑQué no puedo decir de Joaquín como amigo? Era parte de un grupo de personas que han sido mis hermanos mayores, que me abrieron las puertas de los lugares a donde ellos iban. Pienso en José Luis Martínez, Jorge González Durán, Alí Chumacero, Octavio Paz, Fernando Benítez y en otros muchos, entre los cuales quiero distinguir al gran pintor Ricardo Martínez, uno de los más grandes amigos de Joaquín, junto con Jaime García Terrés.También Max Aub, gran novelista, ensayista y dramaturgo.
''Todos ellos, al igual que Francisco Giner y Abel Quezada, eran los más constantes en las reuniones que dieron origen al grupo de Los divinos, llamado así para señalar su personalidad distinguida en la vida pública y literaria de México, así como para reprocharles que no convivieran en la vida política y social".
Ese fue, según González Casanova, don Joaquín-Díez Canedo. Descanse en paz.