Me remito al excelente artículo de este viernes último escrito por Julio Boltvinik en nuestro periódico. El gran problema de los que muchos llaman "izquierda moderna" o "tercera vía" para referirse a la mayor parte de los partidos de la oposición progresista latinoamericana consiste en que la misma no prepara una alternativa al sistema sino la simple alternancia dentro del mismo y, puesto que no tiene una clara diferencia programática con los que combaten ni un proyecto bien definido, termina también por alejar el triunfo en las urnas.
De esta aceptación del marco social y teórico de su adversario se desprende naturalmente su política politicista y electorera y su olvido de lo que debía ser su referente y su base social, así como la nula importancia que atribuye a la lucha por las ideas y al conocimiento de las mismas (o sea, a la construcción de una conciencia alternativa), su intelectualismo teñido de desprecio por sus votantes, su pragmatismo, su despreocupación por los principios y la ética. Ella se dedica a vivir de una renta de posición, esperando que el desgaste y el descrédito del poder haga caer el gobierno en sus manos, evitándole el lento trabajo de construir conciencias, relaciones de poder desde abajo, militantes, cuadros, dirigentes, proyectos. Dudo, por lo tanto, del triunfo de esa seudoizquierda (que es, sin duda, izquierda con respecto a Menem pero eso no quiere decir nada) en Argentina y también en Uruguay, a pesar de que en las filas de ésta hay más izquierda que del otro lado del Plata. Y recuerdo que esas características negativas garantizaron el triunfo de Cardoso en Brasil y la pérdida de posiciones por parte del Partido de los Trabajadores salvo en los pocos lugares donde éste se apoyó en los movimientos sociales y trató de hacer política y no electoralismo. Incluso desde el punto de vista electoral, es negativa la arrogante pretensión de quienes olvidan que muchos de sus votantes pueden castigar la impotencia y la indefinición absteniéndose o, incluso, en algunos casos, volviendo al redil de los partidos de gobierno del cual se habían escapado.
Por otra parte, la idea de que hay que ser moderados para no asustar a los famosos factores de poder y ganar votos en el centro conservador olvida que el moderatismo refuerza el conservadurismo de la mayoría de las sociedades latinoamericanas, mientras que la audacia política y teórica y el apoyo en los movimientos sociales, por el contrario, crea nuevas relaciones de fuerza y un poder de base que diminuye el poder del establishment y de su ideología. Los olvidadizos de la existencia de las clases y de su propia base popular no creen en la fuerza de las ideas y de los proyectos pero sí, contra toda lógica, en la alquimia electoral y en la posible suma de los contrarios. Por eso puede suceder que, en Argentina, los "opositores" puedan decir que van a mantener la política económica y monetaria de Menem... šsalvo que piensan reducir los salarios en 10 por ciento, para fortalecer la moneda! Los olvidadizos no cuentan con los olvidados y los consideran simples objetos de su política electoral y no sujetos de la lucha por una alternativa. Por eso no convocan a discutir qué hacer frente a los vínculos que impone el mercado mundial, frente a la deuda externa, frente a la gran concentración del poder de decisión en manos de pocas transnacionales. Ni tampoco sobre qué política exterior hacer y con cuáles alianzas, qué hacer con la tierra y con los sectores rurales, qué con los servicios, la tecnología, la investigación, qué con el ambiente, el territorio, el agua, la pesca, cómo encarar el desarrollo del mercado interno y de las fuentes de trabajo, cómo destruir los aparatos corporativos y burocráticos en los sindicatos y movilizar a lo que queda del movimiento obrero, y así sucesivamente. Por eso, en la mundialización, mantienen una estrecha visión localista y provincial y se niegan a mirar fuera de sus fronteras en búsqueda de aliados sociales.
Los olvidadizos ayudan así a sus adversarios, despilfarran el descontento popular y, al facilitar el triunfo electoral de la derecha, le regalan a ésta años para seguir despedazando las fuerzas de oposición social. Si una ola de fondo de los olvidados no obliga a cambiar a los olvidadizos, como sucedió en Venezuela, y abre el camino a la discusión sobre cuál podría ser una alternativa a la política del capital, hablar de un cambio será una burla.