Para quien esté medianamente informado sobre la pluralización del campo religioso mexicano, es bien sabido que son los grupos evangélicos los que más crecen. Esto tiene varias razones, una de ellas es el subrayado énfasis de las organizaciones mencionadas en difundir sus creencias por la más diversa gama de medios a su alcance. La mayoría de las denominaciones, líderes, instituciones educativas y recursos evangélicos están orientados para ganar nuevos adeptos. Hay otra tendencia, minoritaria pero creciente, que está llamando la atención a estudiar con detenimiento las características de la expansión evangélica y el tipo de feligreses que produce.
Ante el triunfalismo de muchas iglesias y agencias protestantes, respaldado con estadísticas que muestran su avance por toda América Latina, en el seno del movimiento se multiplican las voces que llaman a no sólo dar atención a la puerta de entrada sino también a la salida. En este tono se orienta la investigación de Jorge Gómez El crecimiento y la deserción en la iglesia evangélica costarricense. El trabajo, presentado originalmente como tesis de doctorado en la Universidad Internacional de Columbia, Carolina del Sur, concluye que una de cada dos personas que fueron protestantes en algún periodo de su vida han abandonado la Iglesia evangélica. Al momento del estudio (1994), 20 por ciento dijo haber sido o ser protestante, la mitad de este porcentaje permanecía en alguna congregación protestante-evangélica. El otro 50 por ciento abandonó la militancia por razones que Gómez jerarquiza de la siguiente manera: la propia conducta del desertor, el dudoso manejo financiero en la Iglesia, desacuerdo con la conducta de los miembros de la congregación, abusos de los líderes y presiones de amigos y familiares.
Quienes formando parte del movimiento evangélico convocan a sopesar con cuidado las características de su gran crecimiento, ponen el acento en la necesidad de reflexionar que si bien es cierto hay miles de conversiones diarias a esta fe, por otra parte la mayoría de esas conversiones dejan de lado el proceso de disciplina. Abogan por una estrecha relación entre adscripción al credo y vivencia cotidiana de acuerdo al mismo. Argumentan que existe un divorcio entre rito y ética, porque una cosa es tener expresiones cúlticas que históricamente son protestantes y otra una ética basada en las convicciones teológicas que distinguen a las iglesias que se identifican con las reformas religiosas del siglo XVI. Esta dicotomía es señalada por Arnoldo Wiens, en su reciente libro Desafíos de la corrupción a la fe cristiana (evangélica) en América Latina. Su diagnóstico es contundente: "Valores como la honestidad, sinceridad, la rectitud de vida, la verdad y justicia dejaron de ser atributos característicos de los cristianos evangélicos, dando lugar a la corrupción en todas sus manifestaciones". En esto coincide plenamente con el presidente mundial de las Sociedades Bíblicas Unidas (institución protestante cuyos antecedentes se remontan al siglo pasado, en Inglaterra), el peruano Samuel Escobar. "Hasta hace poco tiempo los evangélicos se preciaban de ofrecer una alternativa religiosa y moral a nuestros pueblos, pero la incursión de los evangélicos en la política en países como Guatemala, Brasil o Perú, ha mostrado que desde el punto de vista de la ética, los evangélicos no son necesariamente mejores que los católicos".
Wiens, doctor en teología y pastor en Asunción, Paraguay, dedica la mayor parte de su investigación a la enseñanza bíblica sobre la integridad de los creyentes y su necesaria diferenciación ética con "los del mundo". Sostiene que las iglesias evangélicas se han contaminado de la corrupción estructural característica de las sociedades latinoamericanas, en lugar de ser agrupaciones bien diferenciadas por sus valores éticos promotores de la honestidad. Considera que "la comunidad alternativa, en tanto viva en una fraternidad sin corrupción, donde los mecanismos de acceso al liderazgo y las estructuras denominacionales sean absolutamente transparentes, es en sí misma una protesta a la corrupción institucionalizada". Lo que Arnoldo Wiens bosqueja, y que merece más atención de la que le da, es la tendencia en América Latina para cambiar de religión sin transformar los referentes éticos. Esto ya pasó con el catolicismo romano, que durante la Conquista se conformó con bautizar a millones de indígenas creyendo que así los hacia cristianos. ƑSerá que la misma ruta le espera al protestantismo evangélico en estas tierras, convertir a muchos pero fallar en la consolidación ética de ellos y ellas? Llama la atención que entre las propuestas para luchar contra la corrupción estructural el pastor Wiens coincide con Transparencia Internacional, organismo preocupado por impulsar controles y cambios culturales que disminuyan drásticamente el uso corrupto de las instituciones y bienes públicos. Hay que frenar los estragos sociales de tanto "corazón roto" (este es el significado etimológico de nuestra palabra corrupción).