Ahora resulta que el Banco de México, cuya responsabilidad es conducir la política monetaria y bancaria del país, se volvió, de pronto, experto en electricidad. En vez de contribuir a superar el descrédito y la quiebra técnica del sistema bancario -situación que por omisión o por comisión contribuyó a generar-, el banco central se dedica a enviar documentos a la Cámara de Diputados (El Financiero, mayo 19, 1999) en los que recomienda a los legisladores aprobar la iniciativa de privatización eléctrica formulada por el Presidente de la República de quien, supuestamente, es independiente o ``autónomo'' ese Banco Recomendador.
Por lo visto, la urgencia se está convirtiendo en desesperación. Con tal de sacar adelante ``más pronto que tarde'' esa propuesta, Ernesto Zedillo está incurriendo en despropósitos cada vez mayores, desoyendo las innumerables voces que le piden conducirse con mesura.
En realidad, los funcionarios y técnicos del Banco de México no saben de electricidad, por lo que resulta irresponsable dar opiniones sobre temas que desconocen. Sin embargo, el propósito real de dicho documento no es emitir una opinión fundada sobre el tema de electricidad, sino chantajear a los diputados, como se muestra enseguida.
Con todo cinismo o ingenuidad, el Banco de México presenta su argumento con toda claridad: si la privatización total del sector eléctrico no se concreta pronto, se perderá la confianza de la inversión foránea, de la que depende la viabilidad de la economía mexicana en el largo plazo. Como prueba de ello, el instituto afirma que durante 1998 la entrada de inversión extranjera directa sirvió para financiar dos terceras partes del déficit en la cuenta corriente.
En pocas palabras, según el banco central, debemos privatizar totalmente el sector eléctrico, no porque le convenga al país, sino para evitar que se enojen los inversionistas extranjeros. Con base en este argumento, ¿cuál será el siguiente paso del gobierno de Ernesto Zedillo? ¿Privatizar totalmente Pemex, vendiendo, incluso, los yacimientos petroleros, como lo sugiere Vicente Fox?
Después de todo, algo tenemos que agradecer al Banco de México: su sinceridad. Desde los tiempos de Miguel de la Madrid hasta Ernesto Zedillo, pasando por Carlos Salinas, en el gobierno federal todo mundo había negado sistemáticamente lo que ahora reconoce ese banco: se gobierna para unos cuantos, sobre todo extranjeros, no para la mayoría de los mexicanos.