Una oposición entumida, mala lectora de los tiempos políticos que vive el país.
Eso vio el PT.
Y por eso ofreció a Cuauhtémoc Cárdenas su candidatura a la Presidencia de la República. A quince meses de la elección.
``No hay que esperar la política, hay que provocarla'', dice Alberto Anaya, máxima cabeza del petismo.
``Se trata de emparejar el paso. Los tiempos políticos vienen muy adelantados y no queremos quedarnos atrás del PRI y del PAN'', justifica.
¿Madruguete? ¿Rompimiento de la incipiente coalición opositora? ¿Ganas de marginar a Porfirio Muñoz Ledo? ¿Presión para que el PAN se defina?
En buena medida es todo eso -concede el senador neoleonés-, pero no por el protagonismo petista.
De lo que se trata -explica- es de que Cárdenas recorra intensamente el país, que aumente su presencia en los medios, que se asuma más como candidato... tal y como lo han hecho Roberto Madrazo y Vicente Fox.
Que viva, en suma, el mismo proceso que los colocó en la cresta de las encuestas.
Una iniciativa que no sólo busca posicionar al PT, sino también adelantar los tiempos del PRD y apretar al PAN. Todo en la ruta de la conformación del frente nacional opositor, que bien se puede quedar en una coalición de partidos de centro-izquierda según los petistas, ``porque los azules no se quieren trepar a la ola''.
Hace dos semanas, en Zacatecas, se reunieron dirigentes del PT, del PRD y de los partidos Alianza Social, de la Sociedad Nacionalista y Convergencia por la Democracia para consensuar los primeros acuerdos que darán forma al frente nacional opositor.
Ese era el propósito, pero todo derivó en actos de apoyo a Cárdenas.
El pasado fin de semana el ritual se repitió en Durango. Y otra vez, sobre Cárdenas fueron los reflectores.
En ambas plazas, Cárdenas había llamado a la conformación de comités locales para promover la coalición. Nada más.
Pero el PT apretó el paso.
El pasado fin de semana, su coordinación ejecutiva nacional realizó una sesión extraordinaria, para hacer una ``evaluación'' de las condiciones políticas del país. En un instante surgió la convocatoria a la Convención Nacional Electoral.
El miércoles 26 una comisión de dirigentes petistas -encabezada por Anaya y por el diputado Gonzalo González Yañez- se reunió con Cárdenas en la sede del gobierno capitalino para ``invitarlo'' a solicitar su registro como precandidato y ofrecerle el respaldo de una veintena de comités estatales.
El jefe del gobierno capitalino aceptó la invitación y el viernes 28 cumplió con el trámite.
Cárdenas será el candidato que el PT presente, cuando los partidos del frente vayan a la primaria, enfatiza Anaya, al tiempo que dice que no sabotea su integración.
Mientras eso ocurre -la primaria se celebrará en cuatro meses- Cárdenas será candidato de ``fin de semana'', según él mismo describió.
Anaya precisa: ``Cárdenas podrá cumplir con sus responsabilidades al frente del Gobierno capitalino y participar, en sus tiempos libres, en la precampaña que el PT le organice. No hay nada de malo. Otros precandidatos lo están haciendo. Fox lleva dos años y medio con resultados aceptables; Roberto Madrazo Pintado tiene el mismo esquema. Cárdenas también puede''.
Se trata, explicaron otros miembros de la directiva petista, de iniciar una campaña de medios, ``pero también de plazas'', que lleve a Cárdenas a recorrer el país hasta que se celebre la primaria.
Una carambola de cuatro bandas que posicionará al PT, acelerará los tiempos de los demás partidos opositores, despertará el interés ciudadano en sus actividades y hasta puede provocar que los indecisos disminuyan, según sus cálculos.
Despreocupado por la polémica que surgió al interior del PRD por la nominación petista, Anaya piensa ya en otras etapas.
``Antes de la primera quincena de julio, el PAN debe resolver si se incorpora o no al frente nacional opositor. Ese debe ser el plazo que debemos fijarle, porque si no, solamente nos estarán quitando el tiempo. Lo decimos de manera muy franca''.
Y en el corto plazo -adelanta- ocurrirá un cónclave, en el que participarán él, Pablo Gómez, Manuel Camacho Solís, Dante Delgado y Luis Felipe Bravo Mena.
Será la próxima semana, con el propósito de ``establecer el formato del frente y calendarizar las elecciones primarias''.
Julio y agosto, según el senador, serán los meses cuando se discutan sobre la plataforma común y se tracen los primeros esbozos de un programa de gobierno.
Agenda, reuniones, actos públicos en los que -insiste- si el PAN no participa, no pasa nada.
``Nos preocupa la conducta histórica del PAN. (Sus dirigentes) siempre juegan a incorporarse a la ola opositora pero paralelamente llevan a cabo otro proceso que los lleva a tomar acuerdos con el gobierno. Así lo han hecho desde 1988. Nosotros tenemos recelo fundado de que esta misma situación ocurra, que paralelamente que se suba a la ola opositora, busque un acuerdo con el gobierno para que la coalición opositora se fracture. Esa situación la hemos vivido y no queremos que nos vuelva a ocurrir, que en vez de ir a una coalición, formen una contracoalición que termine favoreciendo al candidato del gobierno'', explica.
