Escenarios de la inmigración mexicana hacia el siglo XXI
Wayne A. Cornelius*
Los fenómenos derivados del flujo de inmigrantes mexicanos a California pueden engoblarse en cuatro tendencias clave, las cuales con toda probabilidad afectarán la forma en que se percibe el movimiento migratorio y la respuesta política de ambos lados de la frontera entre México y Estados Unidos. Esos "principales indicadores" de la inmigración mexicana son:
-El continuo incremento en la detención de mexicanos indocumentados en la frontera, que ocurre a pesar de un esfuerzo sin precedente del gobierno de Estados Unidos para impedir los intentos de ingreso ilegal al país.
-El incremento en el flujo migratorio de mujeres, que tiene implicaciones importantes en el impacto fiscal de la inmigración mexicana.
-La creciente tendencia de los inmigrantes mexicanos de establecerse de manera permanente en Estados Unidos, lo cual implica consecuencias considerables en los cálculos de costo-beneficio, tanto para los residentes por nacimiento como para sus representantes electos.
-La fuerte y constante demanda de mano de obra proveniente de México y otros lugares por patrones californianos, independientemente de ciclos comerciales y los cambios en condiciones regulatorias en la industria del lugar.
El número de aprehensiones hechas por la Patrulla Fronteriza estadunidense es el mejor indicador estadístico para determinar el volumen de migración indocumentada, pese a que éste denota un mayor flujo al registrar sólo las detenciones y no a las personas, pues en muchos casos un solo individuo realiza múltiples intentos de ingreso en un solo viaje a la frontera.
Pese a las mejoras de los indicadores macroeconómicos de México en los últimos dos años, las aprehensiones en la frontera se incrementaron a 1 millón 516 mil 680 durante el año fiscal de 1998, el cual concluyó en octubre pasado. En lo que va del año fiscal de 1999, las detenciones han aumentado casi 10 por ciento, en relación con las que se registraron en el mismo periodo el año pasado.
En las políticas migratorias estadunidenses, los números absolutos son de gran importancia. Debido a la actual bonanza económica que se vive en Estados Unidos, muy pocas personas en el Congreso o en el público están prestando atención al número de aprehensiones que tienen lugar a lo largo de la frontera suroeste. Pero en cuanto surja el primer signo de recesión, el millón y medio de detenciones anuales se convertirá en una cifra candente.
El número de inmigrantes muertos que intentaron cruzar desde México la frontera estadunidense se ha incrementado aún más que las aprehensiones. El año pasado al menos 145 personas ųde las cuales sólo unos cuantos pertenecían a una nacionalidad distinta a la mexicanaų murieron cuando trataron de cruzar la frontera con California. Este número implica un incremento de 63 por ciento respecto al total registrado el año anterior. Hasta el 22 de abril de 1999, al menos 37 inmigrantes mexicanos murieron en la frontera que divide a Baja California de California, lo que implica un incremento de 20 por ciento respecto a los casos registrados en el mismo periodo de 1998.
La creciente cifra de muertes puede atribuirse a la estrategia que desde 1993 inició Estados Unidos, en el sentido de mantener en la frontera a contingentes concentrados en puntos que se consideran los principales corredores de ingreso ilegal al país. El objetivo declarado de tal estrategia es forzar a los migrantes indocumentados a cruzar por áreas montañosas o desérticas, en las cuales están a merced de condiciones que hacen peligrar sus vidas y donde el transporte hacia las grandes ciudades es más costoso y difícil de arreglar. Supuestamente, esas medidas impedirían que los inmigrantes intentaran ingresar al país.
La operación Guardián del Desierto, que funciona en el sector de San Diego desde 1994, ha logrado de manera consistente forzar el flujo de inmigrantes hacia el Este, para alejarlos del área conurbada de San Diego y transiten por las montañas y el desierto de Valle Imperial.
