Octavio Rodríguez Araujo
Problema de tiempos

Según la información periodística, el conflicto en la UNAM no parece tener solución pronta y, conforme pase el tiempo, podría enrarecerse y salir de cauces universitarios, al quedar inserto en la lucha política por la sucesión presidencial. Ya han surgido especulaciones, sin duda influidas por las teorías de la conspiración, en el sentido de que al gobierno priísta le conviene el movimiento y la ya prolongada huelga universitaria, para exacerbar el pensamiento conservador y temeroso de cualquier proceso inestable para asegurar, como en 1994, que la gente tienda a apoyar lo conocido, por mal que esté, en vez de apoyar cambios, por convenientes y necesarios que éstos sean.

Aunque no estoy de acuerdo con esas teorías de la conspiración, pues no considero que el movimiento en la UNAM sea consecuencia de un complot o de una intriga, sí empiezo a creer que quienes tienen en sus manos la solución del conflicto, a menos que sean enormemente orgullosos y tercos, le estarían engordando el caldo a quienes ven en el movimiento universitario una forma de asustar a las ``buenas conciencias'' del país, es decir a la mayoría de la población, que es conservadora y poco informada. Los grandes momentos de inestabilidad, sobre todo cuando han faltado organización y dirección políticas alternativas, favorecen y han favorecido siempre al poder o a las fuerzas más conservadoras y rígidas del sistema. Y el poder, incluidos los medios de comunicación y los publicistas a su servicio, se ha encargado de presentar a los estudiantes como ejemplos de irracionalidad que no entienden que en estos tiempos la educación es un servicio por el que se debe pagar (aunque el monto de colegiaturas sea una insignificancia), y que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (paradigma de imparcialidad) ya dijo que la educación pública superior no debe ser gratuita.

El rector Barnés, quizá sin darse cuenta, está haciendo lo mismo que el Presidente en relación con el conflicto en Chiapas: habla de diálogo y propone una comisión sin personalidad decisoria que, por lo mismo, ha jugado y jugará el mismo papel que los comisionados que nunca pudieron entrar en contacto con el EZLN. Al igual que Zedillo, Barnés habla de soluciones pacíficas mientras guaruras todavía no identificados amedrentan y lastiman a estudiantes del movimiento; y el rector declara que lamenta la violencia contra los universitarios y, como Zedillo, en lugar de exigir una profunda y eficaz investigación, duda de la veracidad de las denuncias.

Por lo pronto, la huelga en la UNAM ya ha consumido un mes y las clases extramuros han sido y serán, en todos sentidos, un fracaso. De continuar la huelga, el semestre que ha sido interrumpido podría empalmarse con el próximo, si se respetan los calendarios. ¿El rector está apostando a que, conforme se acerque la fecha del próximo semestre, los estudiantes entren en pánico y rompan la huelga para no perder lo iniciado y lo que les falta para terminar sus estudios? ¿Zedillo ha apostado a que el conflicto en Chiapas y el problema de las autonomías y de los derechos de los indios se desgaste o pase a formar parte del escenario de la sucesión presidencial y le sirva al PRI, igual que le sirvió en 1994?

El rector Barnés, insisto, provocó con su Reglamento General de Pagos un movimiento del que fue advertido a tiempo y desdeñó. Ha dicho que en la solución del conflicto no debe haber vencedores ni vencidos. Pero la realidad obliga, salvo que se quiera involucrar el movimiento en la dinámica previsible de la sucesión presidencial, a rectificar, es decir, a posponer el punto de las cuotas y llegar a acuerdos con sus opositores. Rectificar y dejar para otra ocasión el asunto de las cuotas no es declararse vencido, es entender que la propuesta era y es conflictiva, y lo será más conforme pase el tiempo. Rectificar y posponer es aceptar que la razón de rectoría no es la razón de todos los universitarios y, no menos importante, que los tiempos no favorecen a la UNAM si los interesados en la desestabilización la quieren usar para fines electorales. ¿Qué es más importante: defender a la UNAM como una institución de enseñanza, investigación y difusión de la cultura, o cobrar cuotas que representan una cantidad insignificante de su presupuesto?