n Juan Carlos Zárate


La lucha estudiantil, "contra el proyecto de vender al país"

Karina Avilés n En un encierro obligado por las amenazas, vejaciones y secuestros de que ha sido objeto, Juan Carlos Zárate, de 16 años, dice que aunque momentáneamente suspendió su participación activa en el movimiento estudiantil de la UNAM, no claudicará, pues lo único que no le pueden arrebatar son sus ideales de lucha. En un pequeño departamento al oriente de la ciudad, el joven, de mirada y manos nerviosas, recuerda lo que quedó atrás.

Todos los días Juan Carlos cruzaba a más tardar a las 7:15 de la mañana las puertas del CCH-Sur. Las clases, la convivencia con sus amigos de teatro y las pláticas sobre asuntos políticos, la academia, de chismes o "de lo que sea", formaban hasta entonces su mundo cotidiano.

"En la escuela me llevo perfectamente con todos, no he tenido problemas, ni siquiera los tuve en la secundaria", afirma. Allí en el CCH-Sur, Juan Carlos es un alumno regular que cursa el cuarto semestre y tiene promedio de ocho, según cuenta. Luego subraya: "no soy un fósil, no entré en 1992 al CCH-Sur y se me hace absurdo que si actualmente tengo 16 años haya podido entrar de nueve a la UNAM".

Acostumbraba nadar en la alberca de Ciudad Universitaria, comer hamburguesas, sincronizadas y pizzas. Nada de esto podía faltar en aquellos días. Y desde siempre, sin falta, dedica algunas de sus horas a leer "novelas revolucionarias", "tragedias" y artículos periodísticos.

La tarde del 11 de mayo de 1999 la vida de Juan Carlos cambió. Ese día fue víctima del primero de tres secuestros consumados; más adelante sufriría otro frustrado.

Desde comienzos de año, el adolescente ya se había integrado al movimiento estudiantil sin imaginar lo que se le avecinaba: "Cuando el rector lanzó su propuesta me desconcertó mucho, me surgió como una necesidad de salvar el México que sigue, salvarlo de un proyecto de nación que pretende privatizar energía, carreteras, y que de alguna manera intenta vender el país", por ello, dice, la lucha contra este proyecto en el cual se quiso incluir a la UNAM, es de todos los que integran la sociedad.

Entonces, Juan Carlos comenzó a botear, a salonear, a participar en las reuniones de su escuela, en fin, a hacer el trabajo de base de una huelga que cumple 50 días. Por el lado de sus padres, comenta que ha tenido libertad para participar en el movimiento.

"Con mi mamá llevo una relación muy padre: respeta mis ideales, me tiene la suficiente confianza y sabe que haga lo que haga lo haré con respeto. Con mi papá es lo mismo, pero como no convivo mucho con él, es un poco más difíci", señala.

Todo iba más o menos bien hasta que comenzó a recibir amenazas después de acudir a una de las sedes alternas para explicar a los estudiantes por qué "las clases que allí se daban eran ilegítimas e ilegales". A causa de ello, "el trabajador de servicios estudiantiles del CCH-Sur, José Luis Benito, me dio una patada en el ojo. De allí partieron toda una serie de amenazas. Comencé a recibir llamadas en las que me decían que no levantara el acta por estos hechos y que le bajara de güevos".

Ahora, después de ser secuestrado, recibir navajazos y golpes y sufrir crisis nerviosas, Juan Carlos Zárate señala: "aunque tengo un poco de miedo, lo que me ha pasado me da la energía para seguir luchando porque aunque te lastimen de esa manera, no van a cambiar la forma de pensar de millones de personas como yo".