Noche del miércoles 12. En la Facultad de Psicología se reúnen dirigentes estudiantiles para evaluar la marcha: prevalece el ánimo de acelerar el proceso para abrir el diálogo con las autoridades.
El problema es el formato. Afinan un modelo para llevarlo a las escuelas: se elegirían tres estudiantes por escuela, de los cuales saldría una comisión de 13, cuyos lugares se rotarían en cada reunión.
Incluso los ex Buró de Información Política, ahora de la Corriente de Lucha, y los de Economía, del Partido Obrero Socialista (POS), están de acuerdo.
Por separado, los dirigentes de Coalición (Consejo Estudiantil Universitario y RED) plantean difundir una propuesta similar. Con una diferencia: que al diálogo entren sólo los medios de comunicación y una comisión del CGH, sin más público.
Los estudiantes están contentos.
Horas antes concluyó la movilización más numerosa que ha tenido el movimiento (dicen que fueron más de 100 mil, aunque en el mejor momento llenaron tres cuartas partes de la plancha del Zócalo, que alberga 80 mil).
En el mitin lanzaron la advertencia al rector: ``No estamos jugando''.
La inmensa mayoría eran estudiantes.
Muy gritones, por cierto, como constató Cuauhtémoc Cárdenas, quien prácticamente quedó atrapado por la manifestación en el convento de San Francisco (era la celebración, con los franciscanos, de los 50 años de restauración de su templo, ubicado en Avenida Madero, y el jefe de Gobierno del DF tuvo que salir por la puerta de atrás, mientras sus acompañantes trataban de enterarse cómo se les juntó la ceremonia con la marcha).
En fin, la movilización da un respiro a los huelguistas.
Luego de una semana de acusaciones mutuas, las pugnas internas se diluyeron el lunes, en la asamblea del CGH.
Paradojas. La publicación de fotografías de una reunión entre líderes estudiantiles y dirigentes del PRD en casa del delegado en Benito Juárez, Ricardo Pascoe, causó molestias en el partido. En cambio, los estudiantes -enfurecidos con algunos dirigentes identificados con el PRD- reaccionaron en contra de ``la estrategia del gobierno para dividir el movimiento''É y se acabaron las descalificaciones.
``Parece que a Barnés lo está asesorando el secretario de Gobernación, por el clima de agresiones y violencia en contra del movimiento estudiantil'', declaró Marjorie González, integrante del CEM -grupo opuesto al CEU-, a nombre de la comisión de prensa.
Pero el martes el rector quiso tomar la delantera y respondió a los estudiantes con la creación de una Comisión de Enlace, conformada por 10 académicos.
En menos de una hora, la comisión de prensa del CGH rechazó la propuesta.
Los paristas impidieron los exámenes de preparatoria, entre conatos de enfrentamiento. Cuatro estudiantes fueron detenidos, acusados de privación ilegal de la libertad.
Al mismo tiempo, se comenzaron a procesar en las escuelas distintas propuestas de formatos para el diálogo.
Hasta el cierre de esta edición, había dos planteamientos.
- Que no haya diálogo hasta que el rector acepte el pliego petitorio (posición de la franja más radical del radical Bloque Universitario de Izquierda, cuyo líder alguna vez vació un refresco en la cabeza del rector Octavio Rivero Serrano).
- Que se presente una propuesta de formato y se inicie el diálogo, con la condición de que no se negocia el pliego petitorio.
El viernes se daría a conocer la decisión del CGH.
Desde que inició el movimiento, los estudiantes han rechazado tres propuestas de intermediación de grupos académicos.
Primero la de René Drucker, jefe del departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina. El 21 de abril, apenas iniciada la huelga, propuso formar una comisión de intermediación de cinco o seis personas, para acercar a los involucrados.
Los paristas lo rechazaron: ``No queremos intermediarios''.
Al comenzar mayo se conformó un ``grupo plural'' de académicos, en un intento de ser una comisión negociadora ``de buena fe'' para promover el acercamiento entre ambas partes. Para dialogar con el CGH se designó a Elvira Concheiro, Sergio Zermeño y Tim Munzoni, y para el contacto con rectoría a Francisco Fernández, Raymundo Cea y Juan Echeverría.
De nuevo, los huelguistas dijeron no.
``Es una propuesta rebasada'', insistieron.
La tercera fue la comisión nombrada por el rector (originalmente promovida por Rafael Pérez Pascual, investigador del Instituto de Física): 10 académicos que servirían de contacto con los estudiantes paristas y no paristas, sin capacidad resolutiva.
De entrada, la composición de la comisión (en la que hay cinco directores) causó desconfianza.
``Rompehuelgas'', les llamó el CGH, a pesar de que están ahí personajes que respetan, como Angel Díaz-Barriga, director del CESU; Ricardo Pozas Horcasitas, académico del Instituto Investigaciones Sociales, y Silvia Torres Castilleja, directora del Instituto de Astronomía, los tres identificados como críticos de las autoridades. La mayor parte de los comisionados, sin embargo, fueron considerados por los estudiantes gente cercana al rector.
En la reunión del miércoles con el grupo plural, José Luis Mateos Gómez, profesor de la Facultad de Química, a quien se identifica como asesor de Barnés, dijo a los académicos que debían prepararse para trabajar varias semanas y que no podrán estar hablando diario con el Barnés, ``porque tiene cosas más importantes que hacer''.
``Las comisiones son buenas, pero mientras el CGH no lo vea como un mecanismo que pudiera destrabar el asunto, de nada servirá...Para que funcione tendría que tener la aprobación de las dos partes'', argumenta Drucker.
Decepcionado por el rechazo de los estudiantes, el académico considera ``sumamente difícil'' la posibilidad de que prospere la comisión de Barnés.
