Luis Javier Garrido
El dedazo

La designación anticipada de Francisco Labastida como candidato del PRI a la Presidencia de la República, en una postulación caracterizada por un marco de simulación, pone en evidencia las dificultades del grupo gobernante para perpetuarse en el poder, y su oposición cada vez mayor a la sociedad.

1. El destape anunciado de Labastida Ochoa como candidato presidencial de PRI (18 de mayo) ha sorprendido sobre todo por la forma, pues los tecnócratas mexicanos, con tal de mantenerse en el poder, no están dudando en engañar a los priístas y al país con todo género de manipulaciones.

2. Las nuevas ``reglas'' del PRI para ``elegir'' a su candidato presidencial, dadas a conocer por su Consejo Político Nacional (17 de mayo), no sólo no son democráticas como se pretende, sino que muestran que el PRI se halla en la ilegalidad, pues el Cofipe establece en su artículo 27 que los estatutos de los partidos deben consignar ``normas para la postulación democrática de sus candidatos'', y éste no es el caso del PRI, que deja esto a la discrecionalidad de su dirigencia, que ahora produce reglas en las que no hay una libertad de registro ni garantías de equidad en el proceso que, como se sabe, se sustentará en campañas organizadas con recursos privados y que, para colmo, será organizado por Felipe Solís Acero, quien en 1997 fue destituido del IFE bajo la acusación de ser alquimista. Además de que las citadas reglas, llamadas ``Acuerdo General'' por los priístas (La Jornada, 18 de mayo, pp. 18-19), son, por otra parte, antiestatutarias, pues al establecer que la postulación del candidato se hará por votación de todos los ciudadanos viola el artículo 147 de sus estatutos, que no admiten esa forma de elección.

3. Las nuevas reglas priístas son, como se sabe, similares a las utilizadas en procesos locales, y es claro que Ernesto Zedillo busca alcanzar con ellas varios objetivos: a) propiciar a través del proceso interno una ampliación de las bases priístas, b) aceitar el aparato de ingeniería electoral del Estado con miras a las elecciones constitucionales, c) abrir un periodo para trabajarle todos los amarres posibles al candidato oficial, d) hacer menos traumática la sucesión, en especial en el ámbito económico, al darle un cierto gradualismo y, al mismo tiempo, e) mantener un cierto control sobre el ungido, que hasta no ser postulado de manera oficial guarda una cierta incertidumbre, y en ese sentido f) darse el Ejecutivo durante varios meses la posibilidad de una revocación de la candidatura, a fin de no tener que recurrir al homicidio como en el 94. Lo que se ha buscado sobre todo con las nuevas reglas es, sin embargo, g) encubrir la imposición: disimulando el dedazo, ocultando la cargada y modernizando la bufalada.

4. El dedazo, entendido como el derecho ``no escrito'' del Ejecutivo de imponerle su candidato al partido, y por esa vía intentar imponérselo al país, está más vigente que nunca en 1999, y pretender lo contrario es un engaño.

5. El pequeño teatro de la democracia al interior del PRI se le derrumbó a pesar de todo muy pronto a Ernesto Zedillo, no sólo por la evidente ineptitud del presidente priísta que funge como director de escena (Pepe Toño), sino por la imposibilidad de simular la democracia dónde no la hay. La cargada por Francisco Labastida (secretario de Gobernación) vino desde antes de que se dieran a conocer las reglas priístas, con la estampida de búfalos empresariales que decidieron pasarse la charola (12 de mayo); resultó evidente con las declinaciones de Moctezuma y de Miguelito (19 de mayo) y se verá en pleno en los comicios internos que lo enfrentarán a dos o tres comparsas a pesar suyo.

6. ¿Quién puede creer en México con todo esto que el PRI esté viviendo un proceso democrático?

7. Ernesto Zedillo ha sido el principal responsable de que prosigan la vinculación orgánica de los cárteles del narcotráfico con el aparato de Estado y el control de Carlos Salinas sobre del sistema financiero y las principales industrias del país; es decir, de que el país se haya adentrado más en la senda de la ilegalidad y de la impunidad. Pero también lo es del envilecimiento de la vida pública de México con la simulación de que ya hay democracia: la que él y sus amigos justifican por la necesidad de insertar a México en los mercados mundiales.

8. La designación de Francisco Labastida como candidato del PRI es, en este contexto, una señal clara de que el mismo grupo de políticos vinculados al narco y al servicio de las trasnacionales, y que ha gobernado al país por tres sexenios, pretende seguir haciéndolo.

9. La designación de Labastida no es, como algunos pretenden, ``la única carta'' de que disponía Ernesto Zedillo, quien de haber llegado con más fuerza al quinto año hubiese preferido a Estebancito o a De la Fuente. Zedillo buscó un candidato fuerte dentro del ``sistema'', en un intento lo mismo de a) evitar las escisiones de priístas inconformes, que de b) aplacar la beligerancia del salinismo y frenar sus apoyos a Vicente Fox y al panismo. Y Labastida ya ha empezado a actuar, como lo muestran el traslado de Raúl de Almoloya a Almoloyita y la liberación por un juez de uno de los capos Amezcua (19 de mayo).

10. Fuerte dentro del ``sistema'', Francisco Labastida será empero un candidato muy débil frente a la sociedad, a la que difícilmente podrá ocultar los intereses que representa, las acusaciones que se le hicieron durante su gestión como gobernador de Sinaloa de proteger al narcotráfico y sus políticas autoritarias en la Secretaría de Gobernación (1998-1999), donde actuó con autoritarismo y mala fe, en especial en conflictos como el de Chiapas o el de la UNAM.