A estas alturas parecerá un poco atrasado que acoja la sugerencia de mi querido y admirado amigo Arnaldo Córdova ųvisible en el aquí mismo de hace una semanaų, de escribir sobre el tema de la jurisprudencia de la Suprema Corte que ha culminado el camino para la declaración de inconstitucionalidad del artículo 68 de la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado (LFTSE).
La verdad es que la última resolución, con la que se integra la jurisprudencia definida, ha causado un revuelo mayor del que esperaba. Porque ya había antecedentes de dos asuntos ųen Guadalajara y Oaxacaų y algunos más relacionados con organismos públicos federales y se veía venir, con claridad meridiana, el paso final. Que con la resolución de la misma corte (1/96), que declaró inconstitucional la parte final del artículo 1o. de la misma ley, que convertía en burócratas a los trabajadores de las empresas descentralizadas, viene a marcar unas tendencias sorprendentes después de tantos años de indiferencia ante un tema que es, sin duda alguna, de una absoluta claridad.
La cuestión ha sido ampliamente discutida y me parece que sólo es oportuno ųa falta de los añorados amplios espacios de La Jornada Laboralų puntualizar algunas cosas.
Lo primero que se puede decir es que se trata de una resolución impecable. La inconstitucionalidad era tan evidente (contradicción entre el artículo 68 de la LFTSE y la disposición generosa de la fracción X del Apartado "B" del artículo 123 constitucional, que otorga a los trabajadores al servicio del Estado ''el derecho de asociarse para la defensa de sus intereses comunes'') que no podía resolverse el problema de otra manera.
A los sindicatos corporativos, particularmente a la FSTSE, se le ocurren sin embargo dos soluciones, según he leído en estos días. La primera, dictar una ley que impida la pluralidad sindical. La segunda, reformar el Apartado "B" del 123 para que se reitere la unicidad sindical en el Estado.
Desde luego que la primera de las soluciones ųsuponiendo que el Congreso de la Unión tuviera el buen humor de dictar esa clase de leyų no serviría de nada, porque el tema es de rango más elevado. Si esa nueva ley insiste en el vicio de inconstitucionalidad, también se declararía por la corte.
La posibilidad de la reforma constitucional ųen el caso de que a alguien se le haya ocurrido hacerlaų me temo que es descabellada. A estas alturas de la vida eliminar la libertad sindical de la Constitución es, por lo menos, aberrante.
Los organismos afectados pretenden que se recupere el control absoluto a partir de que el esfuerzo para lograr la unidad venga de arriba. Así, los sindicatos no tendrían competidores y se mantendría el verticalismo total. Pero eso ya no es posible.
ƑQué tendría que hacerse?
Para mí, no habría más alternativa que convertir a los sindicatos burocráticos en organismos representativos, democráticos y con capacidad de convocatoria. Quiere decir, trabajando a favor de los trabajadores y no de los intereses del Estado patrón. Una inversión en la política social de 180 grados. Si así fuera, los trabajadores no buscarían otras salidas que ahora encuentran en la formación de sindicatos independientes, obligados a cumplir esos propósitos.
No digo que necesariamente fueran sindicatos conflictivos. No se pueden desconocer los hechos y la condición difícil de los sindicatos ante los gravísimos problemas de desempleo y la evidente crisis económica del país. Pero si las decisiones son producto del acuerdo y no de la orden superior observada cabalmente por líderes firmadores que tienen intereses diferentes de los de sus representados, las cosas pueden funcionar razonablemente. En la realidad actual tenemos buenos ejemplos de la eficacia de esos mecanismos de conciliación de intereses colectivos. Porque sí hay sindicatos democráticos y representativos.
La solución, finalmente, es fácil. Hacer que los sindicatos sean sindicatos. A partir de allí, si cumplen la función de defender a sus agremiados, todo andará mucho mejor. Lo que ocurre es que tantos años de ficción sindical hacen difícil no digo volver, porque nunca han estado, pero sí iniciar el camino de la autenticidad de la defensa de los derechos de los trabajadores.