n Me llevo bien con los inadaptados, dice el autor de Esos cielos


El escritor Joseba Irazu renuncia a su seudónimo de Bernardo Atxaga e inicia otra etapa literaria

Mauricio-José Schwarz, especial para La Jornada, Gijón n Pequeño, de cejas pobladísimas y sonrisa casi beatífica, Bernardo Atxaga constantemente cierra sus respuestas con un ''por ahí van mis ideas'', como si aún las desarrollara. Rehúye al tono del catedrático, pomposo, pese a que se ha embarcado en un proyecto literario sumamente ambicioso con el cual pretende volver a ser Joseba Irazu, su verdadero nombre.

Bernardo Atxaga es el nombre de uno de los principales escritores vascos. Joseba Irazu Garmendia (Asteasu, País Vasco, 1951) inicia a publicar en 1976, cuando aparece su primera novela Ziutateaz (De la ciudad). En 1988 sorprende a la crítica con la novela Obabakoak, que obtiene no sólo el Premio Nacional de Literatura de España, sino también el de la crítica, el Euskadi y el Milepages de París, además de ser finalista del European Literary Award. Sus novelas El hombre solo (1993) y Esos cielos (1996) confirman su proyección internacional que lo lleva a ser traducido a diez idiomas.

La forma de la escritura

''Publiqué un libro poco convencional que se llamaba Lista de locos y ahí ensayé formas narrativas diversas. Escribí cuentos que, al mismo tiempo, eran alfabetos, una lección de italiano y artefactos, en una línea que ya había dejado en mi juventud y la recuperé. Ahora estoy más preocupado de cómo escribo, el proceso que voy a seguir, que del qué voy a hablar. Es como si hubiera hecho ejercicios gimnásticos y ahora dijera: 'vamos a ver qué carrera corro'.

bernardo ''Estoy escribiendo un libro que hago con pequeñas piezas, que no elijo por su relación, sino por su intensidad, y de repente puedo tener ųpor ejemploų una pieza que sucede en un parque de Guadalajara. Tampoco digo: 'voy a escribir ocho folios o quince'. Mi idea es hacer un saco de piezas y luego, cuando tenga ya el saco lleno de piececitas, voy a sacarlas en tres órdenes diferentes, voy a ordenarlas de tres maneras, y veré qué sale de eso, si hay entre ellas relación, si no hay, cómo las ordeno, cómo les doy una unidad. No sé lo que va a salir, pero no quiero escribir según un guión, porque el texto debe surgir de uno mismo, como algo físico, como sale el sudor por la piel. Lo que tengo que hacer es ir recogiendo ese líquido y luego, con el entrenamiento realizado, ordenarlo de alguna manera.

''Cuando yo era muy joven buscaba los cuentos y los finales fuertes. Pero un día empecé a escribir así, siguiendo una pulsión, escribir a ver para dónde voy, ir abierto, y eso es lo que quiero hacer ahora con algo mucho más difícil en su extensión, como es una novela. Es además una idea con la que quiero cerrar en realidad mi vida literaria como Atxaga y empezar otra, porque yo soy Atxaga pero no lo soy, entonces tengo muchas ganas de cerrar el capítulo Atxaga. Quiero estar en la literatura de otra manera más íntima.

''Para eso tengo que dejar ya el personaje y la firma y volver a mi propio nombre, y a otra práctica literaria diferente, sobre todo en lo de escribir, insistiéndome a mí mismo.

El lector

''Creo que hay algo fantasmático en el hecho de escribir y eso viene dado precisamente por ese lector. Hay siempre un fantasma cuando uno escribe, y además es un fantasma mutante: de repente estás escribiendo una página y ahora al lector le toca ser tu mejor amigo, pero en la siguiente página es tu peor enemigo, y en la siguiente el fantasma es aquel crítico que te aconsejó utilizar los adjetivos acabados en 'o'. Yo creo que ahí tiene que haber una depuración de ese fantasma que es el lector, que yo creo que siempre existe, o sea, que no he conocido textos autistas más que en autistas, y los textos son opacos, son autistas también. A mí me interesa convertir a ese interlocutor fantasmático en un doble de mí, pero de lo mejor de mí, de lo más serio de mí, de lo más sosegado de mí, de lo más desprendido de mí... Que mi lector fantasmático fuera ese doble de mí, pero el mejor de los posibles dobles.

''El momento crucial es cuando los ojos del lector se cruzan con lo que uno ha escrito, cuando uno va a la cama, coge un libro, lo abre y empieza a leer. Ese momento es el único momento fundamental en esto que llamamos literatura. Además es, curiosamente, un momento secreto, algo que no se da en los best-sellers. Recuerdo a Umberto Eco y El péndulo de Foucault, la orquestación mediática que se hizo. Parecía esa semana el único libro del mundo. Pero lo que he visto en los ocho años siguientes es que se vendió por miles y miles, pero no sé si ha encontrado una sola conexión. Si yo fuera Eco, no estaría muy tranquilo porque pensaría que, a lo mejor, mi libro ha dado muy pocos momentos de verdad, literariamente hablando.

