Parece que ahora sí llegó la hora de la verdad en la lucha por recuperar la UNAM. Más de un mes de huelga estudiantil, incluyendo la exitosa Consulta Metropolitana por la Educación del 27 de mayo, han permitido aclarar las turbias aguas de la politiquería, así como perfilar una buena salida para todos.
Entre otras cosas, dicha consulta ha dejado claro que la educación es un asunto de la mayor importancia para la sociedad mexicana. Que la UNAM todavía es el bastión, el último bastión de nuestro sistema educativo. Que la gran aspiración de muchos es ingresar a esa universidad. Que urge revigorizarla. Y que las últimas reformas de las autoridades nacionales /extranjeras -desde la contracción del gasto educativo hasta el aumento de cuotas-, lejos de revigorizarla, tienden a pulverizarla. O, en el mejor de los casos, a pervertirla como una universidad-negocio.
La Consulta Metropolitana ha terminado de despejar el terreno para iniciar el verdadero debate: ¿Qué tipo de universidad requiere México a fin de recuperar un futuro acorde con sus potencialidades y con sus luchas históricas, en lugar de continuar su desmemoriado (y despatriado) naufragio en los mares de esta globalización tan desbocada como mercantilista? Ya no hay tiempo ni espacio para las acusaciones ligeras entre las partes en conflicto: ``pseudoestudiantes revoltosos'' vs. ``autoridades fascistas''. Ahora ya podemos centrarnos en la preocupación que todos dicen tener: ¿Cómo fortalecer a la UNAM? Y ya podremos ver con la nitidez que sólo surge de los hechos: ¿De qué lado está la congruencia, y de qué lado la demagogia?
Es cierto que las huelgas son medidas de última instancia, a veces tan necesarias o inevitables como la que hoy nos permitió repensar la UNAM, la educación en su conjunto y el país que deseamos edificar. También es cierto que una huelga puede resultar contraproducente si se prolonga más de la cuenta. De hecho, no sólo la prolongación sino la provocación de huelgas ya forma parte de la tecnología neoliberal tal como se aplica en México desde el virtual aniquilamiento del SUTIN, a principios de los ochenta. Y también, de hecho, la UNAM ya ha sido bastante golpeada por la grotesca campaña de desinformación promovida por... ¡sus propias autoridades!
Todo indica, pues, que es hora de concentrarse en una solución digna y fructífera de la huelga. La Consulta Metropolitana terminó de aclarar el camino. Y sabemos que el diálogo es el mejor vehículo para transitarlo. También sabemos, sin embargo, que hay de diálogos a diálogos: la burra no era arisca... los palos (como el de San Andrés, Chiapas) la hicieron. Por fortuna, en el caso de la UNAM no hay que darle muchas vueltas. Lo que se requiere es un diálogo universitario. Sólo restaría (re)definirlo, pero aquí tampoco hay mucho espacio para escabullirse.
La esencia de la Universidad, y mucho más de la UNAM, radica en la conjunción de diversas ideas a fin de construir un conocimiento más avanzado, una verdad más completa. Ideas y no macanazos; razones y no persecuciones; honestidad y no propaganda, son los primeros ingredientes de un diálogo universitario. Por lo tanto, es plenamente legítima la demanda de poner un alto a la represión de los estudiantes en huelga. De inmediato deben suspenderse las órdenes de aprehensión, los secuestros y las torturas. La subcultura autoritaria sólo genera diálogos por completo antiuniversitarios: de gorilas y para afianzar gorilatos.
Igualmente legítima y razonable es la demanda de suspender todas las actividades extramuros. Si las autoridades no fueron capaces de evitar la huelga (peor aún si la provocaron), ahora deben respetarla y buscarle una solución fructífera. Pero, además, esas actividades son un monumento al engaño de todos: profesores, estudiantes, padres de familia. Y más que la adquisición de conocimientos, promueven una buena cauda de antivalores: el esquirolaje, la simulación, la pasividad, el individualismo, la orfandad lo mismo de ideales que de disposición a luchar por ellos.
Sobra decir que un diálogo universitario debe darse de cara a la nación. Quien nada debe, nada teme... máxime cuando todos aseguramos querer la recuperación de la UNAM. En busca de ese diálogo marcharemos los académicos, el próximo lunes. Si tampoco somos escuchados, al menos avanzaremos en una verdad clave: ¿Dónde está el espíritu universitario y dónde el espíritu autoritario? ¿Quién habla por la raza y quién por las razzias?