Con el PAN afuera, Anaya imagina un bloque opositor de corte ``progresista'': ``El PT cree deseable la coalición total, pero cree viable una coalición parcial nada más con las fuerzas de centro izquierda''.
En 1988, Alberto Anaya y Marcos Cruz habían dado un paso adelante en la lucha de clases. Muy atrás habían quedado los años de militancia en Política Popular, las épocas de las invasiones y de la fundación de colonias populares en diversas ciudades del país. Eran ya diputados federales por el PMS, como resultado de una alianza con la Organización de Izquierda Revolucionaria.
Ambos apoyaron la postulación de Heberto Castillo a la Presidencia de la República. Y cuando éste cedió su candidatura a Cuauhtémoc Cárdenas, en los primeros momentos del Frente Democrático Nacional, rápidamente se sumaron al movimiento.
Apenas iniciado el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, las fuerzas que después integrarían el PT dieron su brazo a torcer. El Comité de Defensa Popular de Durango fue la primera organización del FDN en firmar un convenio de Solidaridad con Salinas.
Apenas era febrero de 1989.
Unos meses después, Anaya, Cruz y Gonzalo empezaron la construcción del PT.
``Enrendos del gobierno'', le llamaba Diego Fernández de Cevallos.
``Instrumento salinista para dividir a las oposiciones'', llegaron a decir conotados dirigentes del PRD.
Sobre el PT han pesado innumerables acusaciones, muchas de ellas ligadas a las sospechas de que Raúl Salinas de Gortari financió a su directiva, en los primeros años de la década.
Cierto o no, en esos años el PT construyó sólidos bastiones en Baja California Sur, Nuevo León y Durango, donde se colocó incluso como la segunda fuerza política, por encima del PRD y del PAN.
Aunque parece que de ese halo protector ya no queda nada (los gobernadores priístas la han emprendido en su contra, sobre todo en los estados donde tienen más presencia).
``Ya no tenemos para dónde hacernos'', se han quejado legisladores del PT con sus contrapartes perredistas.
Más. En las últimas elecciones federales, el PT sólo tuvo 2.58% de los votos nacionales. Y el comportamiento electoral que observó el año pasado acusa una tendencia decreciente.
Los petistas ``tienen miedo de perder su registro nacional. Por eso se colgaron de la solapa de Cárdenas'', dicen en los pasillos del PRD.
1997. Justo un mes y medio antes de las elecciones del 6 de julio, Francisco González declinó su candidatura al gobierno capitalino en favor de Cuauhtémoc Cárdenas, gracias a una negociación propiciada por Armando Quintero.
González se fue del PT junto con 10 mil militantes y dejó rumiando a la directiva nacional del partido, que tuvo que sacar una candidatura ``emergente'' -la cantautora Viola Trigo -y se quedó con apenas 1.3% de los votos.
Después de esa elección, el PRD y el PT aparecían como enemigos. Amenazaban hostilidades.
¿Cómo se reconciliaron?
Hubo dos hechos fundamentales -platican en las oficinas de ambos partidos: el ``jalón'' que le dio Porfirio Muñoz Ledo a la fracción petista para la integración del Grupo de los cuatro y los contactos que Cárdenas tuvo con la directiva de ese partido, en los meses previos a la integración del gobierno que encabeza.
En la Cámara, en plan de broma, los petistas aceptaban ser un partido ``paraestatal''... pero del PRD, porque en todas las votaciones se sumaban a los legisladores perredistas.
En el Gobierno capitalino el enlace fue el diputado local José Narro Céspedes, quien -recuerdan- obtuvo la presidencia de la Contaduría Mayor de la Asamblea Legislativa en una negociación directa con Cárdenas, en agosto de 1997, cuando ambos participaban en el foro de Sao Paolo, que se celebró en la ciudad de Porto Allegre, Brasil.
Sin embargo, no todo ha sido miel sobre hojuelas. La relación entre ambos partidos vivió momentos álgidos en los primeros meses de 1998, cuando Andrés Manuel López Obrador era presidente del PRD.
Desde hoy, Cárdenas es candidato del partido que en sus documentos básicos (artículo 18) establece para sus miembros la obligación de ``aplicar la línea de masas para todo trabajo que realicen''. Con esa guía, los petistas organizarán actos en los lugares del país donde tienen presencia.
En esa ruta, el jefe de Gobierno capitalino no tendrá más preocupaciones, y quizá tampoco en su propio partido.
Después de que los petistas invitaran a Cárdenas a presentar su postulación, Porfirio Muñoz Ledo dijo que en el PRD se pretende tener ``un Labastemoc'', y por medio de su corriente Nueva República, acusó al jefe del gobierno capitalino de de violentar los estatutos perredistas.
Lo hizo, invocando la fracción quinta del artículo 92, que establece sanciones para los militantes del PRD a quienes se ``compruebe la coalición con cualquier interés gubernamental o de otros partidos políticos con independencia de los órganos de dirección del partido...''.
