La Jornada martes 25 de mayo de 1999

ASTILLERO Ť Julio Hernández López

La represión contra el general José Francisco Gallardo es una de las páginas más negras de la historia patria de las décadas recientes. Contra él se ha volcado todo el poder de un sistema, violando leyes, desconociendo ámbitos jurisdiccionales internacionales, aplicando de manera enérgica todo el peso del Estado para castigar una disidencia.

Preso de conciencia reconocido por Amnistía Internacional, el general Gallardo ha sido trasladado de una prisión militar, el Campo Militar Número 1, al Centro de Readaptación Social de Nezahualcóyotl-Bordo.

La maniobra tiene como objetivo claro incrementar las condiciones de inseguridad para el general Gallardo y, al mismo tiempo, diluir en el corroído entorno carcelario civil cualquier tipo de agresión que se diera contra quien ha denunciado abusos militares y ha demandado el establecimiento de un ombudsman castrense.

La presunción de que aumentarán los peligros para el general Gallardo tiene pleno sustento. Ya en el mismo Campo Militar Número 1 ha habido presiones y agresiones contra don José Francisco. Sin embargo, el mismo espíritu de cuerpo hace difícil que tales agravios suban de tono, pues, en el fondo, los compa- ñeros de Gallardo lo respetan, y por ello, de alguna manera, evaden el llevar a niveles extremos las indicaciones de hostigamiento.

En el terreno civil las cosas son distintas. Prueba de ello han sido los atentados, golpizas y amenazas que han vivido los hijos del general Gallardo. Oficialmente no hay manera de ligar un asunto con el otro, pues las autoridades encuentran en la inseguridad cotidiana que se vive en la capital del país una cortina tras la cual ocultar las verdaderas intenciones de tales hechos.

Ahora, en caso de que se mantenga al general Gallardo en una cárcel civil, la seguridad de éste quedará a cargo del machero en turno, del capo que domine la crujía, del celador manejable con unos cuantos billetes. Lo que le llegue a pasar al general sería, en ese contexto, un simple asunto del ámbito civil, un accidente más como los muchos que luego suceden en este país.

(Otro) Olvido presidencial

La reciente gira del presidente Zedillo por el estado de California volvió a mostrar con toda crudeza algunos de los elementos centrales de la arquitectura mental con la que se gobierna el país.

De gira por aquella próspera región estadunidense, el presidente Zedillo se dedicó a exaltar los ejemplos de mexicanos triunfadores, y a elogiar el esfuerzo de otros que allá luchan también por avanzar, pero jamás se detuvo el jefe del gobierno mexicano a reflexionar sobre las causas por las cuales millones de connacionales deben abandonar su tierra natal para aventurarse en el país vecino./

Como si los mexicanos fuesen a Estados Unidos por deseo propio y no por necesidad extrema de sobrevivencia, como si los millones de mojados estuviesen lejos de sus familias cumpliendo gratificantes proyectos de excelencia educativa, como si tuviesen todo en su propia patria pero decidiesen salir llenos de sueños a conquistar el mundo exterior, ya que su terruño les quedase chico...

Todo el mundo sabe la realidad por la cual tantos compatriotas deben sufrir explotación, discriminación y abusos varios en Estados Unidos. Por ello es algo más que un error la actitud presidencial de tomar algunos cuantos botones de ejemplos exitosos para tejer leyendas épicas. En su gira, no habló ni siquiera de mejorar las anteriores propuestas incumplidas de auxilios consulares. Obviamente, tampoco de las actitudes injustas e inhumanas de las policías migratorias estadunidenses. No. De lo que se trataba era de brindar y de celebrar el lado bonito de la luna o, más bien, algunos cuantos y muy reducidos puntos de una de las caras de la luna.

Los democratizadores elogian el dedazo

No son muy atractivas las ofertas que el sistema PRI-gobierno hace para promocionar la crítica interna. Por el contrario, con las cuotas que hace pagar a quienes se inconforman, lanza mensajes de seria advertencia a quienes pretendiesen emular tales insubordinaciones.

Pero no son nada más los gestos superiores los que inhiben esa crítica genuina, sino también uno de los componentes básicos de la cultura priísta, como es la ambición, el anhelo de ser tocado, promocionado por el dedo superior, así fuese para cargos o representaciones totalmente menores.

Un ejemplo lamentable de ese acomodo al rumbo de los vientos lo ha dado el grupo de senadores denominado Galileo. Ese grupo, como es sabido, está integrado por legisladores priístas, pero también por independientes, como el quintanarroense Jorge Polanco Zapata, y muy probablemente por el chiapaneco Pablo Salazar, a quien la mayoría de los galileos autorizará en la próxima sesión del grupo a que continúe en esa agrupación aunque hubiese renunciado al PRI.

Los galileos entonaron con toda naturalidad un canto de reconocimiento a las glorias del dedo presidencial, felicitando inclusive al titular del Poder Ejecutivo Federal por el avance democratizador que dicen entender en lo que, a los ojos de otros ciudadanos, no ha sido sino un montaje teatral para formalizar la candidatura de Francisco Labastida Ochoa.

Un punto llamativo de este elogio del dedazo fue que lo encabezara con entusiasmo declarativo el senador sinaloense José Luis Soberanes, quien semanas atrás había participado en la efímera y, al parecer intrascendente, revuelta con que él y Rodolfo Echeverría pretendieron oponerse al designio presidencial de Pepe Toño González como nuevo gerente general del PRI.

Pero no es Soberanes el único doblegado por la fuerza de la cargada labastidista. Otros personajes priístas también se han allanado ante el peso de los hechos. El propio Echeverría ronda por oficinas y cafés buscando acomodo para su fraseología democratizadora de ocasión. Otro democratizador, Agustín Basave, escribe artículos en los que pelea con las teclas de la computadora para medio decir algo más o menos aceptable y, al mismo tiempo, hacer llegar a las alturas el mensaje de que finalmente acepta el dedazo presidencial. Del llamado Grupo Reflexión, aquél de diputados federales, ni hablar: siempre fueron, y ahora lo han confirmado, simples comparsas ejecutoras de una tonadilla ligeramente diferente para, así, contrastando, lograr mejores contratos.

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