``Los estudiantes quieren el diálogo directo, resolver el problema ellos. Eso estaría bien si se pudieran sentar a dialogar, pero no lo logran y la intransigencia no va a llevarnos a ningún lado''.
Elvira Concheiro es de otra opinión: ``El rector no ha trabajado por el diálogo, se la ha pasado descalificando a los muchachos y es tan burda la campaña en los medios de comunicación que la población está reaccionando en contra''.
La investigadora -quien hace poco fue rechazada por la Asamblea Legislativa del DF como delegada en Coyoacán- asegura que el grupo de investigadores ha estado en contacto con el CGH y expresa sus dudas sobre la viabilidad de la comisión nombrada por el rector: ``No va a funcionar en esos términos. A cuatro semanas de huelga apenas van a empezar a oír a las partes, y luego no están dialogando con el principal actor del conflicto, que son los estudiantes en paro''.
¿Cómo levantar la huelga?
En 1987 sólo se pudo al segundo intento. En el primero, los grupos más duros del movimiento se enfurecieron con la propuesta de negociar.
Los observadores coinciden en que el actual movimiento está radicalizado y no cuenta con el apoyo generalizado de la opinión pública.
En ese sentido, Concheiro señala que las propuestas de ``parchar'' el Reglamento General de Pagos o la negativa a discutir los otros puntos del pliego petitorio podría tener ``efectos catastróficos'' para la UNAM.
Carlos Imaz es optimista: ``Lo que define la conducta y orientación del movimiento es el sentido común... Hay que apostarle a la inteligencia de los jóvenes''.
Reacio a hablar de posibles salidas, insiste que la UNAM está en jaque sólo por la torpeza de Barnés.
``Carpizo tenía asesores políticos con capacidad... Por ejemplo, José Narro era el secretario general, y tenía como operadores a Jorge Madrazo, hoy procurador general de la República y a Juan Ramón de la Fuente. ¿Quiénes son los operadores de Barnés? Nadie sabe, nadie los conoce''.
El rector, insiste, está ``entrampado en su propia lógica autoritaria''.
Por lo pronto, los paristas no confían en Barnés y se preparan para una huelga larga.
``Señor rector, ¿qué es para usted el diálogo?, ¿un trámite?, ¿le pidieron en Gobernación un formulario para la opinión pública?, ¿podrá haber diálogo con quienes usted llaman profesionales de la protesta?, ¿se lo sugirió Labastida?'', preguntó en el Zócalo Joaquín López Millán, de la FES-Cuautitlán, a nombre del CGH.
Los estudiantes lo dudan. La comisión de encuentro del rector ni siquiera los ha buscado. Y como están las cosas, quién sabe si los encontrarían: ``No estamos jugando'', dijo López Millán. ``El movimiento estudiantil quiere resolver el conflicto, no tomarse un cafecito con los enviados de Rectoría''.
Líder fundador del Consejo Estudiantil Universitario (CEU), que en 1986 encabezó el movimiento para echar abajo el proyecto de reformas de Jorge Carpizo, Carlos Imaz analiza las similitudes y diferencias entre ambos movimientos.
De entrada, dice, hay un entorno político diferente, en el que juega un papel importante la sucesión presidencial. Y juega con una idea que circula en los pasillos de la universidad:
``¿Quién tomó la decisión de echar a andar el incremento de cuotas ahora? El rector solo no, por lo menos el secretario de Gobernación, a lo mejor el Presidente. A lo mejor era una estrategia para colgarle una medallita a Francisco Labastida...''
Esta hipótesis es compartida en la Universidad por más de un funcionario.
Pero hay más, sugiere Imaz: Una campaña de linchamiento del movimiento en los medios de comunicación, que no existió de manera generalizada en 1986; la injerencia visible de la Secretaría de Gobernación -con un precandidato presidencial al frente- y la torpeza política de las autoridades universitarias, encabezadas por el rector.
``No se ve oficio en una autoridad que tiene que gobernar una comunidad de jóvenes, llena de entusiasmos, pasiones e intereses. Más bien parece que hay un atrincheramiento en el principio de autoridad y en el discurso de que la autoridad siempre tiene la razón, y quien no lo entienda o no lo acepte, es antiuniversitario''.
El actual presidente del PRD en la capital no acepta, en principio, que la falta de un interlocutor visible en el movimiento que encabezan los paristas sea un obstáculo para el diálogo. Tampoco que la huelga sea una imposición de los grupos más radicales, que merezca el rechazo de la mayoría de los estudiantes.
¿Y las manifestaciones en contra de la huelga?
``El núcleo organizado de estudiantes que se opuso al movimiento fue mucho mayor en 1987'', asegura.
La semana pasada, los líderes del CEU histórico, herederos de la corriente que él encabezó, fueron rechazados y casi expulsados del CGH. Ellos mismos reconocen un desgaste después de los fallidos movimientos en contra de la modificación de los planes de estudio del CCH (1995) y las restricciones al pase reglamentario (1997).
Imaz tiene su versión:
En 1986, explica, la aceptación de la rectoría a sostener un diálogo público dio al movimiento una posibilidad mayor de difundir sus posturas, y el debate en los medios permitió que el movimiento ``se encarnara'' en liderazgos personales.
Imaz reconoce, sin embargo, dos diferencias en favor de los paristas actuales:
Una, la consulta, ``que le da un carácter plebiscitario muy fuerte al movimiento''. Y dos, que no luchan para sí, sino para las generaciones venideras, lo que le da ``un rasgo indiscutible'' de generosidad y principios.
Y hay otra, que tiene que ver con los rectores: ``El discurso de Carpizo es más consistente con su quehacer, el de Barnés es un discurso más liberal, que esconde medidas conservadorasÉ Hay un discurso falso y eso también genera mucha desconfianza''.