La huelga provocada por las autoridades universitarias, dicho esto con pleno convencimiento, se ha prolongado más de un mes y, como era previsible, entró ya en una zona de riesgos y endurecimiento en la cual no pueden descartarse actos de violencia y provocación.
En realidad éstas ya se han iniciado. Ese significado tienen las agresiones y amenazas a varios estudiantes en huelga, sobre todo el secuestro y las golpizas cobardes a Juan Carlos Zárate, del Colegio de Ciencias y Humanidades. Se trata de hechos de la máxima gravedad que no pueden ser minimizados, aunque las autoridades universitarias se empeñen en ello. Por el contrario, deben alertar a todos los universitarios, a la opinión pública y a las organizaciones sociales y políticas, al gobierno del D F, pues si se deja el paso libre a la escalada de los terroristas, el conflicto puede volverse inmanejable y provocar más violencia.
Sorprende por eso la irresponsabilidad del rector, quien de entrada puso en duda los secuestros, pese a las pruebas en contrario. Ciertamente los actos de violencia tienen el propósito de atemorizar a los estudiantes, crear un clima de terror para hacerlos desistir de sus justos propósitos y, en esa medida, sirven a quienes a toda costa (dentro y fuera de la UNAM) quieren doblegar a los huelguistas e imponer las reformas al Reglamento General de Pagos (RGP), cuya aprobación por el Consejo Universitario fue la chispa que encendió a la comunidad estudiantil. Bajo ninguna circunstancia las autoridades deben minimizar la gravedad del terrorismo, por más que sea útil a sus propósitos.
Pero la violencia no es útil ni a la causa del rector ni a la de nadie. No son actos terroristas los que harán retroceder a los estudiantes ni los pondrán de rodillas. Por el contrario, sólo generan endurecimiento de las posiciones y aplazan la posibilidad de soluciones. Y ésta es tal vez la carta que juegan el rector y sus asesores de dentro y fuera de la universidad. Sus intenciones, por ahora, parecen encaminadas sólo a administrar el conflicto; así lo indica la constitución de la Comisión de Encuentro, cuyos propósitos eran sólo consultar a la comunidad, eludiendo el hecho de que hay un grave conflicto y para solucionarlo es preciso enfrentarlo sin subterfugios, sentarse a la mesa de negociaciones con el Consejo General de Huelga.
No es fácil ni será posible si el rector sigue atrincherado en su negativa de mantener a toda costa las reformas al RGP aprobadas por el Consejo Universitario y que son rechazadas por la mayor parte de la comunidad universitaria. El doctor Barnés llama al diálogo, pero sólo para perfeccionar el mencionado reglamento de pagos que provocó la huelga, pues dicho ordenamiento atenta contra su idea de universidad pública. Si mantiene su terquedad sólo conducirá a la prolongación de la huelga y demostrará que es incompetente para conducir la UNAM. A un mes de iniciada la huelga debería entender ya que la solución del conflicto pasa por la abrogación del reglamento aprobado por el CU. Y después de eso a dialogar sobre la problemática universitaria puesta en la mesa de las discusiones.
La propuesta de diálogo de los estudiantes es sensata. Que los comisionados de las autoridades y el CGH se re-únan para discutir y resolver los problemas, y que sus discusiones sean transmitidas por Radio Universidad y TV UNAM no tiene nada de extraordinario ni atenta contra los métodos universitarios. Los problemas pueden y deben ventilarse públicamente, esa es una de las enseñanzas de este conflicto.
Y a propósito de éste, la declaración de los presidentes de los partidos -con excepción del PT, que lo hizo por su parte-, llamando al diálogo a las partes, tal vez sirva al PRD para subrayar que no está detrás de la huelga, y es cierto, pero era innecesario firmar con el PRI. Además parece como si fuera (el PRD) un simple observador neutral y no es así, pues este partido está no detrás de la huelga, pero sí comprometido con sus razones; el mismo Pablo Gómez lo ha dicho en un par de artículos y declaraciones.