n Grupos especializados aplican técnicas castrenses en la guerra contra el crimen


Creciente militarización de la policía de EU en comunidades pobres y de minorías raciales

n El despliegue de esas unidades se incrementó 400 por ciento entre 1980 y 1995

Jim Cason y David Brooks, corresponsales, Washington, 28 de mayo n El año pasado, un escuadrón de 90 policías, armados con rifles de asalto y vestidos con ropa militar de color negro, con pasamontañas, tomaron por asalto un edificio de departamentos llamado Martin Luther King, en San Francisco. Ese 30 de octubre, los comandos destruyeron puertas y sacaron a la gente cuando arrojaron granadas flash-bang no letales, diseñadas para aterrorizar y desorientar a sospechosos, que esa vez incluyeron niños que dormían.

La policía arrastró a la gente fuera de sus casas, apuntándoles a la cabeza con pistolas y ametralladoras y cateó al edificio. Decenas fueron esposados y obligados a sentarse en la calle a medio vestir en el aire frío de la mañana, incluyendo niños tan pequeños como de seis años de edad, abuelas y empleados municipales.

Más tarde, un vocero de la policía intentó justificar por qué fueron esposados los niños: para que no corrieran.

Como resultado de esta acción, la policía descubrió un pequeño monto de mariguana y cuatro onzas de cocaína crack, pero nada mayor como para realizar arrestos, según un reportaje de The Nation.

Este no fue un hecho aislado, ni tan excepcional en este país. El uso de tácticas policiacas agresivas de corte paramilitar es cada vez más frecuente.

Una acción en Boston de un Equipo de Armas y Tácticas Especiales (SWAT, por sus siglas en inglés) se realizó contra un objetivo equivocado hace unos años: en vez de asaltar un núcleo de narcotraficantes la policía tomó por la fuerza el hogar del reverendo Accelyne Williams, quien se asustó tanto que sufrió un infarto y murió.

Según el periódico The New York Times, eventualmente la jefatura de la policía fue obligada a pagarle a la viuda un millón de dólares por el error.

Estas historias no son aberraciones, más bien son las consecuencias de una creciente militarización de la policía en este país, señalan expertos entrevistados durante las últimas semanas por La Jornada.

Las fuerzas policiacas en las principales zonas urbanas estadunidenses están adquiriendo helicópteros, vehículos blindados de transporte de tropas y adoptado en forma creciente tácticas militares para llevar a cabo la "guerra contra la droga" y la "guerra contra el crimen".

Pero ahora varios ex policías y criminólogos dicen que la consecuencia de la estrategia para estas "guerras" en muchas zonas de pobres de este país es que la policía se está convirtiendo más en un ejército de ocupación que en una solución para resolver los problemas de las comunidades.

"La militarización de la policía se inició con la guerra contra el crimen y la guerra contra la droga", explicó Ron Hampton, un veterano de 22 años de servicio en la policía de Washington DC y que ahora encabeza la Asociación Nacional de Policías Negros.

"Pero creo que el resultado de esto es que la gente en Estados Unidos percibe a la policía como un ejército de ocupación, como el enemigo más que parte de una solución para abordar los problemas de la comunidad", declaró a este diario.

Según el sociólogo Peter Kraska, Estados Unidos cuenta ahora con más de 30 mil unidades de policía de armas especializadas y con capacitación militar que operan principalmente en zonas marginadas de la ciudad, como los barrios pobres de negros y latinoamericanos.

Kraska, cuya investigación fue recientemente citada en un reportaje publicado en The Nation, afirma que el despliegue de este tipo de unidades se incrementó 400 por ciento entre 1980 y 1995.

En ciudades como Nueva York, Miami, Atlanta y Los Angeles estos programas han incrementado la brecha entre la policía y las comunidades en que trabajan.

La procuradora general de Estados Unidos, Janet Reno, en un discurso que recibió escasa atención de los medios de comunicación reconoció este año que "para demasiada gente, especialmente en las comunidades de minorías, la confianza, que es esencial para una policía efectiva, no existe porque los residentes creen que la policía ha utilizado fuerza excesiva, que la seguridad pública es demasiado agresiva, no objetiva, poco respetuosa e injusta".

El próximo mes el Departamento de Justicia auspiciará una conferencia con departamentos de policía y grupos comunitarios para discutir la creciente brecha de confianza entre los agentes de seguridad pública y sus comunidades, particularmente las negras y latinas.

Pero los críticos señalan que conferencias y diálogos no son suficientes, ya que la verdadera raíz del problema es la expansión de una seguridad pública militarizada en comunidades pobres y de minorías.

Entre 1995 y 1997 el Pentágono otorgó a departamentos de policía locales un millón 200 mil artículos militares, entre ellos rifles de asalto M-16, lanzagranadas M-79, vehículos blindados de transporte de personal y helicópteros Huey.

