José Cueli
José Tomás barrió a Ponce

Madrid, 23 de mayo Ť El alma de los tiempos pasados en el toreo parece estar aprisionada entre las piedras de la monumental plaza de toros de Las Ventas madrileña. De esta plaza parecen surgir, en la noche, medrosos contornos de faenas fantasmales, escenas siniestras y cuadros sombríos o triunfadores. En esta plaza en que tiempo y la fantasía se fueron envolviendo en hechizados ropajes de conseja, encanto y tradición. En esta plaza en que hace años triunfaron Armillita, Garza, El Soldado, Arruza, y más cerca en el tiempo: Curro Rivera y Juan Silveti. Y esta semana debutaron los ganaderos mexicanos de San Martín, José Chafic y Marcelino Miaja, creadores de una ganadería en España con ganado de Santa Colona que fue aplaudido.

En la quietud bruja de la noche, cuando la luz blanca ilumina los toros que a los días siguientes serían lidiados a muerte, éstos tenían un encanto que hacía recordar su herencia, y el pasado bajo el cielo azul madrileño. Ante el hechizo de la plaza, nuestro ser parecía despojarse de los lazos que lo sujetaban a la vida moderna con sus guerras científicas y en su lugar ajustarse el cuerpo a época de gloria del toreo que revivió el nuevo rey de la torería, José Tomás.

Del fondo del ruedo parecía surgir la figura arrogante de Carlos Arruza, en reñida competencia con Manolete. Y a la luz de la fantasía, escenas de esa faena de Rafael de Paula en el otoño del ochenta y siete. ``La más bella del toreo'' presenciada por este cronista. Los famosos mano a mano de Lorenzo Garza y El Soldado, que dejaban atónitos a los madrileños. La tarde triunfal de Curro Rivera con salida a hombros, en los setentas, la última gran campanada de un mexicano en este coso.

En el centro del Madrid viejo, ese Madrid de la calle de Alcalá en que está enclavada la plaza de Las Ventas, se presenta un José Tomás en que parecía palpitar los ritmos de los tiempos pasados en el toreo con una corrida impresionante. Del fondo de la puerta de toriles apareció un reserva del Sierro, manso, peligroso y con mucho genio, representante de las fuerzas brutas de la naturaleza, y el madrileño pese a no poder con él, gracias a un valor espantoso, salió a hombros en apoteosis.

Con el toro de Sierra parecía que el tiempo de había dormido, silenciosamente, bajo el peso de la tradición . Nuevamente un joven torero daba de qué hablar al público y la crítica madrileña. José Tomás toreando cruzado -torería y hondura- vio el embrujo de la feria isidril y el peso de la tradición taurina, desbancando a un Enrique Ponce, descentrado y repetitivo en esta primera fase del serial, ideal para el toreo, en la feria más famosa del mundo taurino; la de San Isidro, evocadora de tantos y tantos recuerdos... y amores...