''A Juan Gelman, por ejemplo, quizá no lo han leído más allá de diez en Gijón, pero cuidado, para esos diez que lo hemos leído la conexión ha sido extraordinariamente verdadera y además ha influido. Puedo citar a Juan Gelman, puedo cantar una canción del Cuarteto Roderó sobre sus poemas, y no creo que haya nadie en Gijón que haga eso con el libro citado.

Los inadaptados

''Me siento, en principio, cómodo, y esto a lo mejor te parece una posición muy vasca, con lo que podríamos llamar los ex combatientes, es decir, gente con la que he compartido unas historias políticas, pero en el sentido lato de la palabra, es decir, que hemos estado en lugares, nos hemos encontrado en sitios, tenemos amigos comunes, sabemos qué le pasó a aquel, qué le ocurrió. Y en ese sentido reconozco, no sé si es bueno o malo, una sensación de pertenecer a una familia. Me siento muy bien, por otra parte, con gente no establecida, un poco insatisfecha, que en general, corresponde a la parte de la sociedad con menos poder. Hay un católico fervoroso que me escribe y ha leído mis libros y siempre les está dando vueltas y digo: 'parece mentira que tenga conexión con este católico fervoroso', y pienso que a lo mejor se siente inadaptado, no está muy a gusto, le parece que el mundo no va como él quisiera. Me llevo bien, en general, con los inadaptados, creo que ha sido una constante en mi vida. No me refiero a los inadaptados escandalosos. Yo digo en lo profundo, en lo íntimo, hay mucha gente inadaptada que está descontenta.

ƑLiteratura vasca o española?

''A veces esa presión social que escribe sobre lo que tú has escrito, esa presión atmosférica que le da forma a lo que tú ya previamente se la habías dado, hace que uno esté inscrito, por ejemplo, en la literatura vasca, evidentemente, y supongo que en la literatura española. Creo que siempre existe un cable a tierra y que uno pertenece a una comunidad. En ese sentido, además, soy colectivista, porque creo mucho en el colectivo del que he sido parte.

''En principio, me apetece ser parte de esa sociedad, de esa comunidad, que en este caso para mí es la comunidad vasca, pero que, desde mi punto de vista, es una comunidad vasca muy abierta. Pero a veces es otra comunidad, como cuando he vivido en el sur de España.

''Entiendo comunidad en el sentido de una sociedad, de un grupo de gente que se relaciona por medio de una cultura, de una lengua. Dicho eso, lo que no me gusta de este papel es que en toda referencia a la comunidad hay una coerción también. Uno no puede, a veces, no se atreve o no tiene fuerza para romper el cerco de la comunidad. Hay una coerción, y creo que hay que ser muy fuerte para actuar con la comunidad pero teniendo en cuenta siempre que la baldosa individual que ocupa uno ni se compra ni se vende''.

Las vanguardias literarias de fin de siglo

''Creo que ha habido una teatralización, como si todo lo que era periférico, lo que no era nuclear, hubiera crecido extraordinariamente: la teatralización en las actitudes, la falsa conciencia, tanta gente que objetivamente es integrada, insoportable, pagada de sí misma, y se cree todo lo contrario. Es lo que yo llamaría el imparable crecimiento de lo accidental. La vanguardia tuvo un componente antiburgués muy saludable, que era sobre todo muy fresco, muy alegre, un poco como fue el punk luego y en lo que se mantiene me gusta, creo que es un antídoto contra el amaneramiento, contra el remilgamiento, contra el kitsch. Pero hay que andarse con mucho tiento, con mucho cuidado, porque efectivamente una gran parte de lo que se tiene por vanguardia no responde sino a esa necesidad de diferenciación de cualquier producto o marca comercial.

''Leí el libro de Andy Warhol, su vida, sus diarios y me sorprendió muchísimo cómo toda esa actitud que creo fue al principio muy auténtica, que rompe un poco lo sacral del arte, se fue transformando y en sus diarios se ve que era un sujeto servil ante una sociedad que lo tenía por el mono del circo, un mono al que le pagaban unos dólares por la Polaroid y entonces te da pena. Es el imparable crecimiento de lo accidental comercial. Hay unos pasajes en ese libro que hacen referencia a sus relaciones con el Sha de Persia y eso es realmente patético, es de llorar en lo que se puede convertir una vanguardia: el león se convirtió en un perrito faldero.

''Sinceramente creo que ahora es tan difícil de separar lo publicitario de lo real que no me atrevería a dar una opinión. Confío en que el tiempo siga teniendo la eficacia que tradicionalmente ha tenido y resuelva esta cuestión. Siempre me fijo mucho en la publicidad, creo que es el arte punta de un tipo de sociedad, de una sociedad pasada, de un capitalismo de fin de siglo. Me fijo en cómo han engullido todo. Ahora mismo, establecer una teoría, escribir desde una teoría, pintar desde una teoría que deje descolocado al sistema, es algo que hay que pensar mucho, que es muy difícil. Igual es la apuesta maravillosa como tal, pero es realmente difícil, porque ahora no descolocas tan fácil al sistema''.