"Casi todas las noches se realizan operaciones paramilitares policiacas masivas", escribió Christian Parenti en The Nation.

Describe cómo los policías en Fresno, California, salieron una noche, como cualquier otra, vestidos en trajes negros, cascos militares y chalecos antibala cargando sus metralletas Heckler&Koch MP-54 para patrullar una colonia.

"Apoyados por dos helicópteros con visión infrarroja y un vehículo blindado militar de transporte de personal, la unidad también está equipada con perros de ataque, bombas de humo, gas lacrimógeno, spray de pimienta, bastones de metal y proyectiles no letales... 'Es una guerra', explicó una vocera de seguridad pública".

Este tipo de actividad se repite en cientos de comunidades por todo el país norteamericano, pero ahora algunos funcionarios policiales cuestionan esta estrategia.

"Se me ofreció tanques, bazukas, todo lo que deseara --explica el ex jefe de la policía de New Haven, Connecticut, Nick Pastore, al New York Times--. Lo rechacé todo, porque sólo nutre una mentalidad de que uno no es un policía al servicio de la comunidad, sino un soldado en guerra".

Promotores de las unidades paramilitares de policía insisten en que los resultados justifican estas tácticas. En 1994, la ciudad de Fresno tuvo un nivel sin precedente de 85 homicidios y 2 mil 810 robos, y los policías frecuentemente estaban bajo fuego de bandas de narcotraficantes y criminales bien armados.

La ciudad formó una Unidad de Suprimir el Crimen Violento equipada con armas automáticas, vehículos blindados, equipo óptico de visión nocturna e instrumentos de sensores de detección, y con todo ello comenzó una serie de acciones para barrer colonias pobres: la policía verificó la identidad de cada negro de entre 15 y 30 años que se encontraba en la calle.

Tres años después, el jefe de la policía, Ed Winchester, informó al New York Times que el crimen violento se había desplomado de forma dramática.

Los promotores de las "guerras" contra la droga y el crimen señalan que las estadísticas nacionales demuestran una reducción dramática de los crímenes violentos durante los últimos 10 años y sostienen que esa baja es resultado, en parte, de la expansión en el uso de este tipo de tácticas en la acción policiaca.

Pero el director de la Asociación Nacional de Policías Negros, Hampton, dijo a La Jornada que el factor clave no es la militarización de la policía sino el auge económico y el hecho de que la tasa de desempleo está en su punto más bajo en 30 años.

Para Hampton y muchos de sus colegas, otro aspecto preocupante de las nuevas tácticas es que son generalmente aplicadas a las zonas pobres y de minorías raciales.

"No creo que jamás haya visto un tanque o vehículo blindado en Wall Street, o en el centro de Nueva York --dice--. Pero si cuentan con ellos, los usan en Harlem, o si los tienen en Los Angeles, no los usan en el Boulevard Ventura o en Rodeo Drive, pero si los llevan a Watts. El equipo se usa sólo en ciertas comunidades".

Estas aseveraciones son apoyadas por un reciente informe de la organización humanitaria Amnistía Internacional, que documentó que los disparos, heridas, y aun muertes, de personas que están en manos de la policía se han incrementado en forma significante en Estados Unidos y que más de dos tercios de estas víctimas eran de minorías raciales.

Una vocera del Departamento de Justicia, entrevistada por La Jornada, dijo que el gobierno federal no cuenta con estadísticas sobre casos de brutalidad policiaca, pero ofreció datos que indican que el número de policías acusados de mal trato criminal se ha incrementado sustancialmente en estos últimos dos años.

El ex policía, de esta capital, Hampton argumenta que el incremento de la brutalidad policiaca es una de las consecuencias inevitables de una estrategia de "nosotros contra ellos" que se aplica a la visión militarizada de la policía.

"La realidad es que 85 a 90 por ciento del trabajo policiaco se trata de ayudar a la gente, respondiendo a pedidos de asistencia. La realidad es que la policía no resuelve crímenes por sí sola, lo hace con la ayuda de la gente", comentó Hampton.

"Si uno pierde esa confianza, no puede resolver el problema del crimen. Este estilo militar agresivo de policía es una política errónea por parte de un liderazgo político y policial mal orientado", afirmó.

Al parecer, en algunas zonas de este enorme país hay una guerra. Hay heridos, hay muertos, hay refugiados, hay lágrimas, también tristeza e ira.

El enemigo es un pobre de una raza minoritaria. Los políticos nombran la guerra --la de las drogas, o la del crimen--, dan las órdenes y otorgan el equipo.

El ejército en esta guerra, la policía, cumple. Las batallas dejan historias de sangre y brutalidad.

Mas de 41 balazos de una unidad especializada contra el crimen violento matan a un inmigrante africano desarmado en la ciudad de Nueva York; un joven dominicano muere en manos de la policía por un juego de futbol, todo en nombre de la guerra dentro de Estados Unidos, contra su propio pueblo.