Elba Esther Gordillo
Grupo de Río

Surgido antes del derrumbe del Muro de Berlín, que marca el fin de la era bipolar y el inicio de la globalización, el Grupo de Río se reunió por decimatercera vez en México para continuar un diálogo que ha arrojado frutos en diversos aspectos y que expresa que sólo haciendo de la consulta entre países el eficiente mecanismo de concertación, se pueden anticipar y resolver los múltiples problemas que la interdependencia trae consigo.

La sola presencia de los jefes de Estado de los países de América Latina, su disposición a reunirse para plantearse los problemas que afectan a la región, es ya un logro importante, y más cuando su actitud refleja el deseo de hacerse plenamente cargo de su tiempo y circunstancia.

Entre los factores que dimensionan adecuadamente la importancia del Grupo, está el que representa a la región del planeta que más está creciendo y que su influencia en los procesos de globalización es y será enorme.

Igualmente, que los problemas que aquejan a cada uno de los países están en capacidad de tener impacto en el todo de una manera mucho más agresiva; recuérdese el caso de México o el de Brasil, que sacudieron los mercados financieros de todo el mundo.

Ese es uno de los argumentos que el Grupo de Río debe potencializar mucho más en la permanente búsqueda de un arreglo global en que los esfuerzos sean adecuadamente reconocidos y recompensados, toda vez que de ellos depende la estabilidad del sistema económico en su conjunto.

Teniendo en perspectiva la Declaración de Río del próximo junio, los presidentes enfocaron sus baterías hacia la Unión Europea, hecho que constituye un muy importante referente, no sólo porque reconocen que ésta tendrá un peso relevante en la nueva configuración geopolítica que la globalización está empujando, sino porque vuelve los ojos hacia otros mercados y no únicamente hacia el de Norteamérica.

El Grupo de Río exigirá reciprocidad en sus relaciones comerciales, integralidad en ellas y que la Unión Europea reconozca los enormes avances que los países de la región han realizado, no sin pagar enormes costos sociales para hacer los ajustes macroeconómicos que den como resultado la estabilidad financiera y el crecimiento sostenido de sus economías.

Recreando el argumento de que los déficit no son de izquierda ni de derecha, sino que son simplemente déficit, los integrantes del grupo ratificaron su convicción de mantener la disciplina fiscal para estar en condiciones de desplegar un esfuerzo sostenido y de largo plazo para combatir el principal problema de los países de la región: la pobreza.

Sin ese despliegue, por más orden macroeconómico que haya, por más intercambio comercial que se tenga, la estabilidad social de la región será precaria, y la democracia política, inestable.

De la primera reunión que el Grupo tuvo, sin duda uno de los cambios más significativos radica en el impresionante avance de la democracia. No sólo los regímenes dictatoriales han prácticamente desaparecido, sino que al interior de los países, los métodos de consulta política se han perfeccionado y los derechos humanos se han fortalecido. Junto con la conveniencia de fortalecer al grupo como forma activa de diplomacia, el reto está en derrotar la pobreza. Si no somos capaces de lograrlo, la democracia será pasajera, y la misión del grupo, irrelevante.

[email protected]