n Homenaje en la Rotonda de los Hombres Ilustres


Hoy, 80 aniversario luctuoso del escritor nayarita Amado Nervo

n Sus versos, un misterio delicado y comunicativo, definió Darío

Angel Vargas n Considerado el más grande de los modernistas mexicanos, Amado Nervo contribuyó con su obra a la realización del sueño bolivariano que proponía la unión de los países de Hispanoamérica.

En una fecha como la de hoy, pero de hace 80 años, el punto final de la muerte consumó la vida de este poeta, prosista, periodista y diplomático nacido en Tepic, Nayarit, en 1870. Debido a esa efemérides, el gobierno de aquella entidad le rendirá hoy lunes, a las 10 de la mañana, un homenaje luctuoso en la Rotonda de los Hombres Ilustres del panteón civil de Dolores, donde yacen sus restos.

Descendiente de una vieja familia española que se estableció en San Blas, en los albores del siglo pasado, José Amado Nervo Ordaz ųnombre completo del vate nayaritaų realizó sus estudios en el Seminario de Zamora (Michoacán), obedeciendo a una inclinación por el sacerdocio de la que posteriormente desistiría. Ahí, se preparó en las áreas de ciencias, filosofía y leyes.

amado nervo Más tarde, dirigió sus pasos a Mazatlán, Sinaloa, sitio en el que comenzó su carrera periodística en El correo de la tarde. En 1894, ya avecindado en la ciudad de México, colaboró en la Revista Azul, fundada por Manuel Gutiérrez Nájera. Fue en esa etapa cuando conoció a otros grandes escritores y poetas, como Luis G. Urbina, Joaquín Arcadio Pagaza y Manuel José Othón.

Luego de ser director de la Revista Moderna, en 1900 fue enviado por el diario El Imparcial a la Exposición Universal de París, donde conoció en persona a Rubén Darío, de quien tenía amplias noticias, merced a los trabajos publicados por éste en la Revista Azul.

La Ciudad Luz representó un centro determinante en la vida de este destacado escritor mexicano, pues ahí ųademás de relacionarse por vez primera con el mencionado poeta nicaragüenseų conoció a la mujer que habría de ser su esposa, Ana Cecilia Dailliez, cuya muerte recogió en una serie de poemas que a la postre se convertirían, con el título La amada inmóvil, en su obra póstuma.

Su carrera diplomática comenzó en 1905, cuando fue nombrado segundo secretario de la Legación de México en España. En su estancia en aquella nación produjo obras como Juana de Asbaje y Serenidad, entre otras.

En 1918, el entonces presidente Venustiano Carranza lo nombró enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de México ante los gobiernos de Uruguay, Argentina y Paraguay.

Ya enfermo, se estableció en 1919 en Montevideo, Uruguay, ciudad en la que finalmente habría de morir el 24 de mayo de ese mismo año. El fallecimiento de esta figura de la intelectualidad mexicana conmovió no sólo a México, sino a gran parte de los países de Hispanoamérica.

Durante la ceremonia luctuosa, efectuada en el Panteón Nacional de Uruguay el 25 de mayo de 1919, con esta imagen fueron recordados sus últimos alientos: "Y así murió Amado Nervo, sin articular ni una sola palabra, pero pensando muchas; tranquilamente, resignadamente, sin una contorsión, sin un espasmo, como si temiese que cualquier ademán o cualquier acento pudiese alejar a la dulce amiga que se le allegaba para cerrarle los ojos y adormecerlo para siempre, con el arrullo de una tierna cantilena como la que susurra la madre al mecer la cuna de su niño".

Más tarde, sus restos fueron traídos a México y depositados en la Rotonda de los Hombres Ilustres del panteón civil de Dolores.

Al principio de su carrera literaria, Amado Nervo se afilió al modernismo, pero con el transcurso del tiempo su expresión fue más espiritual y propia. Es reconocido como el único poeta místico entre los modernistas mexicanos, pues en sus escritos no deja de manifestar su fervor religioso y la búsqueda ansiosa de Dios por medio del amor.

En su poesía pueden distinguirse tres etapas. A la primera corresponden obras como Perlas negras y Místicas (1898), El éxodo y Lira heroica (1902) y Jardines interiores (1905). Del segundo periodo destacan: En voz baja y Serenidad (1914), así como el ensayo Juana de Asbaje (1910). La última etapa fue cuando escribió poemas como Elevación (1917), El estanque de los lotos y El arquero divino (1919), además de la Amada inmóvil (1920).

Rubén Darío definió así la obra de Nervo: "Infunde en sus versos, que se visten de sencillez y de claridad como las horas de cristal que anuncian la paz de los amables días, un misterio delicado y comunicativo".

Y su coterráneo y colega Alí Chumacero lo inscribe en el coro mayor de los escritores mexicanos, pues sobresalió por su afán de hacer prevalecer mediante la palabra y por encima de cualquier virtud la apacible tormenta del sentimiento.

El trabajo de Amado Nervo en prosa es también extraordinariamente rico, pero no ha sido reconocido de igual forma que sus escritos en verso, cuya principal característica es el uso imaginativo de la metáfora plasmada con una flexibilidad casi musical y una melancolía cargada de emoción.

Asimismo, es característico de su quehacer el tratamiento de temas patrios matizados de arte y amor. Sus poemas La raza de bronce, Los niños mártires de Chapultepec, Morelos y Guadalupe la Chinaca son ejemplo de ello.