En la versión que Muñoz Ledo hizo circular del estatuto, suprimió una frase fundamental. Ese artículo termina con esta condición: ``...antagonizando el objetivo del partido''.
El sábado 22, el PRD se trazó como objetivo la formación de la alianza opositora e incluso facultó a su comité nacional a comenzar las negociaciones con otras fuerzas.
En todo caso, los perredistas proclives a Cárdenas podrían contratacar a Muñoz Ledo.
El artículo 92 es concomitante al 11 del mismo texto, que se refiere a las obligaciones de los militantes del PRD y que señala, en su fracción cuarta: ``(Deben) abstenerse de cualquier coalición con intereses de otros partidos políticos o de cualquier otra naturaleza contrarios a la declaración de principios y el programa del partido''.
Hay un antecedente: en 1994, el PRD suspendió de sus derechos como militante al dirigente nayarita José Manuel López Tirado. Pero él fue acusado -por Heberto Castillo, entre otros- de recibir 2 mil millones de viejos pesos del PT por aceptar ser candidato a una senaduría.
Y mientras se dirime esa controversia al interior del PRD, en el PT no brincó nadaÉ por la ambiguedad de sus estatutos.
(El artículo 115 de los estatutos del PT sólo mandata a su dirigencia a nominar a su candidato presidencial en una convención electoral, en la que también debe aprobarse la plataforma electoral. Y no especifica nada sobre candidatos ``externos'' o ``ciudadanos'').
Donde sí hay tela de donde cortar es en el PRD, pues el artículo 11, en su fracción quinta obliga a sus militantes a ``canalizar exclusivamente por medio de las instancias internas directivas y jurisdiccionales toda inconformidad, acusación, queja, denuncia o señalamiento contra órganos del partido o afiliados al mismo, por motivo del incumplimiento del estatuto y de los reglamentos que de él se deriven''.
1998. La disputa por 10 gubernaturas marcaba la agenda electoral del año con más elecciones en el sexenio.
Era el año de los experimentos, antes de la elección del 2000. El año para avanzar en la construcción de coaliciones opositoras.
El PRD ensayó con todo mundo.
En febrero de ese año, con el embalaje del Bloque Opositor en la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz Ledo y Alejandro González Yáñez habían pactado proponer a las directivas de sus partidos que hubiera una alianza para buscar el gobierno de Durango, donde el PT tenía el gobierno de la capital.
El acuerdo había sido que el PT pusiera al candidato (habría sido Gonzalo) y que las nominaciones para los principales municipios fueran compartidas. Pero Andrés Manuel López Obrador se opuso.
Y prefirió abrir la candidatura a un ``extermo'' -el ex priísta Máximo Gámiz Parral-, recomendado de Manuel Camacho Solís.
Por esos días, los contactos entre el PRD y el PT también involucraban a Zacatecas. Pero el PRD, cuando Ricardo Monreal renunció al PRI, dejó colgados de la brocha a los petistas, que lanzaron la candidatura de José Narro.
Fueron separados a la elección y el PRD ganó, con 44.67% de los votos. El PT obtuvo apenas 4.39%.
Unas semanas después hubo otra afrenta. El PT se había adelantado en Veracruz y tenía como candidato formal a Ignacio Morales Lechuga. Formalizó una alianza con el PVEM y llamó al PRD a sumarse.
Pero el veto de Cuauhtémoc Cárdenas cuarteó el bloque que intentaba fraguarse.
Las relaciones políticas entre ambos partidos vivieron su peor momento.
En represalia, el PT se abstuvo de ir con el PRD en coalición, cuando se renovaron las alcaldías y las diputaciones locales de Michoacán. Para el segundo semestre del año, la relación entre ambos partidos vivió una nueva etapa. El PRD aprendió de las lecciones de Durango y Veracruz. Y se abrió a las alianzas con el PT.
Con el PVEM, crearon la Alianza Democrática en Tlaxcala y nominaron al ex priísta Alfonso Sánchez Anaya, quien ganó la gubernatura con 46.5% de los votos. El PRD generó 34% y el PT 10%. De haber ido separados, el PRI hubiera ganado, pues obtuvo 44.26%.
En esa entidad también se elegían diputados locales y alcaldes. La repartición de puestos fue paritaria. El PRD obtuvo ocho ayuntamientos, por dos del PT y del Verde, respectivamente. Y el Congreso, aún de mayoría priísta, tiene una fracción opositora con nueve diputados de la alianza, cinco del PRD y cuatro de los otros partidos.
La misma fórmula se repitió en Baja California Sur, donde ganó Leonel Cota con 52% de los votos. Y allá, todo mundo quedó contento, pues el PT se hizo de las alcaldías de La Paz y Los Cabos, además de dos diputaciones locales.
Pero en las siguientes elecciones, las coaliciones no obtuvieron tanto éxito. El periodista Miguel Angel Granados Chapa y el senador Félix Salgado Macedonio perdieron las elecciones en Hidalgo y Guerrero.
Para Nayarit y el estado de México -las siguientes elecciones de gobernador en el calendario electoral-, el PT y el PRD van coligados.