La Jornada viernes 4 de junio de 1999

INEPTITUD Y RADICALISMO

El conflicto en nuestra máxima casa de estudios ha entrado en un círculo vicioso entre dos posturas opues- tas, pero complementarias: la de la irresponsabilidad y torpeza política de la rectoría que encabeza Francisco Barnés de Castro, por un lado, y la de las corrientes más irracionales del movimiento estudiantil.

En efecto, la más reciente medida de la autoridad universitaria -proponer un nuevo reglamento de pagos en el que se establecen "cuotas" con carácter de "aportación voluntaria"- ha logrado generar un rechazo unánime, aunque de origen diverso, hacia la persona del rector: quienes defendían sus posiciones perciben esta salida como una claudicación y un retroceso, en tanto que quienes estaban en contra la sienten como una burla o como una mezquindad hacia los estudiantes en huelga.

En la práctica, la pirueta de equiparar las cuotas a aportaciones voluntarias tendría el mismo efecto que la derogación simple del impugnado Reglamento General de Pagos (RGP), cuya aprobación por el Consejo Universitario, en marzo pasado, desencadenó el movimiento de protesta que hoy se expresa en la paralización de la UNAM. Habría bastado, entonces, con pedir a esa instancia que revocara el RGP para eliminar el detonante original de la huelga, abrir una perspectiva auspiciosa a la solución del conflicto e impulsar a las corrientes favorables al entendimiento entre el Consejo General de Huelga (CGH) y la rectoría. Pero ésta no quiso asumir con todas sus letras una rectificación por demás pertinente y la formuló de una manera tan ambigua y contradictoria -como si con ello pudiera pasar inadvertido su retroceso fundamental en materia de cuotas- que no deja satisfecho a nadie.

El CGH, por su parte, estará en posición de reivindicar y capitalizar lo que constituye, sin lugar a dudas, un triunfo del movimiento estudiantil, siempre y cuando logre ir más allá del desconocimiento del rector -votado por trámite ayer- y logre analizar y responder en forma serena a la iniciativa mencionada. Pero, si las posiciones más intransigentes del movimiento lograran su propósito de reducir sus objetivos a la renuncia de Barnés, los estudiantes se quedarían sin contraparte en el conflicto y la huelga se colocaría en una perspectiva de desgaste y descomposición.

Los argumentos intransigentes que se escucharon en el CGH en el sentido de que el desconocimiento de Barnés y la exigencia de su renuncia eran ya "cosa votada" y resuelta por la mayoría de las escuelas y facultades antes de que se conociera la más reciente propuesta del rector, resultan tan improcedentes y burocráticos como los alegatos legalistas emitidos anteayer por la Comisión de Encuentro. Estas actitudes -que, por desgracia, tienden a fortalecerse en uno y otro bando- no sólo no permiten avanzar en la solución del conflicto, sino que ahondan la polarización y el encono en la comunidad universitaria y provocan un grave daño a la propia Universidad; deben ser, por ello, aisladas y superadas.

Las descalificaciones mutuas entre el CGH y la rectoría deben cesar, y los empecinamientos en los formulismos deben ser superados. Es necesario que la asamblea estudiantil reconozca a la rectoría como la instancia dialogante, que ésta, a su vez, deponga su actitud de desconocimiento y ninguneo de facto hacia los estudiantes en huelga, y que ambas conviertan sus actuales condiciones previas en puntos de una agenda de diálogo.