Antonio Gershenson
Precandidatos

Ha cambiado el método de selección de candidatos presidenciales. En los tres principales partidos se plantean, con sus variantes, votaciones directas para la selección del candidato a la Presidencia. Ahora, ha captado el interés público la definición de reglas de selección del partido en el poder.

Un rasgo que, sin embargo, no ha despertado mucha polémica hasta el momento de escribirse estas líneas, es el hecho de que el ganador en esta elección del PRI no será el que tenga más votos, sino el que gane la votación en más distritos. Este criterio podría parecer lógico y natural si se tratara de elegir candidatos a diputados por mayoría, pues en este caso el diputado ganador es el que tenga más votos en su distrito. Pero en la elección presidencial gana el que tenga más votos en todo el país, aunque éstos pudieran estar eventualmente concentrados en pocos estados.

Este rasgo del sistema de selección puede resultar desfavorable a tres de los anunciados como posibles competidores, dos de ellos gobernadores en activo y el tercero gobernador hasta hace poco tiempo. Decimos esto porque, en razón de su cargo presente o reciente, cada uno de ellos podría tener apoyo muy concentrado en su estado, y tal vez en unos pocos más. En cambio, puede resultar favorable a quien, desde la Secretaría de Gobernación, ha podido tender una red nacional de relaciones políticas, incluso con la mayoría de los gobernadores.

Tal vez esto, junto con lo que pudieron haber entendido como otras señales de apoyo al hoy ex secretario de Gobernación, contó en el hecho de que dos de los aspirantes se retiraran. Pudieron haber encontrado muy costoso el doblar la apuesta abandonando sus actuales puestos de gobierno, y prefirieron perder las fichas depositadas.

No cabe duda que la modalidad de seleccionar al candidato mediante votación directa y secreta, con todas sus dificultades, llega para quedarse. Al PRD le tocó una costosa novatada, en un proceso para el cual no había un mecanismo de control adecuado y que tuvo que ser anulado. La dirección del PAN anuncia un mecanismo, todavía no muy bien definido, de elección directa y secreta.

En ningún caso las cosas serán fáciles. Como se ha dicho y escrito, la complejidad del sistema electoral que tenemos es del tamaño de la desconfianza de la gente. Y los partidos no tienen algo así como un IFE, incursionan en un terreno nuevo en el país y la credibilidad no es fácil de lograr.

De ahí que al establecerse reglas que parecen favorecer a un precandidato, en el PRI se corra ese mismo riesgo, pero en mayor medida. De por sí, algunos precandidatos del PRI han identificado a los dos precandidatos que proceden del gabinete como favorecidos por la Presidencia. Uno de ellos ya declinó, y el otro se lanza con toda la fuerza de los apoyos institucionales. La tarea que tienen por delante, entonces, no es sólo convencer a los electores, sino a los priístas.

En cualquier caso, vamos a tener, en cierto sentido, dos campañas presidenciales sucesivas. La campaña por la candidatura de cada partido será, al mismo tiempo, la primera parte de una presidencial, pues va dirigida al público en general y emplea profusamente a los medios de difusión. Tendremos, o tenemos ya, una campaña electoral de más de un año. Los efectos de esto sobre la economía del país estarán por comprobarse, pero hay muchos antecedentes de los efectos de campañas anteriores. La posibilidad de desgaste de candidaturas también es mayor que en sexenios anteriores. Por ejemplo, Fox ya entró en roces con la dirección de su propio partido. Es poco fundado un perpetuo optimismo como el expresado por algunos funcionarios, cuando entramos todos en un proceso con tantos elementos nuevos.