Blanche Petrich /I n 11:15 de la noche. Por un walkman amarillo -casi un juguete- Rodrigo Figueroa avisa: "Piojo, en dos minutos bajamos. Ya nos vamos". De inmediato se moviliza el pequeño grupo, ocho o diez estudiantes somnolientos, y se aprestan para salir al encuentro de Juan Carlos Zárate y Figueroa, que descienden en elevador. Ellos son "la comisión de seguridad" que acompaña día y noche los movimientos de los dos estudiantes del CCH-Sur amenazados de muerte.
Tienen entre 16 o 17 años en promedio, cabellos revueltos y pantalones rotos. Cuentan, entre todos, con tres celulares -las cuentas las pagan sus papás- y un coche. Con esto y alguna mínima orientación que recibieron estos días por parte de la Policía Judicial del Distrito Federal sobre medidas básicas de seguridad esperan conjurar lo que uno de los cuatro hombres que secuestraron a Juan Carlos ya en dos ocasiones advirtió: "A Rodrigo sí lo vamos a matar. Y a ti también si sigues de bocón".
Una vez que traspasan las rejas del CCH-Sur, su casa desde hace 26 días, se sienten seguros. Entre 100 y 150 cecehacheros acampan juntos cada noche desde que comenzó la huelga de la UNAM. El miedo empieza a colarse bajo la piel cuando andan en la calle. Juan Carlos probó ya con intensidad ese sentimiento.
Primer secuestro
11 de mayo, cerca de las 6 de la tarde. Zárate, 17 años, cuarto semestre en el CCH, se dirigió al plantel de Plan Sexenal, donde se había convocado a clases extramuros. Entre un grupo de activistas de la huelga formó una valla a dos metros de la reja de la escuela. Cuando empleados de seguridad intentaron retirarlos a golpes y jaloneos, se le cayó el teléfono celular que llevaba. Cuando se agachó sintió una patada en la cabeza. Lo derribaron. Pasada la trifulca, los estudiantes se dirigieron a Ciudad Universitaria y denunciaron ante la prensa la agresión. Anunciaron que levantarían un acta en contra del director de ese plantel, Rodolfo Moreno.
Camino a la delegación Xochimilco sonó el celular. "Ten cuidado con lo que vas a hacer", le dijo una voz de hombre que dejó bien claro que iba en un auto siguiendo al grupo de Juan Carlos. Por precaución los jóvenes decidieron regresar a la UNAM, y de ahí, ya acompañados por algunos padres de familia se dirigieron al Ministerio Público para menores. Una llamada similar a la anterior se recibió.
Llegaron a Doctor Lavista y Niños Héroes, y Zárate bajó a preguntar dónde se levantan las actas. Cuando estuvo fuera de la vista de sus acompañantes, en una escalera, un hombre lo interceptó y lo tomó por el cuello. Juan Carlos sintió algo metálico contra las costillas. Fue empujado por una rampa. Ahí esperaba un Cavalier verde. Lo empujaron al piso, le pisaron la cabeza, lo encañonaron, y el carro arrancó. Juan Carlos identifica que iban cuatro a bordo.
"ƑMuchos huevos para declarar a la prensa, verdad cabrón? Huevos es lo que vas a necesitar ahorita". Los secuestradores fueron explícitos: "Queremos darle en la madre a tu pinche líder Rodrigo Figueroa. Pero no lo podemos alcanzar, así que lo vamos a desmoronar desde abajo". Y la advertencia reiterada: "Si levantas un acta en media hora te mueres". También expresaron obscenidades y amenazas de violación contra una de las jovencitas del colegio. Al final, el coche se detuvo y lo dejaron ir. En la calle, Juan Carlos no actuó como se lo ordenaron -"te vas derechito a tu casa y no vuelvas a hablar nunca más con tus pinches amigos"-, sino que llamó al celular que tenía el grupo que aún lo esperaba en la colonia Doctores.
De inmediato pasaron a recogerlo y se dirigieron de nuevo a la UNAM. Iban dando la vuelta en la avenida Universidad, para entrar a CU, cuando sonó otra vez el teléfono. "Te lo advertimos, cabrón. Ahí estás de pendejo, ya te vimos, vas dando la vuelta". Los persecutores otra vez estaban ahí.
El día 12, Juan Carlos levantó un acta por secuestro en la 50 agencia del Ministerio Público. Esa noche durmió, como todas las demás, en el CCH.
Segundo secuestro
No pensaba ir a ningún lado el día 13. "La verdad, sí tenía miedo", admite. Cerca de las 6 de la tarde varios brigadistas llegaron a la escuela y salió a recibirlos. Se alejó unos pasos de la reja del CCH, sobre la calle Cráteres de Llanura. Con el rabillo del ojo alcanzó a ver un Jetta color guinda que se acercaba, y antes de poder reaccionar vio que se abría una puerta, un gordo de bigote se le abalanzaba y nuevamente se vio tirado en el piso de un coche, amagado con una pistola y la cara contra el piso, presionada por los pies de sus captores.
