Federico Navarrete*
ƑIluminados o provocadores en la UNAM?

En las últimas semanas han circulado en este medio ideas respecto a la huelga estudiantil en la UNAM que merecen ser discutidas a fondo. Con un tono de iluminación se ha propuesto que este movimiento se prolongue 133 días, hasta el 31 de agosto, fecha en que se establecerá una nueva universidad "verdadera" que sustituirá a la actual y que purificará todos sus vicios como por arte de magia.

Esta universidad, además de ser absolutamente gratuita, será "autogestiva", pues se dará sus propias leyes y nombrará a sus propias autoridades, de manera que los académicos tengan mayoría automática en sus órganos de decisión y que los estudiantes cuenten con derecho de veto sobre cualquier decisión que los afecte. En esta visión milenarista, la UNAM iniciará el año 2000 como una institución liberada y feliz.

Más que una utopía, este programa es un caso de demencia maximalista que resulta idéntico, en su desdén por el pluralismo y la complejidad de la UNAM, al programa de reformas de la rectoría. ƑExistiría, en esa universidad, algún tipo de contrapeso y salvaguarda para los grupos disidentes y minoritarios, o privaría simplemente la imposición de la "mayoría" de académicos y estudiantes? ƑSería esa universidad gobernada por asamblea, por referéndum, o por una vanguardia iluminada? En todo caso, no ofrece la menor garantía de libertad de cátedra, tolerancia y pluralidad. Tampoco se explica cómo se financiará su idílica universidad, más allá de hablar del uso de los recursos del pueblo. Como es imposible que el actual gobierno esté dispuesto a subsidiar un proyecto de este tipo, puede suponerse que el presupuesto provendría de boteos, colectas y rifas. Tendríamos pues una grandiosa preparatoria popular en permanente asamblea.

Alguien podría pensar que esta retórica demagógica se apoyan en el discurso democrático y autonomista de los zapatistas. Sin embargo, la aplicación de las legítimas reivindicaciones de ese movimiento a la UNAM no puede ser automática. La autonomía universitaria no consiste solamente en que la universidad se gobierne a sí misma, significa sobre todo que sea un espacio de autonomía cultural e intelectual, significa que siga siendo el lugar donde los disidentes y los escépticos puedan dialogar, significa que la universidad se oponga con energía tanto al programa eficientista que le quieren imponer los negocios globalizados, como a los dictados de quienes la quieren subordinar a sus propios proyectos políticos.

Esta última parece ser justamente la intención de los defensores de este proyecto, pues se afirma que las leyes y autoridades de la nueva universidad serán definidas por "los universitarios en huelga". Pero no todos los "universitarios" están en "huelga", sólo los estudiantes. Para un académico es muy cómodo declararse en paro cuando no arriesga nada, ni el semestre, ni el salario, ni la libertad. Los demás académicos, que no pretendemos estar en huelga, y algunos de los cuales nos hemos reunido en organizaciones independientes, no nos sentimos incluidos en ese "congreso constituyente". Un proyecto así parece destinado a premiar únicamente a los compañeros ideológicos y podemos suponer que sus proponentes se imaginan ya como autoridades de la nueva universidad.

Sin ser estudiantes, estos académicos pretenden asumir la dirección del movimiento estudiantil e imponerle una agenda que no es la suya. Una de las principales reivindicaciones de la huelga es la realización de un "congreso", u otro tipo de foro, que decida, con la participación de la comunidad en su conjunto, las reformas necesarias y urgentes de nuestra universidad.

Esta exigencia, además de realista y necesaria, es verdaderamente radical, pues implicaría una transformación efectiva y democrática de nuestra institución. En cambio, no es posible, ni defendible, la imposición unilateral de las posiciones de algunos sectores del movimiento estudiantil o de sus aliados "incondicionales".

En este momento, el movimiento estudiantil y los sectores independientes del personal académico estamos buscando una salida pronta y negociada al conflicto. Queremos abrir paso a una discusión representativa y sustantiva de los problemas de la universidad para llegar a acuerdos incluyentes sobre sus soluciones factibles. Esto es lo más importante y lo más urgente, y por ello la propuesta de los 133 días constituye una verdadera provocación para impedirlo.

Su oportunismo sólo le hace el juego a las posiciones que quieren dar por "perdida" a la UNAM y refuerza a los que desean una solución autoritaria. Una vez más, los extremos se tocan y se fortalecen. La tarea de los universitarios es cerrarles el paso en nombre de la pluralidad, la tolerancia y la razón, los verdaderos valores de nuestra institución.

 

* Investigador de la UNAM. Miembro de la mesa directiva del Colegio del Personal Académico de la Facultad de Filosofía y Letras.