Cuando se analizan las estadísticas de las áreas que controla la Patrulla Fronteriza, la historia aparece claramente: entre 1994 y 1998 las aprehensiones de la Patrulla fronteriza de San Diego han decrecido 45 por ciento, mientras que las detenciones en el sector aledaño de El Centro aumentaron 88 por ciento. No hubo, prácticamente, descenso alguno en las aprehensiones a lo largo de toda la frontera entre California y México durante el mismo periodo (el número disminuyó sólo 0.6 por ciento), lo que implica que los ingresos ilegales se distribuyeron de San Diego hacia el Valle Imperial.
Tampoco se redujo de manera evidente la oferta de mano de obra inmigrante para los empleadores de California. Sólo 8 por ciento de ellos, entrevistados en el condado de San Diego para un estudio sobre compañías que contratan a inmigrantes, reportó algún descenso en el número de inmigrantes que buscaban trabajo, pero uno de cada cuatro patrones reportó un incremento en el número de solicitudes de inmigrantes.
Cuando se trata de comprimir el globo en el tramo fronterizo de California, éste revienta por otros lados, especialmente en la frontera de Arizona. La ciudad de Douglas, ubicada en ese estado, se ha convertido en la nueva puerta grande para los ingresos ilegales en la frontera mexicana-estadunidense. Actualmente, las detenciones en la frontera de California están casi 7 por ciento por debajo de las registradas durante el mismo periodo del año pasado. Esto sugiere que el tráfico más constante se ha trasladado al Este de California.
Con toda seguridad, el gobierno estadunidense continuará, e incluso intensificará, la estrategia de contingentes concentrados en la frontera, por razones de política doméstica. Mientras tanto, la cantidad de mexicanos que mueren en el intento por cruzar la frontera alcanzará niveles sin precedentes. Este verano habrá más muertes en el desierto que comparten Arizona y Sonora. Las advertencias y un trabajo coordinado entre las autoridades estadunidenses y mexicanas con presencia en la frontera no impedirán que ello suceda. Así, el creciente saldo de muertos se convertirá en un tema polémico en México e incluso en Estados Unidos.
Cada vez más mujeres... y más empleos para inmigrantes
La segunda tendencia a la que hacíamos referencia se refiere a la composición genérica de la inmigración mexicana, cuya reciente característica es el aumento en el número de mujeres que atraviesan la frontera. Según datos tomados tanto en Los Angeles como en San Diego, durante los noventa la inmigración mexicana ya no es predominantemente masculina. Mientras que 75 por ciento de la migración mexicana residente en el condado de San Diego, que ingresó entre 1970 y 1974 a EU, estaba compuesta principalmente por varones, entre 1990 y 1992 sólo 56 por ciento de los inmigrantes que se establecieron pertenecen a ese género.
Esa tendencia es consecuencia, en parte, de la reunión de las familias que se hizo posible mediante los programas de amnistía que el gobierno estadunidense inició a finales de los ochenta. Pero la tendencia se debe también a que en California abundan los empleos para trabajadoras, especialmente en los sectores de servicios y de manufactura ligera.
El incremento de la inmigración femenina también está muy relacionado con otra tendencia clave: el aumento de mexicanos que se establecen de manera permanente en Estados Unidos. Diversas encuestas tanto de México como de Estados Unidos revelan que las mujeres mexicanas inmigrantes tienden en mayor medida a establecerse en Estados Unidos que los inmigrantes varones.
Un estudio realizado en 1996 a mexicanos que habitan en el condado de San Diego demuestra la tendencia al establecimiento permanente. Mientras 70 por ciento de los trabajadores mexicanos que ingresaron a Estados Unidos a principios de los setenta identifican a ese país como su principal lugar de residencia, a diferencia de 87 por ciento de los inmigrantes que entraron al país entre 1985 y 1989.
