ASTILLERO Ť Julio Hernández López
Este lunes 7 (cuando el poder público hacía como que premiaba y estimulaba la tal libertad de expresión) las dos grandes empresas nacionales de televisión (y en particular la Azteca) organizaron una cruzada de sentimentalismos inducidos y de irritaciones con dedicatorias electoreras para pretender la crucifixión política de Cuauhtémoc Cárdenas y la beatificación del cómico Francisco Stanley.
Tan impunes han quedado los crímenes de manipulación que los grandes consorcios televisivos han cometido contra el pueblo de México, que en esta ocasión creyeron encontrar el momento propicio para ajustarle cuentas a un gobierno, el de Cárdenas, y a una propuesta política, la del cambio democrático pacífico.
El pretexto les pareció ideal: asesinado que había sido Stanley, en un negocio de comida del tramo sur del Periférico, su muerte estaría mostrando los extremos de peligro a los que lleva a los ciudadanos la impericia, la irresponsabilidad y la inutilidad del gobierno cardenista.
De allí, del linchamiento en cadena electrónica nacional, a la sublevación ciudadana que haría caer al gobierno perredista de la capital del país, sólo habría un paso, según las expectativas de los estrategas del rating convertido en instrumento de desestabilización política.
La firma del zorro
Pero, desde que se conocieron los primeros reportes claros de la manera como se cometió el asesinato de Stanley, hasta los datos revelados ayer por las autoridades policiacas (cocaína en la camioneta del asesinado, instrumentos para su preparación y consumo y un sugerente tabique nasal muy deteriorado), la firma del narcotráfico (o cuando menos, del crimen organizado) estaba impresa en el caso del conductor de programas cómicos de televisión.
(Y, por si todo lo anterior fuera poco, también está el dato de la credencial de director de una oficina de Gobernación que portaba el asesinado, al estilo de aquellos capos de la droga que llevaban credenciales de la Dirección Federal de Seguridad o del Cisen para evadir revisiones, retenes o aprehensiones. La responsabilidad de la emisión de ese documento oficial recae en la administración de Francisco Labastida Ochoa. Además, bonita excusa del labastidismo encargado hoy de Gobernación: la credencial de "servidor público federal" en favor de Stanley, que le facultaba a portar arma de fuego, se expidió "a petición" del cómico, como si bastase con que cualquier ciudadano pidiera ser incorporado a la plantilla de burócratas para que su "petición" se cumpliese)
Salinas y Salinas
Sin embargo, o justamente por ello, exactamente para intentar desviar la atención, para politizar lo que es un asunto criminal, para tratar de convertir en héroe cívico, en mártir de la televisión a Stanley, las televisoras, y en especial la del señor Ricardo Salinas Pliego (que salió a cuadro con la celeridad y la expresividad que se le hubiese agradecido para explicar los préstamos hechos por Raúl Salinas de Gortari en su favor, y de las implicaciones del salinismo en la conformación accionaria de sus negocios) se lanzaron con todo contra su villano favorito: el perredista que gobierna la capital del país y que es virtual candidato presidencial del PRD, el PT y el PRT.
En esa embestida ideológica, política, electoral, Televisión Azteca se valió justamente de los mecanismos que han llevado al éxito sus deplorables programas de nota roja (los inquisidores de pacotilla, que han convertido la miseria de los mexicanos, y su derivado que es la delincuencia, en espectáculo morboso, en escandalera de merolico y en falsos reclamos de justicia selectiva, enfocada a los casos de su interés y alejada de la verdadera lucha contra quienes, como sus patrones, se han enriquecido ofensivamente gracias al saqueo de la riqueza nacional y a lo injusto del sistema económico y político vigente) y de entretenimiento insulso (ramo éste en el que su nueva adquisición era justamente Stanley, arrebatado a Televisa para que continuase ahora en la empresa de Salinas su tarea de ensalzar la frivolidad, la chabacanería, la torpeza; de embrutecer a las masas mediante las tonteras y las boberías; de darle mal circo a la gente a falta de buen pan).
Sin embargo, la tarea de beatificación de Stanley y de crucifixión de Cárdenas se topó con la terrible realidad de que, como quedaba en evidencia desde un principio, el crimen del Periférico no era un asalto común ni un problema de inseguridad pública, sino un hecho relacionado con el narcotráfico o cuando menos con otras facetas igualmente graves del crimen organizado.
Claro que Cárdenas ha cometido errores
Ciertamente, el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas ha cometido errores y torpezas diversas, rodeado como está por una camarilla de amigos y allegados que con frecuencia no son los mejores para ocupar los cargos que detentan; sin duda el cardenista ha sido un gobierno que no ha cumplido las altas promesas que hizo en campaña, y es cierto que su desempeño ha generado en ciertos renglones más decepciones que alegrías, y que la ciudad de México vive una situación terrible en materia de seguridad pública (Ƒculpa solamente de las impericias cardenistas, o resultado de una clara estrategia gubernamental antiperredista? Eso sería materia para ser analizada en otra columna), pero, en este caso, el de Stanley, es evidente que los pesadísimos intereses económicos y políticos que se sienten amenazados por la posibilidad de que Cárdenas pueda llegar a la Presidencia de la República, o de que la fuerza perredista gane otros espacios importantes de poder, creyeron encontrar en el caso Stanley una excelente oportunidad para liquidar al jefe del gobierno capitalino.
Preguntas para los exaltados telecomentaristas
Hoy, por ello, las preguntas cambian de sentido. Hoy, con los exámenes toxicológicos a la mano, con los primeros resultados firmes de la investigación, con la firma del narcotráfico a la vista, la primera pregunta debe ser Ƒquién y por qué mandó asesinar a Stanley? En este terreno es importante saber si sólo fue un ajuste de cuentas meramente criminal o, en todo caso, se aprovechó también al personaje para crear confusión y desestabilización políticas. La segunda cuestión es saber cuáles son los intereses reales que promovieron el intento de linchamiento político contra Cárdenas y qué objetivos específicos persiguen.
En el fondo de las cosas, pareciese que, sabiendo el origen del crimen, y los densos intereses allí mezclados, Televisión Azteca pretendió desviar la atención y, gritando "al ladrón, al ladrón" e indicando en sentido contrario de aquel por el que en realidad había huido el delincuente, pretendiesen ocultar hechos más graves y profundos...
Astillas: Los cuatro fantásticos, que en realidad son dos, que en realidad sólo son uno, estuvieron ayer con Pepe Toño para hablar sobre las reglas con las que contenderán. Bartlett y Roque están puestos para lo que venga, pues no tienen nada qué ganar y sí mucho qué perder. Labastida sigue adelante en su nave de virtual candidato oficial, bendecido desde Los Pinos y arropado con toda la estructura del sistema. Madrazo es el candidato incómodo, pero mientras no haya negociación entre los dos Carlos (Salinas de Gortari y Hank) con Zedillo, seguirá presionando fuerte... Para tratar de mostrarse como garante de imparcialidades inexistentes, el dirigente priísta había ordenado en la víspera el despido de delegados generales del CEN del PRI (es decir, dependientes políticos de él, representantes en los estados que actúan a nombre del presidente nacional) que habían apoyado a precandidatos a la Presidencia de la República. Tales delegados eran, en realidad, operadores de los gobernadores correspondientes: Lino Celaya de Roberto Albores Guillén en Chiapas; Marco Antonio León de Juan S. Millán en Sinaloa y, sobre todo, Jesús Lomelí de Roberto Madrazo en Tabasco...
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