Ana de Ita
Blanche Petrich

 
Si la drástica decisión de clausurar CONASUPO hubiera ocurrido 10 años antes, cuando las organizaciones campesinas independientes aun tenían fuerza y cohesión, "se arma la revolución", en opinión de Ana de Ita, investigadora del Centro de Estudios del Campo Mexicano. Pero de cara al desarticulado panorama que dejó tras sí la reforma agraria salinista, concluye: "Ahora ¿quien organiza la respuesta campesina? No queda nadie con fuerza suficiente. Por lo tanto no hay reacción, no hay nada".

¿Opciones? Pese a la dramática situación, ella ve dos vías: una, la del zapatismo, que reivindica una identidad política (el movimiento indígena) y una reforma política radical a partir de la cual hacer propuestas económicas. Otra, la inserción del movimiento campesino mexicano en la corriente del nuevo movimiento campesino mundial.

"Si las propuestas democráticas campesinas de producción lograran converger con las propuestas más políticas identitarias del zapatismo, creo que será la posibilidad dar el salto."

Esto, sin perder de vista que la lucha por venir es un choque de David contra Goliath; un choque transfronterizo, además, donde ni siquiera el Estado mexicano puede con Goliath, encarnado en dos corporaciones trasnacionales —dos, no más: Monsanto y Novartis— que dominan toda la cadena de producción agraria y agropecuaria de Norteamérica.

 
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Este es su análisis, a vuelo de pájaro, del movimiento campesino a partir de los ochenta, cuando la hegemonía de la CNC y similares (CCC, CCI y Ugocem) se ve desafíado por organizaciones opositoras alternativas.

En décadas anteriores todo intento de organización independiente —la CIOAC es el mejor ejemplo— recibía como única respuesta la represión.

Como una estrategia para sobrevivir la represión, las nuevas organizaciones se declararon apolíticas. Se plantearon la lucha por la producción, el control de los recursos, la comercialización, los fondos de autoaseguro. Fue una estrategia exitosa en su momento. Ejemplos: Sonora, la "Aric Jacinto López". Era una una organización con uniones de crédito, fondos de autoaseguro, productoras de fertilizantes líuquidos, comercializadora de granos, centrales de maquinaria. O los cafetaleros de Guerrero, Oaxaca. A la desaparición de Imecafé en 1989 tenían beneficios, secos, producción de café, de coco, centros de abasto rural. Como estas muchas más en todo el país.

Esta alternativa alcanza su época de oro entre 85 y el 89. La producción estaba aumentando. Fue el tiempo de las grandes marchas en demanda de precios. Pero lograban recapitalizarse con la producción agrícola como eje. Era un modelo viable.

Hasta que llegó el sexenio salinista. Ahí fue el truene, no solo del ejido y de los precios, sino de la organización campesina.

 

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Con la reformas al artículo 27 constitucional la tierra puede ser rentada o vendida. En Sinaloa o Sonora, con tierras de riego, se calcula que el 70 por ciento de las tierras están rentada. Y el dueño de la tierra ¿que hace mientras? Irse si puede. La organización campesina pierde su razón de ser.

En ciertas regiones las organizaciones simplemente dejaron de existir. En Nayarit, por ejemplo, la Unión de Ejidos "Guillermo Aguilera". Tenía producción de uva, una procesadora de vino, una deshidratadora de chile, un proyecto ganadero-lechero, siembra y comercialización de frijol. Como esta hubo tantas...y muchas ya no existen más.

Algo queda, pero lo que se ha perdido en definitiva es la posibilidad de las organizaciones campesinas de definir políticas para el campo.
 

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—¿Qué queda?

—Pretender controlar los sistemas de producción ya es imposible. Ni siquiera el gobierno los controla. Las decisiones de política agrícola de México están en manos de las transnacionales.

Pero hay dos vías que están moviendo en este. Uno, el proyecto político identitario promovido por organizaciones fuertes que tienen claro que la vía económica está bastante clausuradita. Eso es el zapatismo. Es un movimiento campesino que ya transitó por la vía de los proyectos económicos, pero que reivindica una identidad política y una reforma política radical. La reforma eonómica vendrá después. Primero hay que ocupar otros lugares para tener incidencia. Eso explica el porqué el movimiento indígena está teniendo más presencia. Antes los indígenas eran todos campesinos. Y campesinos eran todos, mestizos o no. Ahora los indígenas se reivindican como tales para sus demandas políticas.

La otra vía es la de las organizaciones campesinas de proyectos económicos que pasan más bien por el movimiento internacional. Esta vía ve claro que la solucion ya no está en México, y buscan su participación en el movimiento internacional vía campesina, junto con el Movimiento de los Sin Tierra de Brasil, el Karnataka, de India, la contraparte del TLC en Canadá, los agricultores de Francia. Todos contra las políticas globales que los están aplastando a los campesinos en todos los países. Ahí están UNORCA, ANEC, la AMUP, Red Mocaf, CIOAC.

—Hasta la CONASUPO desaparece pero sobrevive la CNC ¿cómo puede ser posible?

| —Sigue siendo necesaria para controlar el voto del campo. Las grandes huestes campesinas enpobrecidas pueden ser un foco muy grande de malestar. Para eso está la correa de transmisión de los programas de apoyo, como Alianza, la CNC y los presidentes municipales. Se deja claro que los apoyos no son para todos sino para los leales al PRI. Además queda la inercia, así como son guadalupanos, los campesinos son cenecistas aunque nadie se los pregunte. Así con contabilizados.

—La gran cuestión...¿podrán sobrevivir los maiceros al TLC?

—Peor que el TLC, grave de por sí, son las políticas del gobierno mexicano. El TLC dejó un plazo de 15 años para permitirle a la agricultura del maíz ajustarse enmedio de un mercado de asimetrías espantosas con el mantenimiento de un arancel de 1994 hasta el 2008. Pero el gobierno mexicano decidió no respetar ese plazo y en 1996 llegamos al año 15 del TLC. Y ahora, en 1999, ya llegamos al 2008.

El mercado opera ahora en función a los intereses de tres grandes empresas mexicanas, MINSA, Maseca y Aransia, y las transnacionales Cargill, Continental & Archer Daniels & Midland y Dreyfus. Si ellas no compran, nadie más va a comprar. Eso ya lo vivieron los maiceros de Chihuahua, Jalisco, Michoacán y Guerrero. Sin CONASUPO no tuvieron comprador. Ahora que venga el ciclo otoño-invierno de Sinaloa ¿quién va a comprar?.

Ahora, estas seis empresas son en realidad tres: Cargill y Continental son uno junto con Monsanto, ADM y Dreyfus con uno y Maseca. Y Minsa y Aransia es una transancional española. Y ellos deciden los precios. Hacen agricultura por contrato y controlan el crédito, las semillas, los fertilizantes, los insumos y el transporte mundial.

Y aquí entra la biotecnolcogía. Monsanto tiene el control del 85 por ciento de las semillas transgénicas. El resto lo tiene Novartis. Y si siembras por contrato y estas dos empresas deciden que es con ésas y no con otras semillas que se va a sembrar. Es o no es y punto.

El siguiente paso es la ganadería por contrato. En Estados Unidos estas empresas ya controlan desde la semilla hasta el consumo de todo lo que produce el campo, incluyendo las salchichas empacadas. La cadena del monopolio está totalmente cerrada. Si los productores estadunidenses no pueden con ellos ... imagínate a los maiceros mexicanos.

¿Que van a estar en el mercado del futuro? Claro que van a estar. Pero en la cadena, como un eslabón más.