Empleando una metodología diferente, con sondeos y censos estadunidenses y mexicanos, hemos calculado que la proporción de inmigrantes a corto plazo (o temporales) en la población mexicana residente en estados Unidos cayó de 44 por ciento, en 1980, a 28 por ciento, en 1990. Por tanto, las evidencias coinciden en indicar que los migrantes mexicanos se están asentado en Estados Unidos con mayor frecuencia que en épocas previas.
Desde luego, una población inmigrante mayoritariamente compuesta de mujeres, niños y miembros ya asentados presenta un perfil de utilización de los servicios sociales muy diferente al de una población dominada por migrantes temporales masculinos.
Existe una tendencia final que virtualmente garantiza que todas las tendencias ya mencionadas en la migración mexicana persistirán en el futuro cercano. Esa tendencia final es la fuerza y consistencia con la que crece la demanda de mano de obra mexicana entre los empleadores estadunidenses, con la intención de cubrir plazas que se abren durante todo el año en todos los sectores económicos de trabajo intensivo, y que en la mayoría de los casos requieren de un bajo nivel de capacitación.
Estudios que hemos realizado en negocios que emplean a inmigrantes en San Diego, realizados desde principios de los ochenta, demuestran que esa demanda persiste independientemente de los ciclos comerciales. Más de un tercio de las compañías de San Diego, que participaron en una encuesta realizada en 1996 por la Universidad de California, demostró que continuó la contratación de trabajadores inmigrantes incluso durante la recesión de principios de esta década, y los despidos de esos trabajadores eran poco comunes. Es decir, la demanda de mano de obra inmigrante se ha convertido en una característica estructural de la economía de California.
Existen algunos obstáculos que impiden la reducción del empleo de inmigrantes, especialmente de indocumentados, que resultan verdaderamente formidables. Estos son:
ųLas redes sociales de inmigrantes, las cuales proporcionan remesas constantes de trabajadores escogidos que llegan directamente a los patrones, sin que éstos tengan que realizar esfuerzo alguno de reclutamiento. Estudios realizados en Los Angeles y San Diego han revelado que 70 por ciento de los trabajadores inmigrantes fueron contratados por las relaciones de sus amigos y familiares.
ųLas preferencias de los empleadores. Muchos patrones estadunidenses prefieren contratar a trabajadores inmigrantes, si se les da a escoger. Esa idea es otro obstáculo clave para reducir su contratación. Nuestro estudio en San Diego encontró que la preferencia en contratar a inmigrantes se debe a una percepción positiva del trabajador extranjero (al que se considera trabajador y poseedor de una estricta ética laboral) y la percepción negativa que se tiene de posibles empleados (como serían los trabajadores jóvenes nacidos en el país, los anglos u otras minorías raciales).
ųLa casi ausente voluntad política para sancionar a empleadores que contratan la mano de obra ilegal también alienta el incremento de esa práctica.
La oficina estadunidense de Servicios de Inmigración y Naturalización (INS, por sus siglas en inglés) insiste en sancionar a los patrones, como establece la Ley de Inmigración de 1986. Sin embargo, desde 1994 los INS han emprendido inspecciones sólo a 2 por ciento de los sitios de trabajo. En 1998 sólo 14 mil extranjeros indocumentados fueron aprehendidos en todo el país, a diferencia del millón y medio de las detenciones que tuvieron lugar en la frontera. El año pasado, los INS investigaron a sólo 6 mil 500 empresas en todo Estados Unidos, cifra que equivale al 3 por ciento del número de compañías que son sospechosas, según la oficina, de contratar a trabajadores indocumentados. Cuando menos ocho de cada diez patrones que fueron investigados por posibles violaciones a las leyes de inmigración salieron libres, sin sanciones. En la mayoría de los casos, ello ocurrió gracias al uso generalizado de documentos fraudulentos que impidieron comprobar contrataciones deliberadas de trabajadores indocumentados.