La pesadilla se repetía. Las mismas amenazas también. "Ora sí te mueres", le decían. "Por culpa de tu pendejo líder, Rodrigo". Sintió en la cara una gasa mojada con algún líquido y se dio cuenta de que no podía luchar contra el sueño. El timbre de su celular lo despertó. Instintivamente lo tomó de su cinturón y contestó. Era su mamá. "Estoy en casa de una amiga. No, digo, en la escuela...", empezó a decir cuando sintió un cachazo en la frente.
Los secuestradores le arrebataron el teléfono. Se habían enardecido con la actitud intrépida de Juan Carlos. "Ahora sí vamos a jugar con la muerte", le dijeron. Le ordenaron que abriera la boca. El apr etó los dientes hasta que sintió que le pegaban con el cañón de una pistola. Luego sintió el frío metal dentro de la boca. Sintió que le levantaban la camisa, sintió arañazos en el pecho. Le ardía "un chorro". Ellos se reían. "Ora la bolsa", dijeron. Y él recibió un fuerte puñetazo en el estómago. Perdió el aliento, y en ese momento le metieron una bolsa de plástico por la cabeza hasta el cuello. "Me ahogaba. Hicieron eso cinco veces. Las conté".
En medio de su terror escuchó que por otro celular, no el suyo, le hablaban a Figueroa. "Lo tenemos", avisaron. Y se lo pasaron. "Cuídate y ayúdame", apenas pudo decir Juan Carlos. Los teléfonos se convirtieron en piezas centrales del secuestro. Los amigos de Juan Carlos le llamaban y los secuestradores gozaban emitiendo amenazas: "Se van a morir".
Luego fue la intimidación. Los hombres le recordaron al joven que en el secuestro anterior se quedaron con su agenda, y le hicieron saber que conocen su domicilio y que vive solo con su madre. Volvieron a exigirle que retirara las demandas, que se retractara de sus denuncias y que "nunca más volviera a tocar la huelga".
Lo bajaron cerca de las 11 de la noche en Miguel Angel de Quevedo y Universidad. Unos policletos le prestaron una tarjeta de teléfono, y desde uno público intentó volver a comunicarse con los suyos, pero no pasaban las llamadas. Corrió hacia la preparatoria seis, de Coyoacán. La crisis nerviosa estaba a punto de desatarse.
Arropado por padres de familia, reconfortado con la presencia de Rodrigo Zárate, volvió a tomar ánimos para acceder, después de muchos titubeos, a regresar a otro Ministerio Público. Finalmente se convenció de volver a acudir a la vía legal. En grupo se dirigieron a la 57 agencia para menores.
Ahí lo alcanzó su mamá. "Cuando la vi me calmé muchísimo. Es que lejos de llegar con crisis nerviosa llegó a tranquilizarme. Me preguntó qué quería hacer. Le dije que regresar a la escuela. Adelante, sólo que ten más cuidado". Eran las 4:30 del viernes 14 cuando salieron del MP rumbo a "su hogar", la huelga del CCH.
n Lo confirma el secuestro de Juan Carlos Zárate
Hay grupos parapoliciales en el campus universitario: Centro Pro
Triunfo Elizalde n Ante el secuestro, golpes y lesiones en varias partes del cuerpo con arma punzocortante, además de amenazas de muerte contra el estudiante de 17 años, Juan Carlos Zárate, el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, por medio de su primer visitador, Rafael Alvarez, dijo ayer a La Jornada:
El secuestro confirma la existencia de "grupos parapoliciales" en la ciudad de México, incrustados en el campus universitario; es de presumir que esos grupos tienen algún tipo de vinculación con las autoridades universitarias, con motivo de la huelga estudiantil. La prolongación del conflicto presupone acciones de hostigamiento y otros tipos de agresiones contra los universitarios, en especial contra quienes, de alguna manera, encabezan a los alumnos paristas de sus respectivos planteles.
El conflicto, agregó, debe dirimirse entre universitarios (alumnos y autoridades) mediante la procuración del diálogo inteligente entre ambas partes, y no a través de acciones violatorias de derechos humanos como es la detención arbitraria, el secuestro, la tortura física y psicológica, las amenazas de muerte al detenido y familiares, y las lesiones que le causaron con una navaja.
-ƑConsidera el Pro Juárez que el rector Barnés de Castro tiene conocimiento de la existencia de esos "grupos parapoliciales" actuando dentro de la UNAM?
-Nosotros encontramos algún tipo de responsabilidad de parte de las autoridades universitarias. El rector no es ajeno a que este tipo de actos de violencia pudieran darse si los universitarios llegaban a la huelga. Nosotros se lo advertimos en una carta que el Pro le dirigió tres semanas antes de la huelga, incluso pedimos platicar con él para que tomara algunas medidas precautorias. Jamás nos dio respuesta.
-ƑDe qué manera va a continuar el Pro Juárez interviniendo en el asunto de Zárate?
-Primero, brindaremos todo tipo de asesoría jurídica a la familia y a Juan Carlos (Zárate), a través de nuestra área legal; de hecho está trabajando ya al lado del menor lesionado Miguel Angel Pichardo, que encabeza el programita (sic) de asistencia a estudiantes que tuvimos que implementar a medida que se prolonga la huelga. A la vez, ya hemos dado los primeros pasos a nivel externo al solicitar la intervención de Amnistía Internacional, independientemente de los informes que haremos llegar a los relatores especiales de Naciones Unidas, en materia de tortura y de ejecuciones extrajudiciales.