Víctor M. Godínez
Empleo y disparidades regionales

La economía crea escasa ocupación y la distribución regional de ésta es desequilibrada. En los últimos diez años, el sector formal generó un total neto de 3 millones 218 mil puestos de trabajo. En ese corto lapso sucedieron tres fases de crecimiento y dos de contracción de la oferta de empleos. Entre 1988 y 1991, después de cinco años de estancamiento, el volumen de ocupación se incrementó en un millón 714 mil empleos. En el bienio 1992-1993, el mercado de trabajo se contrajo y en el sector formal se suprimieron 166 mil puestos. En 1994, año electoral, la oferta de empleos volvió a crecer, con 173 mil nuevas plazas. La recesión de 1995 dejó sin trabajo a 761 mil personas. En el trienio siguiente (1996-1998) el sector formal de la economía generó 2 millones 258 mil nuevas ocupaciones.

Poco más de la tercera parte (35 por ciento) de la precaria oferta decenal de empleo, es decir, un millón 141 puestos de trabajo, fue creada en los seis estados de la frontera norte (más Baja California Sur). En ellos se genera el 22 por ciento del producto interno bruto (PIB) y se concentra el 17 por ciento de la población. En relación con los tamaños relativos de su economía y su población, esta fue la región más favorecida desde el punto de vista del empleo.

Un volumen de empleo ligeramente inferior al anterior (un millón 63 mil empleos, 33 por ciento del total decenal) fue creado en la región central. Además del Distrito Federal y el estado de México, en ella se incluye a Morelos, Puebla, Tlaxcala, Hidalgo y Querétaro. Es la región más poblada y la de mayor concentración económica. En esta región habita 34 por ciento de la población nacional y se produce el 42 por ciento del valor total del PIB. El contraste con la región norte es evidente: con una capacidad de producción que casi duplica a la del conjunto de las entidades fronterizas, el volumen de la oferta neta de empleos de la región central sólo alcanza a igualar a la de aquellas entidades. Es claro que, de mantenerse esta tendencia en los próximos años, se ampliará la disparidad de desarrollo, que ya es perceptible en varios indicadores.

Entre estas las regiones norte y centro se extiende, entre la costa de Pacífico y la Huasteca potosina, una franja territorial que el geógrafo Claude Bataillon llama ''la segunda frontera''. Está constituida por los estados de Sinaloa, Nayarit, Durango, Zacatecas, Aguascalientes y San Luis Potosí. Es un vasto territorio que representa 18 por ciento de la superficie nacional. Estos seis estados conjuntan a 10 por ciento de la población total del país y aportan 7 por ciento del PIB. Entre 1988 y 1998 se creó en esta región un total neto de 204 mil empleos formales (87 por ciento del total nacional en el periodo). Aguascalientes, la entidad más pequeña de este grupo, creó por sí sola 27 por ciento de ese empleo (es decir 56 mil 500 plazas).

Viene después la región occidental: Colima, Jalisco, Michoacán y Guanajuato. En un espacio territorial menor (9 por ciento de la superficie nacional), estas cuatro entidades generan 13 por ciento del PIB y acogen al 16 por ciento de la población total. En el transcurso de la última década se crearon aquí 518 mil empleos (16 por ciento de la oferta nacional de trabajo formal en el periodo). Después de los estados fronterizos del norte, esta región es la que registra la mejor relación entre los tamaños relativos de su población y economía y la creación de nuevas ocupaciones formales.

Siguen, por último, los estados del sur. Guerrero, Oaxaca y Chiapas en la costa del Pacífico; Veracruz, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo, en el Golfo de México y el Caribe. Asentada sobre casi una cuarta parte del territorio nacional, esta vasta región concentra al 23 por ciento de la población y aporta el 15 por ciento del producto. En diez años, la economía de la región sólo creó un total neto de 259 mil empleos formales (9 por ciento de la oferta total de la nación). De cada diez nuevos empleos creados en la región, seis correspondieron a Quintana Roo y Yucatán (y la mayoría de éstos fueron generados en actividades vinculadas directa o indirectamente con la exportación: turismo y maquilas).

El mercado de trabajo reproduce las fracturas territoriales de la economía y del desarrollo. La diferenciada capacidad de creación de empleos de las regiones muestra la existencia de una división cada vez más acentuada entre las entidades dinámicas de la franja norte del país y las del centro y el sur. Las primeras padecen un prolongado letargo económico, y la segundas, un rezago histórico en casi todos los planos del desarrollo.