A principios de este año, los INS anunciaron públicamente la suspensión de las inspecciones sorpresivas en los lugares de trabajo, con el argumento de que no eran costeables. Los responsables de los servicios también alegan que no hay manera de combatir el problema de la documentación falsa, por lo menos hasta que el Congreso reforme las leyes para obligar a los patrones a verificar el la legalidad de los trabajadores por medio de un sistema computarizado. Uno o dos miembros del Congreso protestaron tímidamente por la suspensión de revisiones a los lugares de trabajo, pero el resto del órgano legislativo guardó silencio.
Ese silencio, sin embargo, dice mucho. Con la actual bonanza económica y la disminución de trabajadores jóvenes que deseen trabajar como principiantes, no existen razones para presionar al Congreso para combatir la contratación de inmigrantes indocumentados.
Ello significa que en el futuro inmediato no habrá ningún esfuerzo significativo para reducir la demanda de mano de obra mexicana documentada o indocumentada. La oferta de trabajadores poco calificados sigue en aumento, y en el cerrado mercado laboral estadunidense los salarios se incrementan gradualmente, aun en los empleos peor pagados. La mayor parte de los incrementos salariales registrados el año pasado se dieron en el sector más bajo.
Ello representa una señal a los potenciales migrantes mexicanos: "La puerta de Estados Unidos está abierta de par en par. Si no tienen papeles tendrán que pagarle a un coyote mucho más dinero y tal vez arriesgar sus vidas para entra. Pero tienen excelentes oportunidades de conseguir un trabajo estable y relativamente bien pagado, y una vez que estén contratados, el riesgo de ser aprehendido y expulsado es mínimo".
Esta percepción se traducirá inevitablemente en una presencia mexicana más constante en la economía y sociedad estadunidenses. Las personas nacidas en México constituyen 29 por ciento del total de la población extranjera en Estados Unidos (en 1970 el porcentaje era de solo 8 por ciento). Además, la proporción de mexicanos es mucho más alta en California.
La presencia mexicana en California se incrementará en la primera década del siguiente siglo. Esta expansión, además, está virtualmente garantizada debido a que se pronostica un incremento del empleo no calificado, que al menos en dicho estado ya está dominado por los inmigrantes. También se cuenta con la maduración de las redes sociales en ambos lados de la frontera, y la caída en la creación de empleos en México (cada año, 300 mil mexicanos se integran a las filas del desempleo, a pesar de que el producto interno bruto aumentó rápidamente en el país).
Todo depende de la recesión
ƑCuáles son algunas de las implicaciones de las tendencias en la inmigración mexicana, en las relaciones entre México y California?
En primer lugar, las actitudes públicas hacia la inmigración mexicana seguirán siendo sumamente volátiles. La tolerancia hacia la inmigración aumentará o decrecerá dependiendo de lo que ocurra en las economías estatal y nacional. Si bien la demanda objetiva y real de la mano de obra mexicana en la economía estadunidense se ha disociado de los ciclos comerciales, no ha ocurrido lo mismo en la actitud pública hacia la inmigración.
A principios de los noventa, la Ley 187 se convirtió en un termómetro del descontento público hacia la situación económica en California. Si bien es cierto que los prejuicios raciales y étnicos motivaron a los electores californianos para apoyar la propuesta del entonces gobernador Pete Wilson, también lo es, como demuestran las encuestas afuera de las casillas, que la situación económica en California jugó un papel muy importante ųquizá hasta preponderanteų en la aprobación de los votantes a la medida.
También se puede demostrar la relación que existe entre las condiciones macroeconómicas y la hostilidad hacia los inmigrantes con la forma en que el tema de la inmigración ųdurante los últimos cinco años el "punto candente" de la política doméstica estadunidenseų se desinfló con recuperación económica, luego de la recesión a principios de la década.
Actualmente, los californianos muestran una actitud relativamente benigna hacia los inmigrantes en tanto gozan de una prosperidad económica. En diciembre de 1998 un sondeo demostró que 52 por ciento de los residentes consideran que los inmigrantes son benéficos para California, por su trabajo duro y habilidades laborales, mientras que sólo 36 por ciento los consideró una carga, porque utilizan los servicios públicos. Esto demuestra que se revirtieron fuertemente las percepciones antinmigrantes de principios de los 90.
