n Una multitud respondió al llamado de televisoras


Llanto, canciones, consignas y hasta chunga en la despedida a Stanley

Arturo García Hernández n Paco Stanley tuvo una despedida multitudinaria. Ver para creer. Varios miles en la funeraria. Y otros tantos en el cementerio. Imposible precisar cuántos. Amas de casa, empleados apesadumbrados, niños llorones, ancianas lacrimosas, adolescentes risueñas o compungidas, estudiantes de pinta, familias enteras. Sin duda, parte del público que lo aceptó y lo hizo popular (aunque le negó su voto en las urnas cuando quiso ser diputado por el Partido Revolucionario Institucional en la ciudad de México, en 1988). Miles. Su público. El público. Ese ente abstracto e inasible que suele medirse en puntos rating pero que ayer, de carne y hueso, fue a despedir a su ídolo, al comediante, al conductor ocurrente o simplón o ingenioso o, sencillamente, divertido. ''Paco'', ''Paquito'', hoy elevado a la categoría de héroe y mártir por obra y gracia de la televisión.

Desde la noche y hasta la madrugada hubo en la agencia Gayosso Félix Cuevas una afluencia constante de gente que quería despedir a Paco. Y en las primeras horas de la mañana se empezó a formar alrededor de la funeraria una ristra interminable, en continua renovación. En grupos de 10 o 15 pasaban ante el féretro, lo acariciaban, lo besaban, soltaban un sollozo o de plano se anegaban en lágrimas. También había quienes, de paso, rosa roja en mano, le buscaban la cara a las cámaras para sonreírles o mandarles un saludo o para hacer patente su enorme consternación. Algo había de gran guiñol.

Políticos, ausentes

No llegaron tantas figuras públicas como era de esperarse. Del ámbito de la política, por ahí se vio a Alfredo del Mazo y a Carlos Salomón. Nada más. No llegaron, por ejemplo, Roberto Madrazo Pintado ni Manuel Bartlett Díaz, aspirantes en campaña a la candidatura del PRI por la Presidencia de la República. Ambos habían hablado el día anterior a Tv Azteca con la conductora Rosa María de Castro, para expresar su indignación y tristeza por el asesinato de Stanley. El gobernador de Tabasco recordó, incluso, que se hizo amigo del animador cuando éste trató de hacer carrera en la política.

cortejo-funebre-stanley-5 Por el lado de la farándula, también llegaron pocos: Silvia Pasquel, Lucía Méndez, las cantantes Ana Bárbara y Dulce. Visiblemente afectado por la muerte de Francisco Stanley se vio al también comediante Jorge Ortiz de Pinedo. Sobre el crimen dijo que, ''efectivamente, no se le puede decir al jefe de la policía de la ciudad o al regente (Cuauhtémoc Cárdenas es en realidad jefe del Gobierno capitalino) que ellos son los responsables directos del asesinato. Lo que estamos pidiendo es que reaccionen y no nos sigan diciendo que los culpables fueron de hace dos o tres años''. No limitó su crítica al gobierno del Distrito Federal, sino también apuntó hacia el federal: ''Ya pasaron cinco años de que está en el poder el Ejecutivo que nos prometió bienestar para la familia y no nos lo dieron, vamos a ser sinceros (...) Como que nos estamos haciendo patos los que seguimos teniendo una esperanza en un último año... ''. Además, Jorge Ortiz de Pinedo se manifestó contra los gastos que se hacen en las campañas políticas: ''Ese dineral mejor úsenlo para equipar a los policías que arriesgan su vida y que nos están protegiendo''.

Silvia Pasquel, hija de la también actriz y militante priísta Silvia Pinal, se expresó en términos similares y, en alusión a las aspiraciones presidenciales de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, consideró: ''Si no pudo con la ciudad, menos va a poder con el país''.

Conforme se acercaba la hora de trasladar el cuerpo de Stanley Albaitero al Panteón Español, la multitud en la funeraria y sus alrededores empezó a intensificar sus porras y consignas. ''šPaco, Paco, Paco!'', gritaban unos. ''šJusticia, justicia, justicia!'', coreaban otros. ''šTe nos fuiste, Paquito, te nos fuiste!'', lamentaba una mujer a todo pulmón. ''ƑPor qué, por qué, si Paquito no le hacía daño a nadie?'', se preguntaba. Más sollozos aquí y allá. Chunga y risas, también. En lo que quedaba de la fila, disuelta a estas alturas en una marejada incontrolable, se desesperaron los que se dieron cuenta de que ya no podrían llegar ante el féretro de su ídolo: ''šAvancen, todos queremos ver a Paco!'', se pedía.

Alguien pidió pena de muerte para los asesinos

Insistentemente, una mujer se desgañitaba reclamando la pena de muerte para los asesinos de Francisco Stanley, pero no encontró eco en la muchedumbre.

A las 14:15 horas partió el cortejo fúnebre hacia el Panteón Español. La multitud despidió el féretro cantando Cielito lindo y ondeando pañuelos ųde tela y desechablesų blancos. Cerca de las tres de la tarde la carroza ingresó al cementerio, que para entonces ya había sido materialmente tomado por otra multitud. Algunos desplegaban mantas y pancartas. ''Adiós Toby'', se leía en una. Una mujer improvisó sobre una cartulina: ''Paquito siempre serás el número uno en nuestros corazones''. La última palabra la ilustró con dibujos.

Lápidas, tumbas y mausoleos en torno a la última morada de Paco Stanley Albaitero fueron peligrosamente copadas por, otra vez, hombres, mujeres, ancianos, niños y hasta perros. Fue un momento en que la voluntad de participación se convirtió en imprudencia. Tropezones, caídas, apretujones. No llegó a mayores. Muchos se acomodaron como pudieron y otros se resignaron a no ser más que parte de la muchedumbre. La espera bajo el sol se llenó de nuevas porras, poemas e incluso ''mueras'' aislados contra Cuauhtémoc Cárdenas y Ernesto Zedillo. Ante las cámaras de televisión un hombre joven se dedicó a lanzar esporádicos y desaforados gritos: ''šTelevisa, queremos justiciaaaa. No queremos que pase como con Colosio!''.

Al final, cuando el féretro fue depositado en la cripta y los familiares de Stanley se retiraron, el sepelio devino pachanga casi generalizada. El relajo se impuso al duelo. Las risas al llanto. Unas últimas porras y consignas. Los reporteros presentes calculaban la asistencia. Nadie podía dar una cifra irrefutable. Pero hubo consenso en que, a pesar de su magnitud, la asistencia se quedó lejos de la que acompañó a Cantinflas hace unos años. Y quedó una pregunta: ƑLa sola popularidad de Paco Stanley hubiera sido suficiente para convocar a esta multitud si la televisión no hubiera hecho el despliegue que hizo del crimen?