n La agrupación nórdica se presentó el viernes en el cine Bella Epoca
Escalofríos y fantásticas historias con Bel Canto
Juan José Olivares n Sintetizadores en lo más alto de su gradación, ardientes y extravagantes percusiones, un violín y dos guitarras que sollozaron, y una voz ųšqué voz!ų que llegó al centro de la médula espinal para conjuntarse y anestesiar a un público mexicano que se reunió el viernes por la noche en el cine Bella Epoca. Bel Canto en concierto.
Eran las nueve de la noche cuando los fantasmas nórdicos aparecieron para introducirnos en sus fantásticas historias; esas de vida álgida y de condiciones de tormenta blanca. White-out Conditions, la primera, la que nos hizo ponernos el abrigo, pero no por el frío, sino por el escalofrío de recibir la cadencia de las cuerdas vocales de la versátil Anneli Drecker.
Luego, atrevidas imágenes de hielo. Coito entre la espacialidad de un canto que envolvió con los acordes de un delirante violín de Nils Johansen, mientras, las agresivas secuencias de los sintetizadores de Trond Mikalsen, que poco a poco se hicieron ritmos bailables y vitales; ritmos no de tierra peninsular, sino de todas las regiones, que pausadamente nos elevaron hasta el cielo con la historia, Heaven.
Era inevitable la levitación. Los aromas desprendidos por los cuatro espíritus escandinavos explotaban la sensibilidad de los escuchas con el cántico de Anneli, quien coqueteó un poco con el castellano en la canción Capio: Será la candidez, será la niña, la historia pasa (...), mientras que la piel, la poca que nos quedaba, se disipaba en unísono.
Ya en el éxtasis de la levedad, Anneli, Nils, Andreas (percusiones) y Trond nos hacían huir y regresar de un mundo étero hasta otro real, con sus continuas descargas étnico-electrónicas, con viajes a diferentes lugares terrestres.
Nils se colgaba una y otra vez sus dos guitarras y su violín para secundar el movimiento de la voz de la niña ártica, que con verdadero placer nos mostraba en sugestivos movimientos de manos y caderas la esencia de las tierras altas.
Enseñándonos también el camino a Bombay y el alemán que su padre le enseñó con Die Geschichte einer mutter.
Mientras, las ánimas receptivas mexicanas, ya entumecidas, no paraban de abrir cada uno de sus poros para recibir las penetrantes disparos melódicos de los noruegos en In Zenith. "Háblame de rumores cuando nuestros sentimientos suban juntos hacia el sol", gritaba delirante la voz de Anneli, que para ese instante no nos erizaba la piel, la complosionaba.
Luego más andanadas dinámicas. Mezclas de voz exquisita que dibujó movimientos corporales en vuelos de pájaros con vientos helados por parajes desconocidos, y un efímero fin del recital interrumpido por los gritos y palmas de la muchedumbre que exigió más dosis de avidez. El regreso con Magic box II, para abusar de nuestra bondad receptiva y elevar el vuelo de nuevo con Rush.
Ni dos minutos después, un segundo regreso y dos delicias más, que completaron las 19 placenteras canciones.
Un verdadero regalo para los iniciados capitalinos.