Sin embargo, como el director de la Reserva Federal de Estados Unidos, Alan Greenspan, la fiesta no es eterna. Ya se perciben en el horizonte problemas que pueden, potencialmente, inhibir el crecimiento, y que volverán inevitable una nueva recesión. Entonces, Ƒqué ocurrirá cuando la economía de California choque con un nuevo obstáculo?
Las consecuencias de la inmigración en el ámbito fiscal, que fue incidente en 1994 para asegurar la aprobación de la Ley 187, volverán a ser temas de la agenda pública. La tendencia de inmigrantes mexicanos a establecerse de forma permanente en Estados Unidos se incrementará al tiempo que éstos se volverán más heterogéneos desde el punto de vista demográfico, lo que agravará las preocupaciones sobre el costo de la inmigración. El asistir con salud, educación y otros servicios públicos a la población mexicana no transitoria, que además estará constituida por un mayor número de mujeres y niño, será inevitablemente más costoso.
Todo ello no es, en estos momentos, un tema político apremiante en California, debido a una creciente recaudación fiscal y a la ausencia de políticos prominentes, como el ex gobernador Pete Wilson, que busquen hacer de los migrantes chivos expiatorios. Pero las cargas fiscales de los inmigrantes para los estados y ciudades no pasarán desapercibidas, sobre todo si los presupuestos de esos lugares se contraen a consecuencia de una nueva recesión.
Algunos de los servicios sociales para trabajadores documentados que se restablecido en los últimos dos años en el ámbito federal podrían ser retirados nuevamente. También se reanudarían debates sobre si se deben otorgar servicios públicos a hogares que albergan, al mismo tiempo, a ciudadanos y no ciudadanos estadunidenses.
Según estudios del Instituto Urbano, 27 por ciento de las familias californianas están compuestas de una ciudadanía heterogénea, mientras que en todo el país sólo 9 por ciento tienen esa composición.
Las restricciones al uso de servicios públicos para los no ciudadanos podrían tener el propósito no intencionado de evitar que se proporcionen a los hijos de inmigrantes nacidos en Estados Unidos. En 1998, 47 por ciento de todos los niños que habitan en Los Angeles vivían en familias de ciudadanía mixta.
El surgimiento de una población de origen mexicano más estable, en la que predominen familias de ciudadanía mixta, es en sí una consecuencia no intencional de la política estadunidense de controlar la inmigración. Las operaciones fronterizas, que aumentan el costo y los riesgos de los ingresos ilegales, reducen la inmigración a corto plazo entre México y Estados Unidos y fomentan que un mayor número de indocumentados establezca su residencia permanente en territorio estadunidense.
El aceptar con más claridad que los inmigrantes mexicanos y sus hijos "llegaron para quedarse" aumentará, con toda probabilidad, preocupaciones de que surjan desequilibrios en el balance étnico y cultural de las ciudades donde se aloja la inmigración. Las más pequeñas ciudades californianas han experimentado un rápido y sustancial ingreso de trabajadores extranjeros, y es muy probable que sus habitantes experimenten esa polarización étnica en lugares como Monerey Parks, Watsonvilles y Poways.
La actitud que prevalece admite que "necesitamos, efectivamente, mano de obra de inmigrantes'', pero de preferencia sin ningún impacto socio-cultural considerable. Los californianos, en realidad, quieren lo mejor de ambos escenarios. Por lo tanto, y al igual que su predecesores a lo largo de todo este siglo, los inmigrantes mexicanos en California tendrán un recibimiento ambivalente en la primera década del siglo XXI.
Traducción Gabriela Fonseca
__________
(*) Wayne A. Cornelius es director del Centro de Estudios Comparativos de la Migración y profesor de ciencia política en la Universidad de San Diego, California.