Despierto con una noticia alucinante: ¡el pri se democratiza! El café se cae sobre el periódico, me quemo la mano con la colilla, el perro ladra y parece que el mundo se ha puesto de cabeza.
Me tranquilizo y pienso... Hoy no es 28 de diciembre (descartado); a mis cuates les costaría un dineral imprimir una plana falsa de La Jornada sólo por joder (descartado); entré a la Dimensión desconocida (descartado); soy protagonista de una mala película de ficción y nadie me avisó (descartado hoy, pero en una de esas probable para todos los mexicanos el resto del sexenio).
¡En fin!, tiene que ser cierto...
¿Ahora qué hago? ¿Levanto el teléfono y felicito a José Antonio González Fernández? (descartado, porque no tengo el gusto...), ¿Pido ayuda psicológica en Locatel? (descartado, porque no se sí cuentan con el servicio), o de plano ¿pido auxilio a cualquiera que al azar me conteste?
Eso hago.
La directora de Relaciones Públicas de Resistol (¡qué tino!) me dice amablemente que no me preocupe, que estas cosas pasan tarde o temprano, que los países cambian cuando uno menos se lo espera, y que si no me interesa un nuevo pegamento superultradherible que están a punto de lanzar al mercado. Le agradezco su tiempo y le pido dos cajas.
El caso es que el pri dice que se democratiza y que elegirá por votación abierta a su candidato a la presidencia (curiosa y novedosa manera). ¡Pero no sólo eso! También dicen que cualquiera con credencial de votar podrá marcar su preferencia, aunque no sea militante.
Me sirvo un Orange Crush doble con hielo y pienso en la mesa de la cocina...
Me parece muy bien que por fin se democratice el pri (si fuera cierto), que consulte a las bases (si fuera cierto), que la competencia sea abierta y sin injerencias (si fuera cierto).
Lo que me atormenta terriblemente es ¿cómo cualquiera puede votar? ¿Qué van a hacer si el Perro Aguayo obtiene 7 millones de sufragios?
Mi compadre Juan Contreras me contó una maravillosa historia. El vive en Mixcoac, frente a una secundaria oficial, y todos los días presencia, asombrado, como su vecino, maravilloso y terco hace algo por su ciudad sin esperar nada a cambio.
Las paredes exteriores (verdes y blancas) de la secundaria amanecen diariamente pintadas con exóticos signos (quesque graffitis), que en vez de adornar manchan las paredes del plantel. El vecino del compadre también sale todos los días con su cubeta, su trapo y su solvente, y dedica una a dos horas, con una paciencia infinita, a despintar las manchas.
Estoy seguro que existe una medalla al mérito ciudadano, es más, sé que anteriores administraciones de la capital se la han otorgado a algunos, cuyo único mérito ciudadano es vivir en la ciudad.
Creo que el anónimo vecino de mi compadre se merece la presea. Y no sólo eso, me hice el firme propósito de ir, aunque sea los sábados, a echarle una mano, porque pensándolo esta es de las pocas maneras en que podemos hacer más nuestra la ciudad.
El jugador del América Cuauhtémoc Blanco no es un héroe popular que tenga mis simpatías, es más, me parece que es el perfecto sinónimo de la prepotencia.
Primero golpeó a su mujer (``¡soy muy macho, y qué, y qué!''), luego hizo humildes declaraciones a la prensa (``soy el mejor jugador de México'') y su remate esquizofrénico fue una pésima pantomima de ``perro meando en la cabaña contraria'', la del Celaya para ser más exactos, después de haber metido un gol.
El nivel del personaje en cuestión me parece deplorable: golpear mujeres, ser hablador e insultar al contrario de manera poco ortodoxa (a otros que no son más que compañeros de profesión), me parecen acciones francamente inútiles. Le recomendaría al señor Blanco que cuando tenga tiempo y no esté demasiado ocupado en sus ``perrerías'', se lea la biografía de Pelé -un perfecto caballero de las canchas- o el manual de Carreño, el cual -aunque no hace mención a parodias de perro meando- tiene buenos tips.
En los últimos días varios estudiantes de la unam pertenecientes al Consejo General de Huelga han sido agredidos y vejados por ``personas desconocidas'' para que renuncien a sus demandas y propuestas relativas al Reglamento General de Pagos.
Ello no es asombroso... Lo asombroso es que el rector Barnés crea que el secuestro y las heridas de esos jóvenes son autoinflingidas, como demuestra con su declaración: ``deploramos los plagios, si es que han ocurrido''. Sembrar la duda acerca de la veracidad de estos hechos, es sembrar la duda acerca de la seriedad del propio movimiento y eso ¡no se vale!
Estoy seguro que ningún joven estudiante se rasgaría el vientre con una navaja sólo para presionar a las autoridades de la unam ¿Será que todavía hay algunos por ahí, añorantes del pasado, que piensan que ``la letra con sangre entra''? ¿Aunque sea la letra del Reglamento General de Pagos?